¡Pobre Petro!
Presidente Gustavo Petro.
“No hay soledad comparable a la soledad del poder”, dijo Gabriel García Márquez. Y sobre el poder, Gabo, que vivió obsesionado con descubrir los misterios que él conlleva, pronunció muchas otras frases sabias: “Cuanto más poder se tiene, tanto más difícil es saber quién está mintiendo y quién no. Cuando alguien alcanza el poder absoluto ya no tiene contacto con la realidad, y esa es la peor clase de soledad que existe”. “Una persona muy poderosa, un dictador, está rodeado de intereses y personas cuyo propósito último es aislarlo de la realidad”.
Qué bueno recordar estas reflexiones de Gabo ahora cuando tanto se menciona la guerra que parece haber entre las personas más cercanas al presidente Petro: su esposa, Verónica Alcocer; su mano derecha, Laura Sarabia, directora del Departamento Administrativo de la Presidencia; y su mejor, o quizás, su único amigo, Augusto Rodríguez, hoy director de la Unidad de Protección, compañero de Petro desde sus lejanas épocas de militancia en el M-19.
Y es que el asunto no es menor, ni se trata de un simple invento de los medios: fue la propia primera dama quien aseguró, en una denuncia en la Fiscalía, que funcionarios del Gobierno que preside su marido estarían buscando perjudicar su imagen ante la opinión pública.
Incluso, según un informe de este diario, el “fuego amigo ha llegado tan lejos que, desde hace un tiempo, se rompió la confianza de Sarabia y Alcocer con uno de los más fieles escuderos del presidente Petro”, Augusto Rodríguez. También se dijo que ambas, Verónica y Laura, quienes hasta ahora parece buenas amigas, habían pedido que su seguridad no estuviera a cargo de la Unidad Nacional de Protección. No obstante, el martes pasado dicha entidad sacó un comunicado titulado “¿Qué hay detrás de las supuestas renuncias a esquemas de la UNP?”. Allí dice que no es cierto que la primera dama y la directora del Dapre hayan pedido desligarse del esquema de seguridad del DNP. Pero más adelante afirma: en el caso de la primera dama, “una de las últimas novedades tiene que ver con la solicitud elevada (…) sobre la rotación de un grupo de personas de protección y su respectivo reemplazo. Petición hecha a la UNP y ejecutada en la semana anterior”. Y en el caso del esquema de Sarabia, también dice que, por solicitud de ella, se cambió una persona en un movimiento de rutina. Y el comunicado concluye que “la denominada guerra interna entre altos funcionarios del Estado es combustible artificial de especulaciones y rumores”, y que no se descarta que haya “participación de intereses externos buscando fracturar la unidad del Gobierno y su debilitamiento”.
Independientemente de los rumores que circulan, lo que sí es seguro es que, en medio de ese remolino de cuentos, debe sentirse muy solo nuestro presidente quien, de hecho, es una persona ensimismada a la que le gusta aislarse, y quien en la última entrevista que le dio a Cambio, cuando el periodista le preguntó si él confía en alguien y le pidió que le diera cinco nombres de personas en las que él confiara, respondió: “Yo confío en el pueblo. En la administración pública no se puede meter la mano al fuego por nadie”.
De modo que, por estos tiempos, el presidente sí que debe estar recordando esa otra frase lapidaria que sobre el poder pronunció Gabo: “La gran pregunta en el poder (…) sería entonces la misma: ‘¿A quién creerle?’. La cual, llevada a sus extremos delirantes, tendría que conducir a la pregunta final: ‘¿Quién carajo soy yo?’”.
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