Xavi, con sus ayudantes en un entrenamiento en la Ciutat Esportiva.
Devorado por ese Saturno que es el Barça, Xavi tiró la toalla este sábado y anunció que se marchará el próximo 30 de junio. Poco más de dos años después de aterrizar como técnico, lo deja después de verse solo en mitad del escenario, con el terreno completamente comido por el resto de áreas del club, sin la poca gente de confianza que le había ido acompañando y con el único respaldo de su equipo técnico, liderado por su hermano, Óscar Hernández, y en el que también estaban el preparador físico, Iván Torres; otro de sus ayudantes, Sergio Alegre; y los analistas Toni Lobo, David Prats y Sergio García.
Para entender el proceso, hay que echar la vista tres años atrás. Durante las elecciones de 2021, Xavi había estado detrás de la candidatura de Víctor Font (a la postre segundo en las votaciones) como mánager general, con el sueño de cambiar la manera de hacer de un club cuyas estructuras se estaban quedando viejas. El de Terrassa, sin embargo, empezó a fallarse en el momento que dio el sí a Laporta priorizando sus ganas irrefrenables de entrenar al club de su vida, cuando sabía perfectamente que la manera de gobernar el club del presidente azulgrana era completamente distinta a la que él había diseñado con Font. Xavi pensó que podría cambiar cosas desde dentro, pero más allá de sus cambios internos en el vestuario, donde tocó el organigrama físico y médico (sin éxito), en la planta noble no ha logrado ninguna influencia.
Pasito a pasito, las decisiones de Laporta y su guardia de corps fueron aislando a Xavi. Especialmente, desde el pasado verano, cuando Mateu Alemany y Jordi Cruyff se marcharon y dejaron al técnico sin ninguna autoridad en materia de fichajes. El técnico, que sí se había jactado de tener peso en los fichajes de Koundé, Kessié, Marcos Alonso o Christensen la temporada pasada, nunca ha tenido el poder real en materia de contrataciones. Al menos, durante un tiempo, sí dio el OK a ciertas incorporaciones como la de Alves, Adama, Ferran o Aubameyang en enero de 2022. Sin embargo, ya la temporada pasada frunció el ceño con el fichaje de Raphinha, porque prefería gastar esos 60 millones en un futbolista que no se pisase con Dembélé, también extremo derecho. Su sueño era Bernardo Silva, que nunca llegó al Barça.
El aterrizaje de Deco como director deportivo terminó de anular a Xavi, que el pasado verano pidió el fichaje de Zubimendi para cubrir el enorme vacío que dejaba Busquets. Laporta ni lo consideró, incluso lo descartó públicamente casi con desdén. Sin embargo, cerró en julio el fichaje de Vitor Roque por 30 millones de euros más 31 en variables. Además, el técnico pidió un interior creativo, fuese Bernardo Silva o alguien más accesible como Gio Lo Celso. A cambio, se impuso la opinión del director deportivo, con lazos evidentes con Jorge Mendes, que trajo a los dos Joãos (Cancelo y Félix) en contra del pensamiento de Xavi, que empezó a verse anulado.
Pero el proceso de adiós de Xavi se empieza a precipitar desde septiembre. El día 13 de ese mes, el club azulgrana anunció su nuevo organigrama deportivo, que incluye desde entonces una comisión deportiva casi amateur, compuesta por Joan Laporta, Rafa Yuste, Deco, Masip y Bojan Krkic. Laporta decidió no incluir a Xavi en esa comisión que, por ejemplo, este sábado se reunió en comité de crisis para tratar la situación después del 3-5 contra el Villarreal. Curiosamente, antes de que Laporta se viera la cara con Xavi y este le anunciase su intención de marcharse en junio.
La pérdida de poder de Xavi se confirmó en diciembre. Después de perder contra el Girona en LaLiga, y pese a que estaba clasificado para la siguiente fase, Joan Laporta conminó al entrenador a rectificar la convocatoria para el partido de la última jornada de la fase de grupos, e incluyó a Lewandowski, Araújo y Gündogan, que en principio no irían a Amberes. Xavi, que se había ido dejando ganar terreno, también aceptó una injerencia que terminó de romper hilos con un vestuario que le ha apoyado pero que ha percibido una tremenda debilidad del técnico respecto a la planta noble. Todo ha ido pesando hasta que, finalmente, Xavi se ha sentido tan solo, apenas apoyado por sus ayudantes, que ha tenido que tirar la toalla.
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