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El gigantesco simio, conocido como Gigantopithecus blacki, que en su momento alcanzó casi 3 metros de altura y pesaba casi el doble que un gorila, ha sido objeto de fascinación y misterio en el mundo de la paleontología. La incógnita de por qué y cuándo desapareció este legendario coloso, a menudo comparado con “el auténtico King Kong”, ha desconcertado a los científicos durante mucho tiempo.
Hace casi un siglo, el paleontólogo germano-holandés G.H.R. von Koenigswald identificó por primera vez a Gigantopithecus blacki a partir de grandes dientes que se vendían como “huesos de dragón” medicinales en una botica de Hong Kong. Desde entonces, se han desenterrado cerca de 2.000 dientes fosilizados y cuatro mandíbulas pertenecientes a esta extinta especie en cuevas del sur de China.
Investigaciones recientes han arrojado luz sobre la línea temporal que rodea la desaparición de Gigantopithecus, aportando información valiosa sobre las circunstancias de su extinción. Renaud Joannes-Boyau, coautor del estudio publicado en la revista Nature, señala que existe un interés innato en conocer más sobre estas criaturas asombrosas y su destino. Joannes-Boyau es profesor en la facultad de ciencias e ingeniería de la Universidad Southern Cross en Australia.
Según los investigadores, Gigantopithecus se extinguió hace aproximadamente entre 295.000 y 215.000 años atrás, coincidiendo con un período en el que el clima se volvió más estacional y este primate herbívoro se enfrentó a dificultades para adaptarse a la vegetación en constante cambio.
Antes de que el cambio climático afectara a las poblaciones de Gigantopithecus, esta especie prosperó durante aproximadamente 2 millones de años en un ambiente forestal rico y diverso, alimentándose principalmente de frutas, según Kira Westaway, coautora del estudio y profesora y geocronóloga de la Universidad Macquarie en Australia.
La desaparición del simio más grande del mundo
Westaway explica que, hace alrededor de 700.000 o 600.000 años, se produjeron importantes cambios ambientales que dieron como resultado una disminución en la disponibilidad de frutas. Esto llevó a que el Gigantopithecus tuviera que recurrir como último recurso a alimentos menos nutritivos, como corteza y ramitas del suelo del bosque. Dicha explicación se respalda en pruebas encontradas en la estructura dental, como surcos y marcas en los dientes.
Para obtener una línea de tiempo precisa de la existencia de la especie, un equipo de científicos chinos y australianos recolectó muestras de sedimentos de 22 cuevas en la región de Guangxi, en el sur de China, que limita con Vietnam. La mitad de estas cuevas contenía fósiles de Gigantopithecus, mientras que la otra mitad no.
Utilizando técnicas de datación por luminiscencia y datación por series de uranio, los investigadores determinaron fechas precisas para los fósiles y los sedimentos, lo que les permitió crear una línea de tiempo detallada. Según Westaway, en las cuevas más antiguas, de 2 millones de años de antigüedad, se encontraron cientos de dientes, pero en las cuevas más jóvenes, cerca del período de extinción, solo se hallaron 3-4 dientes.
Además, se analizaron trazas de polen en las muestras de sedimento para comprender la flora dominante en el paisaje. El análisis de isótopos de carbono y oxígeno en los dientes de Gigantopithecus ayudó a los investigadores a comprender cómo evolucionó la dieta del simio con el tiempo.
Los resultados de la investigación sugieren que Gigantopithecus no logró adaptarse eficazmente a las cambiantes condiciones ambientales y experimentó estrés crónico y una disminución en su población.
A pesar de que no se han encontrado fósiles de Gigantopithecus que incluyan partes del cuerpo distintas de los dientes y las mandíbulas, su tamaño gigantesco y las características morfológicas sugieren que probablemente vivía en el suelo, caminando sobre sus puños. Un análisis previo de proteínas en un fósil de Gigantopithecus insinuó que su pariente vivo más cercano es el orangután de Borneo.
Aunque se sabe que Homo erectus, un antepasado humano temprano, habitó en el norte de China y en áreas del sur de Indonesia, Gigantopithecus sigue siendo un enigma paleontológico debido a la falta de fósiles no craneales. Sin embargo, esta investigación ha proporcionado una línea de tiempo más sólida para la vida y extinción de esta enigmática especie.
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