Hace 30 años, Jesse y Céline se subieron en un tren con destino Viena: la trágica historia de amor que inspiró Antes del amanecer

El 16 de junio de 1994, hace hoy 30 años, Jesse (Ethan Hawke) y Céline (Julie Delpy) se embarcaban en un tren desde Budapest con destino Viena y entablaban una conversación que se prolongó –con interrupciones– durante otros casi 20 años y que ha servido de espejo/educación sentimental para más de una generación.

Ellos, tanto los actores como los personajes, son símbolos de la generación X y de “la última década lenta” –como la definió Nuria Pérez en su excelente podcast Gabinete de curiosidades–, de un tiempo en el que vivíamos a una velocidad distinta, de cintas de cassette, libros físicos y miradas al infinito a través de una ventana.

Antes del amanecer (en España se estrenó el 23 de junio de 1995, un año después del encuentro en la ficción de los veinteañeros) es hija de su tiempo, de una manera de hacer cine independiente que añoraremos siempre –no tanto a Harvey Weinstein, por mucho que fuera uno de sus impulsores–.

Vio la luz en una época cinematográficamente improbable, una que nos regaló a Quentin Tarantino, Steven Soderbergh y Richard Linklater, responsable de esta película y de sus dos secuelas, Antes del atardecer (2004) y Antes del anochecer (2013); así como de la recién estrenada Hit Man.

Linklater, rodando *Antes del amanecer*

Linklater se curtió en la escena de Austin (Texas) en los 80, mucho antes de que se convirtiera en una de las ciudades más cool de Estados Unidos, y allí fundó la Austin Film Society junto a, entre otros, Louis Black, responsable de poner en marcha allí South by Southwest (SXSW), uno de los festivales culturales más relevantes del panorama actual. Se propuso hacer lo que nadie hacía fuera de Nueva York o Los Ángeles: cine experimental en la América profunda. Empezó con cortos y su ópera prima en el largo, Slackers (1990) –un filme que retrata las tribulaciones de una panda inadaptados durante un solo día; el tratamiento del tiempo siempre ha sido una de las claves de su filmografía– lo sacó adelante con solo 23.000 dólares. Recaudó un millón, lo bastante para que luego le dieran seis millones para su siguiente película, sabiendo además que la iba a centrar en un grupo de adolescentes durante su etapa en el instituto y con una gran banda sonora, algo que llevaba funcionando bien desde que George Lucas puso diera el pistoletazo de salida al subgénero con American Graffiti (1973).

La cinta resultante, Dazed and Confused (1993), nos descubrió a un tal Matthew McConaughey (y sirvió de plataforma asimismo para unos jovencísimos Ben Affleck, Parker Posey y Milla Jovovich) y es hoy en día absolutamente venerada, pero entonces fue un fracaso en taquilla, recaudando solo 8 millones de dólares (se redimió luego parcialmente en VHS).

Era sin embargo una época distinta, donde el talento se trataba con respeto y Castle Rock, la productora del gran Rob Reiner, le dio 2,5 millones de dólares para rodar su siguiente película, que tenía un punto de partida bastante vago: seguir a dos veinteañeros –él estadounidense, ella francesa– que se acaban de conocer mientras hablan y pasean (y se enamoran) durante una tarde y noche en Viena.

Era un concepto nada ajeno al cine europeo –bebe mucho de Éric Rohmer– pero bastante marciano para el estadounidense de entonces (la libertad de los 70 ya quedaba lejos), pero Linklater –quien recordemos que luego convenció a un estudio para rodar Boyhood durante más de una década– quería sacarlo adelante como fuera, porque había una motivación personal importante detrás, una que el realizador no reveló en público hasta muchos años después.

Todo partía de una experiencia propia, de un “breve encuentro” que tuvo él con una mujer llamada Amy Lehrhaupt, a la que conoció mientras visitaba a su hermana en Filadelfia en 1989, cuando él tenía 29 años y acaba de finalizar el rodaje de Slacker.

Rick le deslizó una nota a Amy después de flirtear en una tienda de juguetes: “Voy a estar en la ciudad solo esta noche, por si quieres hacer algo luego”. Quedaron, compartieron varias horas hablando sobre el arte, la vida y la existencia y en un momento Linklater le dijo “voy a hacer una película sobre esto”. “¿A qué te refieres con ‘esto’? ¿De qué hablas?", le contestó ella. “Sobre esto, sobre este sentimiento, sobre lo que está teniendo lugar entre nosotros”.

Ese momento en particular encuentra su reflejo en la película cuando Céline le dice a Jesse: “Creo que si Dios existe no está dentro de nadie. No en ti ni en mí, sino en este espacio entre nosotros”, pero el filme no sigue por supuesto de manera completamente fiel el encuentro real.

Linklater y Lehrhaupt, quien tenía 20 años entonces, también pasaron la noche juntos caminando, desde medianoche hasta las seis de la mañana, y compartieron algún momento romántico (por lo menos un beso, aunque el realizador prefiere mantener el misterio sobre si hubo algo más), pero a diferencia de Jesse y Céline, que lo dejaron todo en el aire para un encuentro en el mismo lugar al año siguiente, ellos sí que intercambiaron números y direcciones, y mantuvieron el contacto durante un tiempo (él vivía en Austin y ella en Nueva York, a casi 2.500 kilómetros de distancia).

Intercambiaron cartas y llamadas durante los meses siguientes, pero no se volvieron a ver y, como suele ocurrir, Linklater conoció a alguien y el contacto se desvaneció de manera natural. Lo que no desapareció fue la fuerza de ese encuentro y el deseo de recrearlo, de inmortalizarlo de alguna manera a través del sonido y la imagen, y casi un lustro después Richard se puso manos a la obra junto a su amiga Kim Krizan, quien había actuado en Slackers y Dazed and Confused. En poco más de diez días ya tuvieron listo un primer guion.

Ethan Hawke y Julie Delpy

No es sin embargo el que vimos luego en pantalla, porque todavía faltaba que los actores protagonistas pusieran su granito de arena. A pesar de su juventud, Ethan Hawke y Julie Delpy llegaban con un más que interesante bagaje detrás: Hawke se había dado a conocer en la adolescencia con El club de los poetas muertos y Colmillo blanco; y antes de la película de Linklater ya había estrenado ¡Viven!, la cinta sobre los supervivientes del accidente de vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya (la misma historia que ha llevado recientemente de nuevo a la pantalla J. A. Bayona en La sociedad de la nieve) y Reality Bites (Bocados de realidad), otro de los filmes más conectados con la identidad de la generación X. Aun así, el proceso de casting fue largo, demorándose nueve meses y al principio el director no quería a Ethan porque lo veía demasiado joven (seguramente estaba pensando en él mismo con 29 años, nueve más que Lehrhaupt).

Delpy es de hecho un año mayor que Hawke y también llegaba con unas credenciales impecables: había trabajado a la orden de maestros como Jean-Luc Godard, Bertrand Tavernier, Agnieszka Holland y Krzysztof Kieślowski, y además se había formado en cine en la Universidad de Nueva York, con lo que su inglés era impecable (aparte de que su personalidad convenció a Linklater desde el primer momento).

El realizador quería que los intérpretes se implicarán en el guion, al que nunca consideró acabado y fue cambiando con su ayuda y el constante intercambio de ideas durante todo el rodaje (los actores no están sin embargo acreditados como guionistas, algo que cambió en la siguientes entregas). Así contó la experiencia Delpy a The Guardian en el 25º aniversario del estreno:

Julie Delpy, Richard Linklater e Ethan Hawke, durante el rodaje.

“El guion original de la película, lo crean o no, estaba vacío de romanticismo, aunque Richard Linklater lo hubiera basado en una mujer con la que pasó una noche caminando por Filadelfia. Era un gran punto de partida, pero era todavía más cerebral y con más diálogos. Él quería capturar algo lo más auténtico posible, así que quería que los protagonistas también se implicaran y ya en las audiciones nos preguntó sobre lo que queríamos transmitir. Le comenté algunas cosas que luego acabaron en el filme, como lo de que Dios existe en el espacio que hay entre dos personas”.

Linklater también quería reconectar con Amy de alguna manera a través de la película, quien no contestaba ya a sus cartas o llamadas (recordemos, entonces los teléfonos fijos eran todavía la norma y los números no duraban toda una vida) y daba por hecho que se había mudado. Como los nombres de los personajes eran distintos y todo transcurría en una ciudad europea, el director se encargó de meter algún guiño a su noche de 1989 para que Lehrhaupt no tuviera dudas, como asegurarse de que Jesse y Céline también escucharan en una tienda de vinilos la canción Come Here de Kath Bloom, al igual que hicieron ellos.

Richard fantaseaba con que Amy se presentara en algunas de las proyecciones especiales a las que asistió él, pero nunca sucedió. No tenía pretensiones de resucitar la chispa romántica con ella, para entonces ya estaba con Christina Harrison –quien se convirtió en su mujer y con la que ha tenido tres hijos, incluida Lorelei Linklater, a la que vimos actuar en Boyhood–, pero sí quería un conclusión y sobre todo agradecerle la inspiración para su carrera.

Por lo menos, eso le dio la idea para el arranque de la secuela, Antes del atardecer (ojo, spoilers para aquellos que no hayan visto la primera película): dado que Céline no puede acudir a su encuentro en Viena porque fallece su abuela y nunca intercambiaron información de contacto, Jesse decide escribir casi una década después un libro recreando la experiencia, con la intención de que ella lo busque en su presentación en París, donde ella vivía (cosa que en la ficción sí ocurre).

Durante mucho tiempo, hasta que estaba punto de estrenarse la tercera parte de la trilogía en 2013, Richard no desveló en público la identidad de Amy. Lo hizo por primera vez a The Times, y porque ya había pasado un periodo prudencial desde que él supiera por fin qué había sido de ella. Tres años antes, recibió una carta de un amigo de Lehrhaupt que conocía el encuentro entre ellos y que había sumado dos más dos después de ver las dos primeras películas. “No pudo ser más triste” contó Linklater a The Times: por la misiva se enteró de que Amy había fallecido en mayo de 1994 en un accidente de moto, antes de cumplir los 25 años y justo cuando él se encontraba en Viena en medio del rodaje de Antes del amanecer. Había llegado el momento de que se conociera su nombre, “porque nunca sabemos el impacto que podemos tener en la vida de otros”, como decía el director, quien se ocupó de incluir un agradecimiento especial a Amy Lehrhaupt en los créditos de Antes del anochecer.

Se está hablando de…

• Daniel Brühl, en la piel de Karl Lagerfeld: "Le dije a mi mujer antes del rodaje: 'Me voy a enamorar de un hombre durante unos meses, luego volveré”
• El duque de Westminster se casa con Olivia Henson: una novia con vestido de espalda al aire, zapatos españoles de terciopelo azul y una de las pocas tiaras de Fabergé que existen
• Los invitados a la boda de los duques de Westminster: el príncipe Guillermo, Eugenia de York, las hermanas del novio…
• Isabel Rodríguez-Legorburu, la cuñada española del duque de Westminster: hija de un conde, psicóloga y enamorada de un experto en inversiones inmobiliarias de lujo
• Cartera de mano con mensaje de Olympia Le Tan y tocado de plumas: Natalia Grosvenor, una madrina de impacto