Miguel Molina y el triunfo del obrero de las carreras en unas 24 horas de Le Mans míticas
No ha sido fácil el camino recorrido por Miguel Molina hasta alcanzar un triunfo que directamente te catapulta al libro de oro del automovilismo. Cualquier victoria en las 24 horas de Le Mans es uno de los logros más altos al que puede aspirar cualquier piloto, pero hacerlo en una de las ediciones más competidas de la historia y a bordo de un Ferrari, te eleva a otra dimensión.
Hay alguien a quien debe de agradecer especialmente Molina su triunfo y es a su jefe Antonello Colletta. El líder del proyecto Hypercar en Ferrari confió en el piloto español pese a que las tentaciones para no haberlo hecho eran muchas. Detrás de Molina no había un palmarés de relumbrón, ni una nacionalidad comercialmente interesante para la marca italiana. Cuando medios de comunicación y el fervor de las redes sociales pedían pilotos estrella, Colletta se mantuvo fiel a sus principios.
El pragmatismo y la poca afición a la fanfarria de Colletta, virtudes que con frecuencia escasean por Maranello, fueron claves para que Miguel Molina fuera uno de los seis elegidos en 2023 en la vuelta a Le Mans de Ferrari 50 años después de su última participación. Hay que tener en cuenta que fue en la mítica prueba de resistencia donde comenzó a forjarse la leyenda ferrarista, muy por encima de la Fórmula 1. No era un retorno cualquiera, por tanto, pero Colletta decidió continuar con el grupo humano que tan bien estaba haciéndolo en la categoría de Gran Turismo.
Hay que tener en cuenta que en la división de coches derivados de serie, salvo raras excepciones, nadie había conseguido doblegar durante medio siglo a Porsche. Pero entre el especialista Michelotto, el equipo de AF Corse y un excelente grupo de pilotos Ferrari logró imponer su ley a la tradicional apisonadora alemana. ¿Para qué inventar, debió de pensar con buen criterio Antonello Colletta? Cuando recibió el encargo de la cúpula ferrarista de ir a por la victoria absoluta en Le Mans, el ingeniero italiano confió en su grupo humano. Bravo por él.
Molina, Fuoco y Nielsen sortearon todas las trampas de las 24 horas de Le Mans y dieron el segundo triunfo consecutivo a Ferrari. (Ferrari Hypercar)
Molina, Fuoco y Nielsen sortearon todas las trampas de las 24 horas de Le Mans y dieron el segundo triunfo consecutivo a Ferrari. (Ferrari Hypercar)
Un equipo cohesionado
El resultado del sensacional regreso de Ferrari a Le Mans en 2023 ya conocemos que se saldó con una brillante victoria. La tripleta que consiguió el preciado trofeo de las 24 horas fue la de Alessandro Pier Guidi, Antonio Giovinazzi y James Calado. La unidad pilotada el año pasado por Miguel Molina junto a Nicklas Nielsen y Antonio Fuoco perdió sus opciones a victoria por un radiador perforado por una piedra. Pero demostraron haber tenido tanto potencial al triunfo como sus compañeros de equipo, si no más.
Para vencer en el mundo de la resistencia y, de forma especial en Le Mans, hace falta dejar el ego del piloto en la puerta y saber que trabajas para un equipo. Las exhibiciones personales aquí sobran, porque son a menudo la trampa perfecta para destrozar una opción de victoria. Es igual de importante saber rodar lo más rápido que se pueda, como entregar el coche al compañero en el mejor estado posible. De nada sirve sacar tiempazos por vuelta si por el camino has ido dejando heridas al coche. Y ese es el secreto de los mosqueteros Molina-Nielsen-Fuoco. Todos para uno, uno para todos.
Cada uno de los tres pilotos tiene sus virtudes. Nielsen por ejemplo en agua va rápido como el diablo, Fuoco en el tráfico y adelantando brilla de forma especial y Molina es ese centrocampista que hace jugar bien a todo el equipo. El español es muy constante en carrera, da feedback técnico a sus ingenieros como ninguno y rarísma vez comete errores. Fue una suerte, sin duda, que el gerundense decidiera un día abandonar el camino de los monoplazas y se pasara a los coches carrozados. No sabemos a donde habría llegado en ese mundo, pero como ha ocurrido con otro grande como es Antonio García, es importante tener grandes pilotos en las grandes competiciones más allá de la Fórmula 1.
Lograr la victoria en Le Mans te convierte en un grande del automovilismo para siempre, pero no hay que olvidar que antes de llegar aquí, Molina ha conseguido logros muy importantes. En karting y monoplazas, el gerundense fue sin duda uno de los mejores pilotos españoles de su generación. Pero no procedía de una familia pudiente y carecía de los contactos que le pudieran colocar en el escaparate internacional. De ese modo, en 2010 decidió dar un giro a su carrera y abandonó los Fórmulas para competir en el DTM (Campeonato Alemán de turismos).
Fuera del radar
Pese a que el DTM siempre ha sido un certamen de un nivel altísimo de coches y pilotos, en España nunca se le ha hecho demasiado caso. Puede parecer un campeonato local, pero ha sido tradicionalmente el terreno en el que han medido fuerzas Mercedes, BMW y Audi. Poca broma. Precisamente a bordo de un Audi, Molina logró ser el primer español en conseguir un triunfo en esta competición. Pero no bastó aquello. El de Lloret de Mar seguía fuera del radar de los medios de comunicación.
Los éxitos de Fernando Alonso han hecho que afición y patrocinadores en España solamente tengan ojos para la Fórmula 1. Cuando el asturiano se tomó unos años sabáticos en la categoría, muchos españoles empezaron a tomar conciencia de la importancia de competiciones como las 500 millas de Indianápolis o las 24 horas de Le Mans. Y gracias a ese impulso, tímidamente se empiezan a valorar ahora en su justa medida a pilotos como Alex Palou, Dani Juncadella o el propio Miguel Molina.
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Molina, cuando acabó la aventura del DTM en 2017 al no ser renovado por Audi, no bajó los brazos y se buscó la vida en el mundo de las competiciones Gran Turismo. Así fue como inició su relación con AF Corse y Ferrari. Pero si el DTM en España encontraba poco eco, que les voy a contar ya a ustedes de campeonatos como SprintX GT Championship series. Daba igual, la cuestión era seguir picando piedra como cantara otro Molina, pero en este caso de nombre Antonio.
Y de ese modo, ese piloto español siempre discreto, siempre trabajador, siempre profesional, se fue haciendo un prestigio dentro de la nómina de pilotos de Ferrari en las competiciones GT. Nada es casual en esta vida. Cuando llegó el momento de evaluar las candidaturas de pilotos para el regreso de la marca del Cavallino a Le Mans, Molina pasó merecidamente el corte. Hoy le llega la gloria a los 35 años de edad a un obrero de las carreras. Y a mucha honra habría que añadir. Felicidades, Miguel.