¡Pilas, Eder!
AME3746. CALI (COLOMBIA), 12/06/2024.- Fotografía cedida por la alcaldía de Cali donde se observa al alcalde Cali Alejandro Eder (2-d) y la gobernadora del Valle del Cauca Dilian Francisca Toro (c) durante un consejo de seguridad este miércoles, en Cali (colombia). Más de 10.000 uniformados de la fuerza pública colombiana se desplegarán en las calles de Cali y en la zona rural de la ciudad, en el suroeste del país, como parte del plan de seguridad presentado para la COP16, que se celebrará entre el 21 de octubre y el 1 de noviembre de este año. EFE/ Alcaldía de Cali/SOLO USO EDITORIAL/SOLO DISPONIBLE PARA ILUSTRAR LA NOTICIA QUE ACOMPAÑA (CRÉDITO OBLIGATORIO)
Más grave que los atentados que ya se han vuelto diarios en Jamundí y las goteras de Cali, por obra y gracia de las disidencias de las FARC comandadas por alias Iván Mordisco, es la declaración del arzobispo de Cali, Monseñor Luis Fernando Rodríguez, en la que advirtió que las autoridades locales no tienen el control del Valle del Cauca. Esa es una bomba de muy alto cilindraje, porque tiene el poder de multiplicarse en las homilías en una ciudad que sigue siendo más rezandera que salsera.
Si el más alto jerarca de la iglesia católica en la Cali bella, siempre consentido en los clubes y salones privilegiados de las elites lugareñas, se atreve a hacer ese diagnóstico tan pesimista y grave, es porque el panorama no se ve fácil. Aunque la gobernadora Dilian Francisca ha desmentido la apreciación del obispo -quien no es propiamente el jefe de la oposición-, lo cierto es que están tratando de ocultar el sol con los dedos de la mano.
En efecto, lo de Jamundí no es un hecho aislado, sino una amenaza al orden público que no puede manejarse con los recursos y esfuerzos regionales, por muy buenas intenciones que se tenga, porque es menester la presencia de la fuerza pública de manera permanente y mucha inteligencia técnica que ponga al margen del conflicto a la población civil pero que la proteja. Si no es así, lo mejor sería empezar por olvidarse de la realización de la COP16, evento en el que no solo los vallecaucanos sino todos los colombianos tenemos fundadas esperanzas y el deseo sincero de que salga bien.
Lo peor que podría suceder, no solo a la Sultana del Valle, es que ese importantísimo certamen se cancelara porque desistan de venir algunas delegaciones, como lo sugirió el expresidente Santos, a semejanza de como perdió Barranquilla la sede de los juegos panamericanos, garrotazo económico del que aún hoy sigue sin recuperarse.
Es la hora en la que Alejandro Eder demuestre que en sus manos la ciudad estará a salvo y ojalá lo logre, sobre todo si aterriza y comprende que el ejercicio del poder no es echar globos, ni andar mostrándose como modelo en pasarela, ni dar declaraciones vacuas que solo dejan en claro el propósito de incentivar la vanidad personal y familiar.
Eder ha convocado consejos de seguridad cada vez que hay ruido en el orden público, y repite que la principal preocupación es asegurar a Cali y Jamundí, y, con más ingenuidad que convicción, afirma que: “La COP16 no está en riesgo, se hará en Cali de manera exitosa”.
La paradoja mortal de un gobierno agobiado por la violencia es que mientras las fuerzas del orden pueden acertar en muchos operativos y hasta capturar a miles de delincuentes y sospechosos, a los terroristas les basta coronar un solo atentado y con un único bombazo en un sitio concurrido, porque con esa insular acción son capaces de desatar el caos y el pánico. Severa admonición no solo para Eder sino también para Galán, el otro burgomaestre perfumado que anda más entretenido con su futuro personal que con el presente de la capital.
Nadie está apostándole a que la COP16 no pueda realizarse, menos los vallecaucanos que estamos conscientes de la trascendencia de este acontecimiento universal que le puede cambiar la cara al departamento, como ocurrió con los Panamericanos del 71 que empujaron al entonces villorrio que era Cali a la encantadora ciudad que es hoy.
No, alcalde, ponga el grito en el cielo: hágase oír en toda la Nación con carácter y fuerza. Desfarandulícese, válgase del inmenso poder y respaldo empresarial que aún lo acompaña a pesar de sus reiteradas vacilaciones, crea en sus momios pero sin olvidar las gentes humildes y sencillas de la región y exíjale al Gobierno de Petro la presencia y ayuda que solo pueden prodigar las autoridades nacionales. Siga el ejemplo de la valerosa alcaldesa de Jamundí, Paola Castillo, quien sabe lo que debe hacer y lo está haciendo.
Y una cosa más: utilice también la asesoría de gobiernos y agencias extranjeras, porque lo que está por pasar en su ciudad -la misma en la que están sepultados para siempre mis mayores- puede no solo hacer sucumbir la COP16 sino llevar al naufragio sus desbordadas aspiraciones de escalar a la Presidencia de la República. Si no, prepárese para el desastre.
Adenda. El mundo entero espera con ansiedad las elecciones presidenciales en la dictadura venezolana. Esperemos que sea el inicio de la transición hacia la democracia, pero lo dudo: Maduro y su pandilla tienen todo que perder.