Gabriel de la Mora: cuando el arte sucede como ciencia
“Mi definición de arte viene de un paralelo de la definición de energía: el arte ni se crea ni se destruye, solo se transforma”, comparte el artista mexicano Gabriel de la Mora una tarde de primavera desde su estudio en Ciudad de México.
Durante casi tres décadas, sus obras han transformado la materia que, en la vida cotidiana, es descartada al acabar su vida útil. Cabellos, cáscaras de huevo, suelas de zapatos, puertas, bocinas de radios, plumas de guajolote y, desde 2019, también mariposas. “El fin de algo es para mí el inicio de algo más”. De la Mora estudió arquitectura en la Ciudad de México y ejerció por cinco años, hasta que concluyó que la arquitectura no era arte porque cumplía una función y un servicio. Tenía 28 años cuando tomó un vuelo sin escalas de Colima a Nueva York, y se fue a estudiar artes.
Como artista, hoy explora ideas desde el núcleo de la curiosidad humana y motor de la ciencia: ver qué sucede. En su estudio, reconoce con gozo, ocurren actos científicos. Se cuestiona a través de un método, se busca conformar teorías; se experimenta con materiales, atendiendo a la vez sus formas y sus contenidos; se observa lo que el tiempo y las fuerzas naturales hacen a la materia y a la pintura. En ese estudio tiene lugar la geometría, los fractales y los patrones. Por todos lados hay ciencia de la conservación del arte. Las ideas se han convertido en técnicas y el proceso es acumulativo: en más de una ocasión, las series, sus procesos y pensamientos, han catalizado a otras piezas.
Gabriel de la Mora en su estudio en Ciudad de México.
Un estudio para ensayar nuevas técnicas
Gabriel me advierte que quienes visitan el estudio por primera vez sienten que están en un laboratorio. Lo confirmo al cruzar la puerta. Su espacio comienza con una biblioteca, desde donde él y Andrea, su asistente, organizarán las futuras acciones. Ahí hay un restirador bien iluminado, papeles y lápices que son gestos de su rutina, pero también hay materiales recién llegados que destellan con luz propia sobre un escritorio. Se suma un libro de Henri Bergson fuera de la estantería; carpetas y decenas de cajas como preámbulo del ejercicio de clasificación que sostiene buena parte del taller. Luego, más frascos, más contenedores, más herramientas y registros de todo tipo completan distintas escenas dentro de la casa de la colonia Roma que alberga el estudio. Sobre otras mesas hay contadores de mano junto a cuadros en proceso, bocetos con aspecto de instructivos, más cajas y más archivos. Un taller inagotable a la vista. “Nos faltan las batas, pero al final de cuentas siempre estamos sorprendidos”.
En el estudio, la belleza de diferentes técnicas de trabajo anuncian el éxito de sus estrategias, pero también se siente como un espacio de exploración constante. Todo se documenta y archiva, las dudas se comparten con restauradores, entomólogos y conservadores. Además de las 30 personas que elaboran las piezas, el artista trabaja con abogados, contadores, diseñadores y colaboradores externos, según lo exija cada proceso.
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Gabriel no se considera pintor, dibujante o escultor. “Me encanta visualizar cuál es la técnica ideal para aterrizar esta idea o concepto. Muchas veces, técnica o tecnológicamente, no es el momento; es un poco la forma en la que, quiero pensar, piensa un científico. Algunas ideas nos mandan en otra dirección. A veces nos damos cuenta de que algunas no son posibles y la pieza o la serie pueden ser el intento de hacer posible lo imposible”.
Lepidóptera: un lenguaje psicotropical
En el sótano del estudio hay miles de alas de mariposa que dejaron de volar en Perú, Madagascar e Indonesia, y esperan su segunda existencia. Especies como Morpho didius y Papilio ulysses serán parte de Lepidóptera, serie que el artista inició en 2019, un proyecto conformado por distintos mosaicos hechos con fragmentos de alas de mariposas.
La manifestación natural en las texturas y el ADN cifrado en patrones y colores son la paleta de colores del artista. De la Mora accede a la naturaleza de forma directa usando insectos para explorarlos a través de la pintura. Para él, estos seres pueden tener una vida no orgánica a través del arte y la ciencia. “El método que interrumpo es que no regresa a la tierra. Lo detengo, lo transformo para generar estas cajas entomológicas o esta especie de pintura”.
225 I Pa. Ul., 2022 (Izquierda; fragmentos de Papilio ulysses), 720 I Mo.Di., 2021 (Derecha; fragmentos de Morpho didius)
“De alguna manera son testigos para el futuro. No sabemos si esas especies van a extinguirse o cambiar. Quizá en 100 o 500 años pueden ser testigos para estudios y otras cosas ligadas con la arqueología, otro punto que me interesa”. En las culturas mesoamericanas, comparte, la mariposa aparece en códices, murales, vasijas. Es un elemento que importa, como la diosa Ītzpāpālōtl, una mariposa de obsidiana.
Frente a algunos mosaicos, una siente el revoloteo de las mariposas, un deseo de orden en un vuelo suspendido. Otras cajas retienen la potencia de los colores con cuadrículas, los breves destellos de las alas se hacen líneas en el cuadro; en otras, se permite la contemplación de los colores iridiscentes. Gabriel explica que estos son colores mecánicos que funcionan a través de pequeñas escamas con perforaciones que sacan a la luz ciertos colores. Por ejemplo, Morpho Didius, dice, oscila entre negros, azules y verdes, cambia según la posición de quien le ve.
Gabriel de la Mora explora y documenta patrones y colores de la naturaleza.
Años atrás, Gabriel de la Mora compró dos mariposas en vitrinas de entomología. Las mariposas que hoy salen de su estudio en cajitas para ser parte de su obra se conservan gracias a un método que requiere cuidado extremo.
El trabajo en el taller se hace bajo una humedad artificial que cuidan de forma constante para que los materiales puedan manipularse. Lo primero es clasificar los cuerpos según su nivel de conservación. A su estudio llegan los especímenes dañados que los coleccionistas de mariposas no compran. Después se clasifican por color, textura y sexo. Las antenas, patas, cabezas y lenguas se separan y guardan. Las alas se cortan según los diseños que Gabriel hace a mano en su restirador sobre papel milimétrico. Los sobrantes darán vida a otras piezas.
Proceso de trabajo en el estudio de Gabriel de la Mora.
En cajitas individuales y desinfectadas los fragmentos esperan su turno para ser colocadas con precisión en la cartulina de museo. Gracias al enfoque científico, su equipo de trabajo saben cómo colocar las secciones y porciones mariposas para que no se dañen. No se pueden superponer. Para lograr los mosaicos, catalogan el material según la parte del ala a la que pertenecen, así pueden detectar en un futuro si algún factor influye en la técnica. Identificada cada parte, De la Mora crea instrucciones para los mosaicos. A veces, algunas especies le arrojan hasta ocho colores y aunque es extenuante, todo el proceso se registra: así los fragmentos se vuelven conceptos a los que el artista puede volver.
Exploración de una paleta de colores natural.
En 2019, por primera vez intentó cortar algunas mariposas. Entonces se alarmó de lo frágiles que eran; al tocarlas, el polvo y las escamas de los insectos se pegaron a sus dedos, se rasgaban al cortarlas, pegarlas garantizaba su destrucción. Aceptó el reto e inició un diálogo con restauradores y entomólogos. Algunos procesos funcionaron, otros no. Tomó tiempo. Tuvieron que aprender cuánta humedad y temperatura se requería para manipular las alas, encontrar los adhesivos ideales y elegir la guarida final de las mariposas: un vidrio que protege del 99% de los rayos UV y un barniz sobre la caja que no exhala vapores que amenacen lo orgánico. “Una aventura maravillosa de pruebas y errores”.
Árbol genealógico de ideas
Era 1972, en algún sitio de México, un adulto le pedía a un niño de cuatro años escribir una plana de letras eme. El niño acabó su encomienda. Segundos después, determinó voltear la hoja para hacer otra plana: su versión. Un nuevo ejército de letras eme se desplegó sobra una hoja cuadriculada, pero había conflictos en sus formas: emes que parecen un invento de emes, falsas emes, emes en reversa. Las emes están pensadas por un zurdo. El niño deja una prueba de su pensamiento plasmada en una forma.
El niño se convirtió en artista y escribe al revés. Gabriel de la Mora pone atención a las formas que generan espejos, a la repetición y sus diferencias. Le interesa “el futuro que se transformará en pasado y tomar el pasado para transformarlo en futuro”.
2,114 Pa.Ul., 2023 (Las piezas toman el nombre de la cantidad de fragmentos y la especie de mariposa).
Cuando empezó como artista, inició trabajando con materiales que después de 10 años se transformaron y desaparecieron. Por fortuna, dice, ninguna se vendió. Cuando decidió arrancar las superficies de los muros de casas del siglo XIX, recurrió a restauradores de arte y logró su intención. Después de eso, siempre trabajó con restauradores.
También comenzó a estudiar materiales y probar el efecto del tiempo y la luz en la materia. Estar al tanto de sus métodos le dio pautas para proponer otros procesos. Algunos cuestionamientos lo llevaron a la serie “Originalmentefalso”, donde separa los elementos para quedarse con el pigmento de la obra, luego mezclarlo con aceite de linaza y volver a pintar con el resultado.
El artista ha trabajado con robótica desde hace una década.
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Luego vino una serie con bastidores expuestos a la intemperie donde el artista no tenía control sobre la obra. “Iniciamos una acción, lo demás ocurre”. Pintó 12 capas de esmalte en nueve lienzos de lino y los dejó nueve meses en la azotea de su estudio. Los bastidores estuvieron el mismo tiempo expuestos al mismo sitio, pero cada resultado fue único a su manera. La tensión y compresión del frío y el calor hicieron lo suyo. La física, ese componente de las obras que a veces olvidamos, operó generando puntos, círculos y espirales. La imagen remite a otros eventos con lluvia y viento: huracanes.
En el arte, comenta, le parece imposible que se separen belleza y conocimiento. “Para mí todo es formal y conceptual”. Su obra ha sido expuesta por galerías como Perrotin, Proyectos Monclova, Timothy Taylor, también por el Museo Nacional de Arte (MUNAL), Sicardi Gallery y el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca. Sus piezas son parte de colecciones en museos de España, Estados Unidos, México,Colombia, Arabia Saudita y Argentina.
En su taller hay otras espirales: cuerdas de relojes que llama sonidos visuales, lenguas de mariposas escondidas en cajas. “Se forma un árbol genealógico de ideas. Vamos guardando las pruebas y el archivo crece tanto en obras como en trayectoria”.
Sobre su obra, Willy Kautz escribió el libro Pulsión y Método. en esas dos palabras, asegura De la Mora, “resumió todo lo que soy y, más que yo, las obras”.
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