Un boxeador desde que era chiquillo
Un boxeador desde que era chiquillo
A los seis meses, Óscar Valdez se movía tanto que se salía de su cuna. Su padre pensó que esa hiperactividad debía terminar en algo bueno, “no sabía en qué, pero algo grande en algún deporte, lo intuía”, dice este hombre que le puso el mismo nombre a su hijo.
El pequeño Óscar Valdez nació en Nogales, Sonora, pero por la separación de sus padres, tuvo temporadas viviendo en Estados Unidos, porque seguía mucho a su progenitor.
En México, andaba entre animales, -incluso a los 33 años tiene un cocodrilo, un caballo que le regaló El Canelo Saúl Álvarez y pericos-, se iba por el río, nadaba, corría y llegada la noche, aún tenía energía para continuar brincando.
“El boxeo me salvó. Siempre digo que un deportista más es un delincuente menos y por eso me gusta invertir mi tiempo en clínicas con niños, porque ellos me dan mucho, me recuerdan que venimos todos desde abajo, de un comienzo que es difícil, pero que se puede lograr”.
A los seis años vio la pelea de Óscar de la Hoya contra Julio César Chávez, pero el boxeo le venía de sangre, porque seguía al gimnasio a su papá que vivía en Estados Unidos.
Me gustaba verlo entrenar, copiar sus movimientos. Fue peleador también, pero a los ocho años me decidí por el box luego de ver a Erick El Terrible Morales que se convirtió en mi ídolo. Hasta la fecha me da pena decirle que él fue mi ejemplo, no sé, me chiveo cuando lo veo”.
Y es que Óscar Valdez era bueno para muchas cosas, entre ellas la natación, Su madre Gloria Fierro recuerda que estaba a punto de decidirse por el agua cuando el boxeo apareció en su vida.
Y a mí no me gustaba verlo pelear porque tenía miedo que lo lastimaran. Muchos años no lo acompañé hasta que pude soportar todo lo que pasaba en un ring”.
Fue a los nueve años cuando en Estados Unidos venció a chicos más grandes, entonces supo que tenía condiciones para seguir en este deporte, “me movía, tiraba golpes todo el tiempo. Cuando vencí a esos chicos que se suponía eran más fuertes y mejores que yo, comprendí que lo mio era el boxeo”.
Su padre estuvo siempre en su esquina y el festejo de aquel triunfo fue con un rosario que simbolizaba su unión. Valdez fue campeón mundial en dos divisiones y sigue soñando como cuando era niño.