He visto la película 'El exorcista' en una iglesia del siglo XIV y así fue la insólita experiencia que viví desde dentro
El Festival Play-Doc, el evento de cine internacional con sede en Tui (Galicia), acogió en su 20º edición una retrospectiva a uno de los grandes cineastas de la historia del cine: William Friedkin. El director de obras maestras del séptimo arte como ‘French Connection: contra el imperio de la droga’ (1971) y ‘Carga maldita’ (1977) falleció el 7 de agosto de 2023, hace menos de un año, y su figura siempre ha estado infravalorada al ‘competir’ con una generación en la que despuntaron nombres como Francis Ford Coppola o George Lucas. Friedkin nos dejó como el autor de algunas de las películas más emblemáticas del cine contemporáneo, como ‘El exorcista’ (1973), para muchos la mejor película de terror de la historia del cine. Y precisamente este título fue el encargado de poner el broche de oro al homenaje a su trayectoria dentro del festival gallego.
exorcista iglesia
‘El exorcista’ se mantiene más de 50 años después de su estreno como una de las películas más influyentes de todos los tiempos, y su huella se sigue notando (y de qué manera) en el cine de terror actual. Una película terrorífica que plasma en pantalla la mayor de las batallas entre el bien y el mal, entre la ciencia y la fe, entre la lógica y lo inexplicable… Y qué mejor lugar para proyectar ‘El exorcista’ que el interior de una iglesia que data de principios del siglo XIV: el convento de Santo Domingo de Tui.
el exorcista iglesia poster
En la presentación, los representantes de Play-Doc explicaban que la elección de un lugar sagrado para la proyección de una película teóricamente blasfema no era una provocación, sino todo lo contrario, y que se había organizado con el beneplácito de sus titulares. Sin embargo, habría que señalar que hace ya varios siglos que el convento de Santo Domingo, a orillas del río Miño, fue desamortizado y ya no se realizan cultos en su interior, y que los dos exorcistas actuales que existen en Galicia (porque, sí, aún hay exorcistas en activo en España, y son bastantes más de los que imaginas) tienen prohibido hablar sobre el tema por orden de su diócesis.
Por un lado, es cierto que ‘El exorcista’ es una película que rema intrínsecamente a favor del catolicismo, puesto que no deja de ser un triunfo de Dios y de sus representantes en la Tierra sobre el Maligno. “El poder de Cristo te obliga”, es el mantra que no paran de repetir el Padre Karras (Jason Miller) y el Padre Merrin (Max von Sydow) para liberar a la tierna e inocente Regan (Linda Blair) del espíritu demoníaco que habita en su interior. Por otro, el morbo está servido cuando en esa misma película se representa la profanación de una iglesia y de sus símbolos religiosos (entre otras muchas cosas).
Y es ese morbo, al fin y al cabo, el que llenó la iglesia en el evento más multitudinario del festival, con gente haciendo cola en la entrada para recoger el vaso de chocolate caliente que obsequiaba la organización a los presentes para tratar de combatir un frío que, como en el cuarto de Regan, formaba nubes de vaho entre el público sentado en el convento. En el interior, una luz roja, el color del diablo, iluminaba el gran retablo barroco detrás de la pantalla, situada justo delante del altar, mientras las lúgubres notas del ‘Tubular Bells’ de Mike Oldfield inundaban una nave central donde las sillas habían sustituido los clásicos bancos de madera.
el exorcista nina iglesia
Los feligreses allí reunidos soltaban de vez en cuando una risita nerviosa o un comentario jocoso para relajar la tensión, pero en cuanto comenzó la proyección y las letras ‘THE EXORCIST’ ocuparon la pantalla, se hizo el silencio. Un silencio que, hasta que llegaron los títulos de crédito, solo fue interrumpido por algún que otro susto, puesto que el efecto de la iglesia se diluyó en cuanto la gente se sumergió en la historia. El público se olvidó durante más de dos horas de dónde estaba y por qué, y la sorpresa y la curiosidad inicial pasaron a un segundo plano ante la magia del cine, que es lo único sobrenatural y divino que aconteció esa noche entre los muros de piedra del convento.