No hay manera. Los Clippers vuelven a caer y suman su séptima derrota en 11 partidos desde la llegada de James Harden. El nuevo revés fue ante unos Nuggets sin Nikola Jokic, que fue baja por problemas en la espalda. Y ni así pudieron sumar, algo sumamente preocupante si tenemos en cuenta que ni siquiera dan sensación de poder hacerlo. La cara de Tyronn Lue en los últimos segundos era un poema que lo decía todo: la situación es más que compleja, no se puede sacar de donde no hay, reina la anarquía y el individualismo y, encima, el propio Harden funciona poco o nada: su última actuación fue de 11 puntos, 2 rebotes y 4 asistencias en más de 36 minutos, en los que se fue a un 3 de 7 en tiros de campo y 3 pérdidas. Apenas llega a los 14 tantos de promedio con su nueva camiseta y sus números contrastan con los de toda su carrera. Es más, en los dos últimos encuentros no había llegado ni a la decena. Y en este, como si no lo hubiera hecho. Desolador.
Los Clippers llegaron por delante al último cuarto (88-77) y con la situación aparentemente controlada. Pero empezaron a llegar los problemas y la desconexión, fraguada por una final línea que mantiene unida a la plantilla por ratos muy cortos y que, cuando esas estrellas que no lo son tanto intentan hacer la guerra por su cuenta, ejercen sus acciones con un talento que no se parece nada al de antaño. El parcial en los últimos 12 minutos fue de 16-36 y la situación fue tan desesperada que los Clippers decidieron hacer faltas a mansalva a DeAndre Jordan, un veterano que dejó muy atrás sus tiempos de gloria, para que acudiera a la línea de personal. Ni así. Y encima, el pívot se hinchó como titular por la baja de Jokic: 21 tantos, 13 rechaces y 5 asistencias. Su 5 de 11 desde la personal fue anecdótico. Ni se notó.
Los Nuggets pasaron en algo más de 3 minutos de un 90-80 a un 90-92. Luego, empezaron a agrandar distancias, recortadas por un último pero inútil esfuerzo de los locales (100-102). Hasta ahí llegaron: anotaron dos tiros de campo más en los últimos 2 minutos y apenas tuvieron opciones ni respuestas, más allá de alguna doble defensa sobre Reggie Jackson que rompió la dinámica de la defensa individual (elegida por Tyronn Lue porque es más fácil y las estrellas se lían menos) pero que no sirvió de nada. Esta vez, el base, monolítico en su juego, sacó lo mejor de sí, lo que no sirve para considerarle un suplente lo suficientemente fiable de Jamal Murray (que sigue de baja), pero que hizo gala de eso que le ha permitido tener una carrera en la NBA: mucha penetración, suspensión, algún triple y buena visión de juego. Acabó con 35 tantos y 13 asistencias (con 5 rebotes), siendo el héroe de la victoria. Y un 15 de 19 en tiros de campo, con 3 de 4 en triples. Buena selección del lanzamiento, algo por lo que casi siempre (y con razón) es criticado.
Las opciones de los Clippers murieron en el último cuarto, aunque hay quién dirá que lo hicieron con el fichaje de Harden. De las cuatro victorias, dos han llegado ante unos Spurs en horas bajas, otra contra unos Rockets en reconstrucción y otra más, la última, ante los Mavericks de Luka Doncic, la más meritoria a pesar del pésimo papel de los texanos. Y no deja de ser curioso que cuando más sanos han estado Kawhi y George (acumulan más partidos consecutivos que nunca juntos y no se han perdido ningún partido esta temporada), es cuando el proyecto hace aguas. El primero se fue a 31 puntos en 26 tiros. El segundo fue un desastre, básicamente porque en cada partido a uno de los miembros del big four le toca serlo, o eso parece. Acabó con 6, un 2 de 13 en tiros de campo y 0 de 4 en triples. Terrible. Se supone que con su beneplácito contó la llegada de Harden, igual que en su día la de Westbrook (14, con 11 rebotes hoy, buen partido el suyo). Aunque realmente no se sabe si ambos, hacedores del proyecto, se mueven entre bambalinas o miran a otro lado mientras dicen que sí a todo.
Ahora mismo, es muy difícil sacar algún tipo de mensaje optimista para los Clippers. Los resultados son malos, las sensaciones también, la descoordinación es un hecho y Tyronn Lue sabe que esto no es culpa suya y que se puede hacer más, pero no mucho más. Por debajo del 50% de victorias (7-9), los angelinos van undécimos de la Conferencia Oeste y están incluso fuera del play in, por mucho que quede toda una vida por delante hasta abril y que las cosas no sean del todo significativas ahora. Lo que les llega no promete ser precisamente fácil: juegan contra los Kings en Sacramento y ante los Warriors por partida doble, primero en el Chase Center y luego en el Crypto Arena, una pista que pronto dejarán de ocupar para mudarse al Intuit Dome, un dese expreso del dueño Steve Ballmer que ha costado 1.800 millones de dólares. El propietario, cofundador de Microsoft, parece estar más centrado en eso que en cualquier otra cosa. Y bien que hace, claro. A lo otro, mejor no mirar.
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