Democracia en crisis: disenso, censura y desconfianza
Democracia en crisis: disenso, censura y desconfianza
La democracia, en su esencia más pura, es un sistema que se nutre del debate, la diversidad de opiniones y el respeto mutuo. Sin embargo, en las últimas décadas, hemos sido testigos de una erosión preocupante de estos principios fundamentales. De acuerdo con datos de la organización Latinobarómetro y el Índice de Democracia de The Economist, la preferencia por la democracia ha disminuido significativamente y un número creciente de ciudadanos no ve diferencias esenciales entre un gobierno democrático y uno autocrático, mientras que el autoritarismo avanza cada vez más.
Por la mañana, al despertar, comienzo a ver varios canales de televisión nacionales e internacionales. Desde luego, buscando iniciar el día sabiendo lo que ha pasado y tratando de entender lo que puede pasar. Más tarde, en el auto, hago lo mismo con las diferentes emisoras de radio. Me gusta escuchar un poco “de un lado” y un poco “del otro”, porque siempre hay que intentar combatir eso que se llama “sesgo de confirmación”. Y, claro está, como nos ocurre a la mayoría en pleno año 2024, reviso veinte, cincuenta o cien veces el celular durante el día; Twitter (hoy X), Instagram, YouTube, TikTok, WhatsApp. Una y otra vez.
Sí, que la información corre rápido es una verdad, y que tantas formas de mantenernos conectados es una ventana hasta de lucha para quienes enfrentan países donde reina la censura y la autocensura, también. Pero al unísono veo y escucho, constantemente, allí en la televisión, en la radio y en las redes sociales, cómo en muchos casos se ha roto la posibilidad de debatir sanamente e incluso se ha criminalizado el disenso, esa potestad que solo tenemos quienes vivimos en democracia y que añoran aquellos que no.
Todo esto, sin duda alguna, es una afrenta a la libertad, pues, sin la posibilidad de conversar desde la diferencia de ideas, no solo se rompe la esencia misma de la democracia, sino también se pone en peligro el contrato social (disculpen lo “rousseauniano”).
Esto me da pie a un punto que vengo desarrollando desde hace años con profunda preocupación y, por ello, con un llamado a la acción: ¿cómo está hoy la democracia?
La erosión en números. Según datos de la organización Latinobarómetro, en 2010 solo dos de cada diez ciudadanos preferían la democracia frente a otras formas de gobierno. En 2023, esta cifra se redujo a uno de cada diez, lo que indica una disminución alarmante en el apoyo a la democracia. Además, el número de personas que afirmó que les da lo mismo un gobierno democrático o uno autocrático casi se ha duplicado. Este cambio en la percepción pública refleja una crisis de confianza en los sistemas democráticos que no podemos ignorar.
El último Índice de Democracia elaborado por The Economist es igualmente preocupante. Menos del 8% de la población mundial vive en democracias plenas, mientras que se encontró un incremento del 2,5% en la proporción de personas bajo gobiernos autoritarios desde 2022. De los 167 países evaluados, solo 74 son considerados “democracias plenas” o “democracias defectuosas”, mientras que 34 son catalogados como “regímenes híbridos” y 59 como “regímenes autoritarios”. Es preocupante notar que hay más regímenes autoritarios que democracias plenas en el mundo.
En América Latina y el Caribe, el puntaje del Índice de Democracia ha disminuido por octavo año consecutivo, pasando de 5,68 a 5,79. La región cuenta únicamente con dos “democracias plenas”, Uruguay y Costa Rica, mientras que cuatro países son identificados como “regímenes autoritarios”, Haití, Cuba, Venezuela y Nicaragua.
No menos preocupante es la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa de 2024 de Reporteros sin Fronteras, quienes señalan que la libertad de prensa está siendo amenazada por quienes deberían ser sus garantes: las autoridades políticas. El indicador político, uno de los cinco que conforman la puntuación de los países, es el que más desciende en 2024, con una caída de 7,6 puntos. Este dato es alarmante, ya que la libertad de prensa es un pilar fundamental de la democracia, necesario para garantizar el flujo de información y la rendición de cuentas.
Estos indicadores demuestran, entre muchas otras cosas, que la posibilidad de llegar a acuerdos mediante la discusión y el intercambio de ideas se hace cada vez menos frecuente, y ello, indudablemente, es un claro síntoma de la erosión democrática a nivel mundial.
La importancia del disenso. El disenso es el acto de expresar una opinión diferente o contraria a la de la mayoría. En una democracia, este no solo es permitido, sino que es fundamental para su funcionamiento saludable, pues promueve la expresión de diversas perspectivas y fomenta el debate constructivo, lo cual es esencial para la toma de decisiones informadas y justas.
El disenso es la piedra angular sobre la que se construyen sociedades pluralistas. Permite que las minorías sean escuchadas y que sus preocupaciones sean tomadas en cuenta, evitando así la tiranía de la mayoría. Sin este, las democracias corren el riesgo de convertirse en regímenes donde solo prevalece una única visión de las cosas y donde interpelar al poder sea mal visto.
Sin embargo, tal y como ya he descripto anteriormente, estamos, en muchos casos (para evitar generalizaciones) frente a una realidad donde el debate ha sido reducido a su mínima expresión y la crítica –constructiva– es tomada como una bandera de guerra.
Hace pocos días vi un debate respetuoso e incluso muy interesante entre el periodista Osvaldo Bazán y la canciller argentina, Diana Mondino, dos personas a las que valoro, respeto y agradezco mucho por su compromiso con la lucha democrática venezolana. Lo lógico es que aquel intercambio de ideas y de visiones quedara en la mesa donde ocurrió o alentara a seguirlo fuera de ella, pero con el mismo respeto que allí se tuvieron. Pero no, o al menos no lo vio así todo el mundo. Los insultos no se hicieron esperar y los señalamientos (sin fundamentos), tampoco. Es esa la compleja situación a la que hoy debemos buscar darle la vuelta, pues no puede existir una sociedad que mejore lo que funciona y que reconstruya lo destruido si la primera reacción es levantar el escudo y sacar las armas cuando, del otro lado, ni siquiera se ha pensado en una batalla. Una razón para esta conducta, aunque no la única, es la polarización política.
Polarización política. Es una de las mayores amenazas al disenso y al debate respetuoso en la democracia contemporánea. Cuando las sociedades se dividen en bandos opuestos que se ven a sí mismos como enemigos irreconciliables, el espacio para el disenso y el debate se reduce drásticamente. Esto fomenta la intolerancia y la desconfianza, impidiendo el diálogo constructivo y alimentando la descalificación mutua entre grupos opuestos, erosionando los cimientos del diálogo democrático y la deliberación constructiva.
Este fenómeno no solo debilita la capacidad de las sociedades para alcanzar consensos, sino que también fomenta un clima de desconfianza y hostilidad que socava las instituciones democráticas. Autores como los italianos Giovanni Sartori y Giacomo Sani consideran que la polarización es mucho más peligrosa para una democracia que la misma fragmentación política, es por ello que enfrentarla es esencial para revitalizar el espacio público, permitiendo el debate de ideas de manera respetuosa y productiva. Al promover una cultura política basada en el respeto y la tolerancia, se fortalece la democracia y se facilita la búsqueda de soluciones inclusivas y efectivas a los desafíos comunes.
Y es en este punto donde la labor ciudadana cobra fuerza, pues si las acciones de las élites gobernantes promueven cada vez menos el respeto por la diferencia de ideas y la conciliación como forma de resolución de conflictos, es desde la sociedad misma que se deben generar estos cambios.
Los ciudadanos debemos estar bien informados sobre nuestros derechos y responsabilidades, así como sobre la importancia del disenso y el debate para la salud de la democracia. La educación cívica puede desempeñar un papel crucial en este sentido, enseñando a las personas cómo participar de manera constructiva en el proceso democrático y cómo defender sus derechos.
Hacia una sociedad más libre. Para construir una sociedad más plural debemos fomentar la inclusión y la diversidad en todos los aspectos de la vida pública. Esto incluye asegurar que todas las voces, especialmente las de las minorías y los grupos marginados, sean escuchadas y valoradas. La diversidad en el debate enriquece la democracia y garantiza que se consideren todas las perspectivas.
Hoy vemos que las críticas constructivas son, muchas veces, respondidas con agravios personales o ataques que nada tienen que ver con la idea planteada. Hay que acabar con el insulto como forma de respuesta inmediata, hay que poner en el centro de la discusión las ideas y no la persona. Hay que fortalecer a la sociedad desde el entendimiento.
El disenso y el debate son elementos esenciales de la democracia que debemos defender y promover activamente. En un mundo donde la preferencia por la democracia está disminuyendo y la libertad de prensa está amenazada, es más importante que nunca reafirmar nuestro compromiso con estos principios fundamentales. Como ciudadanos, tenemos el deber de participar activamente en el proceso democrático, apoyar la libertad de prensa y promover una cultura de respeto, tolerancia y empatía. Solo así podremos construir una sociedad más libre, plural y justa para todos.
El camino hacia una democracia plena y saludable no es fácil, pero es un esfuerzo que vale la pena. El disenso y el debate no solo fortalecen nuestras democracias, sino que también nos permiten crecer y evolucionar como sociedad. Al abrazar la diversidad de ideas y fomentar el respeto mutuo, podemos enfrentar los desafíos del presente y construir un futuro más brillante y democrático.
*Defensora de derechos humanos. Secretaria general del Foro Argentino para la Defensa de la Democracia. En 2019 fue embajadora en Argentina del gobierno interino de Venezuela.