Una maleta para Vietnam

Todo viaje comienza cuando lo piensas, pero se materializa cuando preparas maleta. Ese momento es materia de sueños, es el instante en el que las expectativas parecen más cercanas, ese en el que imaginamos en qué ocasiones vestiremos nuestra ropa, cuáles serán los capítulos que querremos vivir (como si se pudieran elegir siempre con certeza), y cuáles los que no nos gustarían que sucedieran.

Por pequeña que sea, en una maleta o mochila de viaje cabe tanto como la imaginación alcance. Puede haber looks de playa para cenar junto a la costa y a la luz de las farolas en una de esas jornadas a las que se nunca se quiere poner fin –en las escapadas solo el frío es puede ser juez de dicha sentencia–, conjuntos de montaña para jornadas de trekking paseando entre un abanico de verdes que se bifurcan en un horizonte que podría ser un cuadro impresionista. Que si hablamos de impresiones, entonces también siempre habrá hueco para un atuendo más formal, pensando que, nunca se sabe, quizá haya un encuentro inesperado que desemboque en alguna cena de esas que recordar con cierto cosquilleo. Ligar en los viajes es un arte, y casi nunca suele haber una mala experiencia. Es que no hay tiempo para que la haya: todo es efímero, rápido, intenso. Todo, desgraciadamente sabemos, suele ser contexto. Pero qué contexto.

*Las palabras justas, Milena Busquets.*

En un equipaje también puede haber una selección de un batiburrillo cogido casi al azar, uno que tenga un “un poco de todo”, y al mismo tiempo casi de nada. Comprar ropa, dice Milena Busquets en Las palabras justas (Anagrama, 2023), “es muy parecido a hacer planes”. Escoger cuál llevar en la maleta, en definitiva, también lo es.

Puede que si planeas un viaje a Vietnam logres tus deseos. Puede que, como fue mi caso, no tengas tiempo a cumplir todos. Pero qué más da. A Vietnam siempre apetece volver, y esa es una excusa perfecta. Por eso, y porque la belleza reside casi siempre en lo inesperado, a continuación describo la maleta que tendría que haber llevado si supiera que este iba a ser mi viaje. Te invito a pensar que también podría ser el tuyo.

UNA MALETA PARA VIETNAM: A HANÓI HAY QUE IR

Imagina ir a Hanói desde Madrid con una sudadera, leggins y zapatillas, haciendo escala en Beijing capital sin olvidar el abrigo, porque probablemente es uno de los aeropuertos más gélidos del globo terráqueo.

Puede que llegues a la capital vietnamita justo antes de celebrar su Año Nuevo Lunar (este 2024 es el dragón, sinónimo de fortuna, éxito y salud. El mejor año, dicen, para nacer), y que el frío húmedo de su clima te haga cobijarte en una chaqueta y sustituir las mallas por unos pantalones vaqueros, que siempre son buenos aliados. Que con ellos, te recorras la que se considera la primera universidad de todo Vietnam: el bello Templo de La Literatura, uno de los pocos que no tienen relación con el budismo, sino que nació dedicado a Confucio. Después, el mausoleo de Ho Chi Mihn, qué menudo terreno. Es curioso saber que el líder solicitó que tras su muerte sus restos se repartieran en tres zonas diferentes del país (norte, centro y sur), pero que su petición se pasó por alto, y terminó descansando tan solo en esta zona del barrio de Ba Ðình.

*La calle del tren en Hanoi, Vietnam.*

Con la misma indumentaria puedes imaginarte descansando en un banco con un helado observando el horizonte gris del del lago Hoàn Kiếm Lake, donde en invierno la niebla se funde con el agua en una sintonía difuminando el paisaje, dejando de divisar el resto de la ciudad. Vestimenta apta, también, para recorrer después el Old Quarter, deambular por sus innumerables mercados, y, entre motos, farolillos y guirnaldas varias, toparse con la Train Street, donde algún relaciones públicas te convenza de entrar y tomar algo en una de sus terrazas mientras esperas para ver pasar, casi rozándote, el tren. Está claro que el peligro nos atrae: 45 minutos sentado, y tan solo dos segundos para capturar un momento que puede que ni te dé tiempo a grabar.

La decepción por perderse ese vídeo de Instagram se cura con el ajetreo y una cerveza en Beer Street, pero las constantes bocinas de las motos y el movimiento de hulahoop que tendrías que hacer para cruzar la carretera podrían empujarte a querer entrar en algún templo gastro para cenar como un buen local. La carne es espectacular en Gogi House, y el Pho 10 Ly Quoc Su un recomendado Michelin donde comer uno de los Pho Bo más buenos de la capital por menos de tres euros. Si no, esas banquetas bajitas de plástico rojas y azules que adornan los puestos de street food siempre esperan, impacientes, con menús baratos y platos muy calientes.

*Puente Dorado de Da Nang (Vietnam).*

EL DESCANSO DE DA NANG

Para volar a Da Nang necesitarás cambiar de atuendo. Allí la temperatura es más húmeda y cálida, y al contrario que en esta época del año en Hanói, a veces se asoma algún rayo de sol que favorece el baño en la playa de My Khe, con el telón de fondo de la pagoda Linh Ung con su enorme estatua de Buda, y agua de coco en alguna de sus hamacas. Allí mejor vestir bermudas, un top y unas sandalias, o, para sentirse como sus lugareños, reserva espacio para volver con unas Crocs con pines. Hay tantos colores, modelos como gustes, pero te aconsejarán comprar los que más brillo tengan, los Hello Kitty o Pokemon.

Un vestido cualquiera o algo un poco más formal está bien para subir a la azotea del Brilliant Hotel y beber un cóctel viendo el Dragón Bridge, después de cenar en la marisquería Moc Seafood. Hacer cola en este restaurante merece la pena para llenar el estómago con marisco. Y, para alargar la noche no hará falta que te cambies de ropa: tan solo visita el local de techno Saga, y vuelve al hotel o a tu apartamento paseando a luz de los neones de los rascacielos que iluminan la arena de la playa. A cierta hora allí solo hay parejas: consolidadas, recientes y alguna que otra primera cita Tinder de quién viaja solo y busca compañía.

Para ir a Ba Na Hills mejor ropa ligera: un pantalón flojo, una camiseta de manga corta, unas gafas de sol y crema solar serán suficientes (provoca el mismo efecto que una pista de esquí, ya que se encuentra a 1,487 metros de altura). La sensación será una de las más agridulces que imagines de tu estancia en Vietnam. Su teleférico, que ha sido hasta dos veces coronado entre los récord Guinness por su longitud, es la única manera de ir si quieres visitar el famoso y jovencísimo (sí, se construyó en 2018) Golden Bridge. Pero el camino, sobrevolando cascadas y con una de las panorámicas más privilegiadas de la flora de Vietnam, merecerá la pena.

*The Marble Mountains, Vietnam.*

Fue a principios de 1900 cuando los franceses descubrieron esta zona de lo alto de las colinas de Da Nang y crearon allí un pueblo pleno de villas que usaron como refugio para combatir el calor. Después, la guerra le llevó a quedarse huérfano de habitantes, y enseguida quedó en ruinas hasta que, el grupo vietnamita Sun Group decidió volver a darle forma recreando el que existía en el pasado y aderezándolo con lo que podrías ver hoy: una atracción turística plena de hoteles, callejones, tiendas, restaurantes o pastelerías con nombres y letreros franceses que se conjugan con escaleras que te llevan a jardines, monumentos y templos que antes no existían.

Más auténticas son las Ngũ Hành Sơn, conocidas como The Marble Mountains. Para subir sus escaleras empinadas te sirven las mismas zapatillas del primer día, pero necesitarás también una gorra. Son cinco picos montañosos de piedra caliza donde habitan cuevas y pagodas que en el pasado actuaron como meca espiritual. Cada uno de ellos tienen nombre y está relacionado con un elemento: Kim (metal), Thuỷ (agua), Mộc (madera), Hoả (fuego) y Thổ (tierra).

NO OLVIDARÁS HUE

Hue respira tanta humedad como esencia local. Sus noches se pasan de bar en bar en la Walking Street. Los días, a orillas del río Huong (el famoso río Perfume) o en los mercados.

Lo mejor serán prendas aptas como para conducir una moto. Si no sabes hacerlo, hazlo al menos para montar en ella, pues en casi todo Vietnam agradecerás su servicio de Grab, una aplicación estilo Uber con la que puedes realizar trayectos cortos o muy largos en coche o en scooter junto a un driver. Si decides lo segundo olvídate la falda, o al menos lleva siempre pantalones en la mochila de repuesto: no está bien visto montarse con el conductor con prendas mini, pero si lo haces trata de mantener el equilibrio y viaja con las dos piernas emplazadas del mismo lado. Si ellas pueden, tú también.

*Mercado local en Hue.*

Después de visitar el complejo de edificios y templos de la Ciudadela, la que fuera asiento de la corte cuando Hue era la antigua capital del Vietnam imperial, está bien visitar el parque acuático abandonado, el Ho Tuy Thien. Hasta allí me llevó Long en moto. Con una gran sonrisa me explicó que con 19 años tiene mujer y que es padre de un niño de dos años y me contó – usando Google Translate hasta que perdimos la cobertura y acabamos desorientados en mitad de un bosque –, que tan solo estudian tres años inglés. También me explicó que el parque “lo van a derribar en unas semanas y ya no van a construir nada más allí”.

EN HOI AN TE SENTIRÁS EN CASA

Con bikini, en la Hidden o Coconut Beach de Hội An querrás pasar tardes. El naranja del atardecer fundiéndose con el mar de un lado, y del otro un paisaje salvaje de palmeras, gallinas y algún que otro pato te llevan a adorar el momento. Allí no falta de nada, pues con una sola consumición, el restaurante Wild Beach te lo ofrece todo: hamaca, baño, ducha, habitación para cambiarse la ropa y Wifi en toda la playa. Es preciosa, pero el trayecto hasta allí también lo es. Campos con búfalos bañándose en barro, arrozales, y caminitos de tierra con los que vas dando pequeños saltitos en moto que parecen adentrarte en una selva terminada en, nada menos, que el mar de la China meridional.

Aunque probablemente es de lo más turístico que te encuentres en Vietnam, en allí pronto puedes tener la sensación de sentirte en casa. Quizá sea justo esa familiaridad la que, sin importar a quién preguntes, conduce a escuchar que es uno de los lugares que más se recuerdan del país al irse. No extraña que lo sea. Hace calor, pero por las noches refresca, así que allí puedes llevar alguna camiseta ancha y una falda (caminando se recorre fácil) para visitar sus atractivos turísticos, pasear al lado del río, comer en su Mercado Central o probar dos de los mejores Banh Minh que encontrarás: Madam Khan y Phi Banh Mi. No tengo certeza, pero tampoco duda, de que no existen otros que puedan igualarles.

*Las orillas del río esconden panorámicas así en Hoi An.*

La noche requiere una chaqueta. El paseo por Bang Dang viendo los barcos con sus farolillos encendidos, probar las crepes de plátano y chocolate y cruzar a Nguyen Phuc Chu es algo que puedes hacer Antes de ir, mi amiga Laura me dijo que se parecía a Salou de noche, y no le faltaba razón. Allí todo tiene oferta, pero si te adentras un poco en esa zona del otro lado del río encontrarás bares y restaurantes que solo habitan nativos, esos por los que merece la pena quedarse un poco más, donde habita el Vietnam que estabas buscando.

HALONG BAY

Puedes coger el vuelo de vuelta desde Ho Chi Minh y recorrer en un día sus rascacielos o cafés (el norte es más de teína, el sur de cafeína, me dice Phong, guía turístico), o volver desde Hanói, desayunar arroz con mango o noodles, y aprovechar tu último día en un crucero por Halong Bay, de nuevo, en leggins, sudadera y zapatillas. Los motivos: navegar entre sus casi 2000 islas, subir los escalones y ver una panorámica impresionante en la isla de Tiptop, o pasear por la enorme cueva de Sung Sot entre estalactitas jugando a encontrar animales en sus formaciones rocosas.

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Ver fotos: los imprescindibles de Vietnam

Hannah Jane Parkinson en su recopilación de columnas, La alegría de las pequeñas cosas (Círculo de Tiza, 2022), escribe: “Llevar pocas cosas en la mochila también te permite cambiar de planes cuando te apetezca. Y, en mi opinión, los planes se hacen para cambiarlos”. Todo lo que has leído aquí han sido planes que nacieron del azar.

El día que preparaba mi maleta para Vietnam, desde mi habitación de Lisboa, soñaba con una ruta por Sapa con las Sapa Sisters, con una noche en Cat Ba, y con un paseo en barca por Ninh Binh. No sucedió. Pero tenía razón Pucho, de Vetusta Morla, cuando ideó Copenhague, la canción que todavía hoy sigue siendo la más escuchada de la banda indie: “Dejarse llevar suena demasiado bien”, cantaba. “Jugar al azar, nunca saber dónde puedes terminar, o empezar”.

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