¿Alguna vez te has preguntado qué animales comparten con los humanos la capacidad de aprender de la vida social? La ciencia puede responder esta intrigante pregunta.
En una serie de experimentos científicos, 2 especies animales, quizás de las menos pensadas, han demostrado poseer habilidades con parecido a la inteligencia humana.
¿Quiénes son estos inesperados protagonistas y qué podemos aprender de ellos? En este artÃculo te contamos los detalles de estos experimentos cientÃficos y analizamos como la inteligencia se da en el reino animal de maneras sorprendentes.
La capacidad de aprendizaje social en chimpancés y abejorros: Un puente entre especies
Los chimpancés y los abejorros, aunque distantes en el árbol evolutivo, comparten una fascinante capacidad: el aprendizaje social. Esta habilidad les permite adquirir una nueva destreza mediante la observación, algo que se pensaba era solo humano.
Según un artículo publicado en El País, estudios recientes publicados en las revistas Nature Human Behavior y Nature demostraron que tanto un primate como un insecto pueden aprender de sus congéneres de manera compleja y sofisticada.
El equipo liderado por Edwin van Leeuwen en el trabajo con los chimpancés, se propuso desafiar la hipótesis de la ‘zona de soluciones latentes’ (ZLS), que sugiere ciertos comportamientos culturales. Por ejemplo, el uso de herramientas para romper nueces entre los chimpancés, surge de manera independiente en varios individuos debido a la predisposición innata de la especie.
Mediante un experimento con 66 chimpancés residentes en santuarios en Zambia, divididos en 2 grupos, se puso a prueba esta teoría.
A estos chimpancés se les presentó un rompecabezas mecánico que imitaba una máquina expendedora y requería 3 acciones específicas para obtener una recompensa alimenticia.
Tras unos meses de interacción con el dispositivo, ninguno de los chimpancés había logrado resolver el rompecabezas por su cuenta.
Aunque, después de que un chimpancé de cada grupo fuera entrenado para completar la tarea y reintroducido a su grupo, 14 de los 66 individuos lograron aprender la habilidad necesaria para obtener su recompensa. Esto demostró que la observación directa de sus pares era crucial para el aprendizaje.
Edwin van Leeuwen, junto a su equipo y en colaboración con Josep Call de la Universidad de St. Andrews, profundizó en este fenómeno a través de experimentos que evidencian cómo los chimpancés pueden aprender comportamientos complejos a través de la observación e imitación de sus congéneres.
Esta capacidad de aprender socialmente, subrayada por la facilidad con la que los chimpancés adquirieron habilidades para resolver rompecabezas mecánicos complejos observando a otros, sugiere una forma de cultura acumulativa, según mencionó el investigador.
Lo que más llamó la atención de los investigadores es la creación de una “cadena de aprendizaje” dentro de los grupos de chimpancés: un individuo aprende de otro, quien a su vez actúa como modelo para nuevos aprendices.
“Al principio, es uno el que empieza y todos copian de él, pero llega un momento en que otros copian de otros y se establece una cadena”, mencionaron en la publicación del estudio.
Reino animal: los abejorros tienen la capacidad de aprender socialmente al igual que los humanos y chimpancés
La capacidad para aprender comportamientos complejos a través de la observación no se limita a los primates; se extiende sorprendentemente al mundo de los insectos, como lo demuestra el trabajo innovador de Alice Bridges y Lars Chittka.
Su estudio revela que estos pequeños, pero asombrosos insectos también pueden adquirir nuevas habilidades observando a sus compañeros de colonia.
La investigación diseñó un experimento con una caja de rompecabezas especialmente construida para probar esta hipótesis.
El mecanismo de esta caja constaba de 2 etapas, donde los abejorros debían primero mover un obstáculo y luego abrir una tapa giratoria para acceder a una recompensa de agua azucarada.
Al igual que con los chimpancés, los abejorros que no habían sido entrenados previamente fracasaron al intentar resolver el rompecabezas por sí mismos, evidenciando la dificultad intrínseca de la tarea propuesta.
La fase de entrenamiento para las abejas “demostradoras” tomó aproximadamente 2 días, durante los cuales se les incentivó a completar cada etapa del rompecabezas, a menudo con una recompensa después del primer paso.
Lo notable fue que, tras esta fase de aprendizaje, las abejas observadoras, sin entrenamiento previo y sin recibir incentivos en la fase intermedia, lograron completar la tarea de 2 fases imitando a las demostradoras.
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