El regreso del americano perfecto, Kevin Costner
La primera vez que Kevin Costner (California, 1955) intentó poner en marcha Horizon: An American Saga fue en 1988. Los intocables de Eliot Ness lo había convertido en una estrella y él quería utilizar su poder para contar la historia de Estados Unidos. O, mejor dicho, para retratar cómo le gusta al país imaginarse a sí mismo. La película abarca 15 años de expansión y asentamiento en el Oeste antes y después de la Guerra Civil y han pasado tantos años que el héroe lo ha acabado haciendo otro actor, Sam Worthington. Costner se ha quedado con el papel de señor que imparte tiros y sabiduría. Este proyecto protagonizado, dirigido, coescrito y coproducido por el propio Costner se estrenará en cines en dos volúmenes (el primero el 28 de junio, el segundo el 16 de agosto) y supondrá la apoteosis de una carrera dedicada a, tal y como admiró la revista Time ya en el año 1989, “cabalgar con el mensaje de lo que América cree que era y espera poder volver a ser”.
En una época en la que en España se usaba mucho el término “americanada”, nadie hacía tantas como Kevin Costner. Él solo consiguió que emblemas de la cultura estadounidense como el wéstern —Silverado (1985), Wyatt Earp (1994)— o el béisbol —Los búfalos de Durham (1988), Campo de sueños (1989)— volvieran a resultar comerciales, en parte, tal y como concluía ese mismo reportaje de Time, “porque ha hecho que la santurronería sea sexy".
A diferencia de los otros emblemas de virilidad de la época (los Stallone y los Schwarzenegger), cuando Kevin Costner saltó a la fama ya estaba casado y con tres hijos, de manera que representó al ciudadano tradicional. Y lo hizo tanto dentro como fuera de la pantalla. “Quiero que mis películas signifiquen algo. Los actores han sido modelos de conducta para mí. Me han enseñado cómo vivir. Los personajes de Henry Fonda se enfrentaban a dilemas. Los Jimmy Stewart, los Burt Lancaster. Tenían significado en el esquema global de las cosas. Así que yo creo en este negocio. Creo en el romanticismo. Creo que las películas me han hecho una mejor persona”, explicaba entonces el intérprete californiano. Si Jack Nicholson era el rey de Hollywood y Warren Beatty su presidente, Costner quería convertirse en el sheriff.
En pocos años, se autoerigió la brújula moral de la nación. Personajes como Eliot Ness o Jim Garrison —en JFK, caso abierto (1991)— evocaban el recuerdo de una América más sencilla, más ingenua y más íntegra. Costner era la antítesis de Michael Douglas, el emblema del capitalismo y la ausencia de escrúpulos. O de Mickey Rourke, el antihéroe autodestructivo.“Tras la guerra de Vietnam, la nación no podía aceptar sin cinismo el concepto tradicional del héroe americano y empezó a preferir héroes de la contracultura tan disparatados como Richard Pryor o Woody Allen”, analizaba en 1989 The New York Times. “Costner personifica un modelo nuevo y antiguo. Un personaje que no proviene tanto del pasado americano como del pasado cinematográfico americano. Como si la historia del cine fuese un vasto sueño colectivo del cual pudiésemos convocar de nuevo a nuestros Gary Coopers y nuestros Henry Fondas”.
Bailando con lobos (1990), su debut en la dirección, se proponía expiar la culpabilidad del hombre blanco. Celebrar la conquista del Oeste y cuestionar que ese mito americano se saldó con el asesinato de millones de nativos. Ganó siete premios Oscar y arrasó en taquilla, a pesar de las críticas que cuestionaban que Costner perpetuase el arquetipo del salvador blanco. Meses después, en JFK, caso abierto, una radiografía de la paranoia americana en torno al asesinato del presidente Kennedy, el director Oliver Stone eligió a Kevin Costner para “anclar la película en una moral tradicional”: en cuanto el intérprete aparecía en pantalla, el público lo identificaría como un símbolo de decencia.
Pero en 1995 el fracaso de Waterworld, la película más cara hasta aquel momento,lo convirtió en un chiste. En aquel superespectáculo de aventuras, concebido para generar millonarias ganancias, múltiples franquicias y parques temáticos, Costner se desvió de su misión de romantizar el pasado americano. A pesar de que, en realidad, hay pocas cosas más americanas que la avaricia por enriquecerse. Resultó que había mucha gente deseando ver caer a Costner. Pero lo que hundió definitivamente la imagen pública del actor fue su divorcio, durante el cual la prensa destapó una retahíla de infidelidades que dejaban al intérprete “como un chaval salido de 15 años”. Porque el sueño americano también se sustenta en guardar las apariencias.
Para recuperar el respeto del público, Costner se refugió en terrenos seguros; romances deportivos Entre el amor y el juego (1999) o Tin Cup (1996), dramas políticos como Trece días (2000) y reimaginaciones televisivas del folclore americano como Hatfield & McCoys (2012), una miniserie que le dio todos los premios interpretativos de su carrera, o Yellowstone (2018- 2023), que durante cinco temporadas fue la serie más vista de Estados Unidos.
El efecto de Costner se entiende muy bien, por ejemplo, con la película Figuras ocultas (2016), una dramedia sobre tres mujeres negras que participaron en la conquista del espacio en la década de los sesenta. Su personaje, Al Harrison, director de operaciones de la NASA, fue idea del intérprete: “Lo normal sería poner un plano del edificio de la NASA para ubicar al espectador, pero si salgo yo el público enseguida entenderá que estamos en la NASA”, explicó él mismo. Ahora, a punto de cumplir 70 años, Kevin Costner aborda su proyecto más ambicioso desde la década de los noventa con Horizon: An American Saga. ¿El objetivo? El de siempre: ahondar en su tema favorito. “América es una idea”, asegura. “Tuvimos la oportunidad de hacerle justicia y no lo hicimos”. No será porque él no lo ha intentado.
FILMOTECA. Kevin Costner, en cinco películas.
LOS INTOCABLES
El regreso del americano perfecto, Kevin Costner
“¿Qué va a hacer cuando acabe con las mafias de contrabando de alcohol?”, le preguntaban a Eliot Ness. “Tomarme una copa”, respondía él. Decente, sí. Disfrutón, también.
JFK
El fiscal Jim Garrison era una figura gris, neurótica y ridiculizada, pero con la cara de Costner se convirtió en un Jimmy Stewart moderno: un emblema del idealismo y de los valores yanquis.
EL GUARDAESPALDAS
El primer blockbuster de Hollywood con una historia de amor interracial. “Me decían que estaba loco. ¿Pero quién no querría besar a Whitney Houston?”, contó Costner.
WATERWORLD
En cifras: 175 millones de presupuesto, 220 días de rodaje, 50 trabajadores enfermos cada día, 15.000 dólares diarios por una villa para Costner y ocho divorcios, incluido el suyo.
YELLOWSTONE
El monumental éxito de audiencia de este culebrón ha generado dos series sobre la estirpe de los Dutton: la precuela 1883 y la secuela 1923, con Helen Mirren y Harrison Ford.
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