El matón mentiroso y el afónico decrépito
Héctor Abad Faciolince Columnista El Espectador
Estados Unidos acaba de darle al mundo una muestra lamentable de la decadencia de un país que para mucha gente llegó a representar el sueño de un futuro mejor, y para otras naciones el ejemplo de una democracia sólida y vital. En el debate televisivo de este jueves, dos que debían ser los viejos sabios de la tribu solo hicieron alarde: Trump, de sus peores defectos, y Biden, de su irremediable deterioro. El primero sacó a relucir las mentiras ridículas y amenazantes del matón de barrio y del reo que se niega reconocer sus delitos. Y el segundo no pudo disimular lo más triste que a todos nos va a pasar algún día: que el cuerpo no da más, que ha llegado el momento de retirarse, y que lo peor que nos puede pasar es no reconocerlo a tiempo. Es posible que Biden todavía esté en condiciones de dar buenos consejos, pero no parece apto para gobernar la primera potencia del mundo.
Los americanos (tan arrogantes que hasta se creen los dueños absolutos de este gentilicio: Americans) desconocen por completo la modestia. Los educan no solo para aspirar a ser, sino para creer y decir que son los mejores, los más ricos, los más exitosos, los más inteligentes, los más guapos, aunque no lo sean. Y poco a poco la historia los ha llevado hasta aquí, hasta su propia némesis o justicia retributiva: su misma arrogancia los está matando. En la carrera final para ser el primero, el líder supremo, se enfrentan dos ancianos que se acusan y compiten por decidir cuál de los dos ha sido, no el mejor, sino el peor presidente de la historia. “Tú eres el más malo, el peor que ha habido”; “No, el peor y el más malo has sido tú”. Y se lo dijeron tantas veces que dejaron la sensación de que quizá ambos tenían razón y habría que buscar un tercero o un cuarto menos malo.
Dos caballos cojos se disputan el Gran Derby. Y, en vez de correr, se mordisquean el uno al otro diciéndose: Trump: “En golf no eres capaz de dar un golpe de 40 metros”. Biden: “Y tú tienes peor hándicap que yo”. Tan patético que hasta se dieron cuenta: “Parecemos dos niños peleando”. “Más niño eres tú”. Tampoco faltaron los trapitos sucios: Biden: “Tuviste sexo con una actriz porno mientras tu esposa estaba embarazada”. Y Trump: “No tuve sexo con una actriz porno”. Qué nivel de debate plantea el primero, y con qué descaro miente el segundo.
їEste par de esperpentos son lo mejor que pueden ofrecer el Partido Republicano y el Partido DemГіcrata? ВїEl GOP (Great Old Party), el partido de Lincoln que liberó a los esclavos, no tiene nada mejor? ¿Y esto es lo mejor que tiene el partido de Roosevelt, aquel que diseñó el New Deal, el nuevo pacto por el progreso con justicia social? Si es así, entonces no hay una muestra más clara de la decadencia de Estados Unidos. Es muy difícil pensar en cómo una gran potencia democrática puede caer más bajo.
Dicho esto, si los republicanos ya decidieron que un delincuente es lo mejor que tienen para no perder las elecciones, y si a estas alturas ya es imposible que los demócratas encuentren un reemplazo digno en sus filas, entonces de todas formas es preferible el anciano decrépito, afónico y gangoso, pues este al menos va a estar rodeado de personas preparadas, sensatas y no fanáticas. Un presidente no lo es todo en un país que se precia de tener instituciones sólidas: Congreso, Justicia, Cortes, Fuerzas Armadas, Servicio Exterior, Gabinete. Y es mejor alguien dispuesto a proteger con su equipo esas instituciones democráticas, que un bárbaro que llegará a su segundo mandato con la no muy velada intención de demolerlas.
Aunque, si soy sincero, después del absoluto desastre que vimos, creo que lo único que nos puede salvar y que puede salvar a Estados Unidos de sí mismo es un milagro. Es lo que diría un médico ante el lecho de un anciano agonizante. ¿Cuál sería ese milagro? Un tercero capaz de ganarles a los dos viejos vanidosos y camorristas.