Qué es el diseño biofílico

Si piensas en un lugar en el que poder relajarte y huir de la rutina frenética de las ciudades, ¿dónde te imaginas? Seguramente hayas recordado tu última escapada a la montaña o tus vacaciones de la playa. Y es que el contacto con la naturaleza nos inspira calma, reduce el estrés y nos ayuda a desconectar de todo lo demás. Al menos esa es la premisa que ya defendían los impulsores del biomorfismo, un movimiento artístico iniciado a comienzos del siglo XX por arquitectos, científicos y diseñadores.

Esta corriente artística dio origen al diseño biofílico, una tendencia que no solo se limita a introducir plantas en la decoración del hogar. El diseño biofílico tiene una visión mucho más amplia, pues aboga por el restablecimiento de los vínculos entre los humanos y la naturaleza. Para ello, esta línea trata de incorporar o evocar elementos de los paisajes naturales, tanto en exteriores como en interiores, con el objetivo de mejorar el ánimo y el bienestar de quienes habitan esos espacios. El ser humano como parte de la naturaleza y la naturaleza como parte de la civilización.

Beneficios del diseño biofílico

El diseño biofílico es una tendencia que ha resurgido en los últimos años, sobre todo en las arquitecturas de los espacios corporativos. Vivir, estudiar o trabajar en entornos que imitan a la naturaleza nos hace sentir en armonía con lo que nos rodea y nos aporta positivismo y energía. Este tipo de diseño nos permite controlar el estrés y potencia la concentración, la productividad y la creatividad.

Algunos ejemplos de diseño biofílico en el ámbito de las grandes empresas son las oficinas centrales de Amazon en Seattle o el campus de Apple Park en California.

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Uno de los pioneros en el diseño biofílico, Stephen Kellert, introdujo una serie de principios clave conocidos como las 3 experiencias de Kellert.

Introducir elementos de la naturaleza

Esta sería la experiencia directa con la naturaleza, es decir, el contacto sensorial y tangible con características naturales como la luz, el aire o la biosfera. Esto se consigue a través de la apertura de ventanales que permitan admirar el paisaje y contemplar elementos como las montañas, el cielo o el mar.

La ventilación y el contacto con el aire fresco, a través de la apertura de atrios, balcones, terrazas o incluso jardines verticales es también una cuestión importante. Ya sean espacios cubiertos o no, la introducción de plantas autóctonas que florecen y se marchitan ofrece una conexión biológica con los cambios estacionales de la naturaleza.

Otro elemento estimulante y dinámico es el agua, que podemos incorporar mediante fuentes. Una referencia palmaria de este caso sería la casa de la cascada del arquitecto contemporáneo Frank Lloyd Wright.

Utilizar objetos análogos de la naturaleza

Se trata de conectar indirectamente con la naturaleza a través de elementos análogos que emulan las formas y colores de la naturaleza. Esto se puede lograr, por ejemplo, mediante el empleo de texturas y materiales naturales como el cuero, la lana, la madera o la piedra. También con textiles, tapices o papeles pintados que evoquen la caída de las hojas, el musgo o las olas del mar.

Crear espacios naturales

La conexión espacios se consigue gracias a la disposición de zonas amplias y despejados que acentúen la sensación de libertad que reporta la naturaleza. Es importante la disposición de los elementos para establecer transiciones entre las zonas de trabajo y los rincones dedicados a la lectura o la relajación. Para ello, se puede jugar con la intensidad de la luz, las dimensiones del mobiliario o aprovechar las posibilidades que ofrece la propia distribución del hogar: vestíbulos, porches, patios, terrazas, jardines, etc.