Gobernar es difícil, pero sin equipo... imposible / Voy y vuelvo
Gustavo Petro en su discurso del 1.° de mayo
Bogotá
Gobernar es difícil, pero sin equipo… imposible / Voy y vuelvo
Acusaciones van y vienen, en un espectáculo que tiene a la Nación al borde de una crisis de nervios.
Ernesto Cortés
Administrar no es fácil. Se los dice alguien que alguna vez tuvo, por obligación, que administrar el conjunto donde vivía. No eran más de 20 o 30 apartamentos, pero con tal de ahorrar costos, decidimos que cada cierto tiempo nos rotaríamos la administración del edificio. Craso error. (Lea también: Así va a impactar el bolsillo de los bogotanos el Plan de Desarrollo propuesto por Galán).
Me tocó hacer equipo con un fulano que vivía en el tercer piso. Era alegre, dicharachero, comerciante y reconocido porque solía cambiar de novia de tanto en tanto. El hecho es que nos echamos al hombro tamaña responsabilidad. Y quedamos curados de volver a hacerlo. Las deudas, las quejas por el ruido, por el mal parqueo en el sótano, por la pintura de la fachada; las malas relaciones entre vecinos, el que ponía música a todo volumen y hasta el vigilante, al que una vez pillamos fumando marihuana, fueron solo una muestra de lo que nos tocó padecer. De no haber sido por ese coequipero que me tocó, no habría resistido el tiempo que nos correspondía. Él decidió lidiar con el tema de los morosos, saneó las cuentas y saldamos deudas; yo con la señora que reclamaba por el ruido y con el marihuanero de la puerta. Y así poco a poco tratamos de dejar las cosas en orden.
Gabinete presidencial de Gustavo Petro. Presidencia
Esta anécdota me vino a la memoria ahora que veo el despelote del Gobierno Nacional. Gobernar y administrar no debe ser nada fácil. Son tantas las responsabilidades, tantas las decisiones por tomar, tantos los funcionarios a quienes dar línea, tantos los chicharrones que atender a diario y tantos los intereses que subyacen detrás de cada decisión que antes nos queda país. Los agarrones que vemos a diario entre altos dignatarios del Estado rayan en lo demencial. En el Congreso, en las entidades del orden nacional, en el Palacio de Nariño, en las consejerías, institutos y demás salen acusaciones que van y vienen, en un espectáculo que tiene a la nación al borde de una crisis de nervios. Y lo peor es que muchos de estos rifirrafes tienen que ver con temas de corrupción.
En la ciudad pareciera existir un ambiente más armonioso. Hay mayor entendimiento en el gabinete y no se advierte esa rapiña por el protagonismo o los puestos
Contrasta esto con lo que sucede en los entes regionales. O al menos hasta donde se puede apreciar no pareciera que en gobernaciones y alcaldías esté pasando algo similar. O al menos no se ventila de la manera en que se hace desde las altas esferas del Ejecutivo. Y a todo esto lo acompaña un estilo de comunicar del Gobierno que confunde. El mensaje del Presidente en la plaza pública el primero de mayo quedó arrasado por el escándalo sin fin de la corrupción con los carrotantes de La Guajira, los montajes que se hicieron con fotografías de las marchas y el error en las cifras que el primer mandatario dio sobre el presunto robo de armas en el Ejército. Todo en menos de 48 horas. Aunque suene odioso, es muy distinto a lo que pasa en Bogotá. Y no quiere decir que no se puedan presentar desavenencias en los equipos de gobierno o entre funcionarios. Pero cuando se tiene al frente un líder que tira línea, convoca, está atento a resolver, no permite que la ropa sucia se saque al sol o que apaga los incendios antes de que crezcan, pues las cosas fluyen. El cúmulo de obras en Bogotá, la inseguridad, las emergencias de último momento, como el incendio a una estación de TransMilenio por cuenta de unos criminales que además torturaron a celadores de la Universidad Nacional; la emergencia por falta de agua o el lío de los migrantes, serían razones suficientes para que hubiera un constante desencuentro entre funcionarios por competencias, por decisiones o jerarquías. Pero en Bogotá no pasa eso, por ahora. En la ciudad pareciera existir un ambiente más armonioso. Hay mayor entendimiento en el gabinete y no se advierte esa rapiña por el protagonismo o los puestos y mucho menos por los recursos. Hay un plan de austeridad que se viene aplicando a rajatabla y el sano interés porque las cosas salgan bien.
Carlos Fernando Galán en Ciudad Bolívar con su equipo. Alcaldía de Bogotá
Sí, es posible que esto se deba a que apenas llevamos cuatro meses de gobierno y que una vez aprobado el Plan de Desarrollo las cosas cambiarán. O que cuando el tiempo pase, se transite de la armonía a la confrontación. Pero no pareciera ser así, a juzgar por el perfil y el talante del actual equipo de gobierno. Me llama la atención, por ejemplo, que una práctica inveterada en Bogotá –y que nunca he podido entender– es el cruce de competencias para arreglar un asunto y que puede tomar meses solo porque a quien le corresponde solucionarlo no se le da la gana. Esa es una de las razones para que en Bogotá tapar un hueco, arreglar un tubo, reemplazar una luminaria o generar un plan de movilidad sea toda una pesadilla. Sé de buena fuente que en administraciones anteriores se dieron casos en los que un par de funcionarios simplemente dejaron de hablarse y los asuntos que les competía a ambos también dejaron de tratarse.
Gobernar es una tarea compleja, insisto, pero puede ser más llevadero si hay un líder al frente
En la actual administración acaba de pasar una cosa curiosa, crearon el grupo de los ‘superamigos’, nada distinto a que quienes tienen la responsabilidad de intervenir obras o ayudar a que estas se terminen, como el Acueducto, Movilidad, TransMilenio, IDU, la misma Uaesp o Seguridad, solo deben comunicarse por un chat y resuelven el problema. Así se logró que al parque Gilma Jiménez al fin le pusieran los conectores que le hacían falta o que un cráter en la calle 127 se pudiera tapar gracias a que el Acueducto ayudó moviendo un tubo o que Movilidad colaborara con una mejora geométrica en la autopista Norte para ponerle fin a un problema de años y que alguien le parara bolas a Seguridad para poner luminarias en un sector de la ciudad. Gobernar es una tarea compleja, insisto, pero puede ser más llevadero si hay un líder al frente, unos funcionarios más preocupados por solucionar que por figurar o querer acaparar espacios, y una comunicación sana y honesta que permita superar un problema. Ahora que recuerdo, otro de mis logros como administrador del edificio de marras, y que entiendo aún se conserva, es haber conseguido que el Éxito me donara un carrito del mercado para el conjunto. Ahí quedó parte de la gestión.
ERNESTO CORTÉS FIERRO Editor General de EL TIEMPO @ernestocortes28 [email protected]
Ernesto Cortés
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