Crítica de 'Del revés 2': Pixar secunda la emoción
Crítica de 'Del revés 2': Pixar secunda la emoción
Muchas películas infantiles podrían reducirse a un genérico "¡quiérete tal como eres!", pero pocas tratan de plasmar las contradicciones implícitas. Del revés de Pete Docter desafiaba eso con su validación de la tristeza como pieza clave en nuestra humanidad, cerrando con éxito el arco emocional de emociones literales.
Mas el único regreso efectivo a su mundo residía en la posibilidad de plasmar futuras etapas vitales de su preadolescente central, Riley, como si de una versión conceptual de la saga documental Up (cuyo título comparte con otra joya de Docter) se tratara.
Y allá donde otras secuelas tratan de recrear lo que hizo funcionar la original mediante la forma, esta lo hace mediante el fondo, innovando ante la original en tono, estructura e incluso estilos de animación (esa brillante secuencia de la cámara, casi una Smiling Friends infantil).
Pero su núcleo sigue ahí, sumando matices a través de otra perspectiva: la de aceptar nuestros errores, los claroscuros que nos hacen personas, y ser capaces de aprender de ellos. Porque igual que la propia Riley, Del revés 2 tendrá sus partes mejores y peores, pero tiene sus intenciones clarísimas. Y ese siempre es el primer paso.
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