No eres tú, soy yo, y la selección Colombia
Los idus del 94
Hace 30 años, en el mundial de fútbol de EE.UU., Colombia llegó con un extraño favoritismo. Después de golear a Argentina en las eliminatorias y tener una etapa de preparación casi impecable, el equipo llegó con gran confianza. Sin embargo, el país entero se dejó llevar por un favoritismo irresponsable. Los medios de comunicación inflaron al equipo, la política se involucró de lleno e incluso el narcotráfico tuvo su papel. La selección se convirtió en un bus sin frenos que marchó hacia el precipicio, y todo terminó de la peor manera: eliminados en la primera ronda y con un jugador asesinado.
Treinta años después, estamos ante un equipo que juega bien, con un técnico serio y jugadores aparentemente más profesionales y maduros. Sin embargo, empiezan a aparecer ciertos paralelismos con aquel bombardeo mediático de 1994: favoritismo y la prensa haciendo comparaciones. Es importante recordar que los amistosos son valiosos, pero los torneos son otra cosa. No debemos olvidar el antecedente de la Eurocopa, donde una Hungría que ganó casi todos sus amistosos cayó en el debut, vapuleada por Suiza 3 a 1. El optimismo debe ser moderado, y los amistosos son solo eso, amistosos. Hay que mantener los pies sobre la tierra; las caídas duelen, y ya pasó hace 30 años.
Alberto Vanegas
No eres tú, soy yo
Nadie te hace sufrir, te rompe el corazón, te daña o te quita la paz. Nadie tiene esa capacidad a menos que tú se lo permitas, le abras la puerta y le entregues el control de tu vida. El sufrimiento no proviene directamente de la acción de otra persona, sino de lo que sentimos, pensamos e interpretamos sobre lo que esa persona hizo. Es una consecuencia directa de haber cedido el control a alguien ajeno a nosotros.
Nadie decide por nosotros. Nadie nos obliga a sentir lo que no queremos. Debemos vivir en libertad. Tal vez no podamos controlar todo lo que nos sucede, pero sí podemos decidir cómo reaccionar e interpretar esos eventos.
La próxima vez que pienses que alguien te lastima, te hace sufrir o controla tu vida, recuerda: no es él, no es ella... eres tú quien lo permite, y está en tus manos recuperar el control.
La verdadera libertad radica en nuestra capacidad de elegir nuestra actitud y reacción ante las circunstancias, en lugar de permitir que otros controlen nuestras emociones y decisiones. En ese pequeño espacio de tiempo, tenemos la oportunidad de elegir conscientemente nuestra reacción, en lugar de responder de manera automática o impulsiva. Ese espacio entre estímulo y respuesta es donde radica nuestra libertad y nuestra capacidad de dar forma a nuestras vidas de manera consciente y responsable. Cultivar esa habilidad es clave para ser mejores personas.
Santiago Palacio