El misterioso hombre del paraguas del asesinato de Kennedy
El 22 de noviembre de 1963, en Dallas, en la plaza Dealey, en el momento exacto en el que el presidente de los Estados Unidos John F. Kennedy era asesinado, había un hombre con un paraguas abierto en ese montículo, precisamente en ese montículo desde el que se podía ver sin obstáculos el coche presidencial. Era Louie Steven Witt, un agente de seguros de Dallas. Pero su intención no era acabar con la vida del presidente, ni mucho menos, como sostienen desde hace 57 años los conspiranoicos, sino que se había plantado allí con un paraguas para protestar por su política interior y exterior. El paraguas era un mensaje. El padre de JFK, Joseph Kennedy, había apoyado en su día al político británico Neville Chamberlain, famoso por llevar siempre un paraguas negro y por no ser especialmente duro con Hitler. En los años 60 se decía que a los Kennedy no les gustaban los paraguas. Y a Louie Steven Witt le pareció una buena forma de protestar, quizá demasiado sutil. La idea se la dieron en la oficina. Alguien lo comentó y a Witt le pareció una buena idea de protestar. Si era del dominio público, Kennedy tenía que pillar tal sutileza.
el hombre del paraguas kennedy
Si Abraham Zapruder no hubiera grabado a Witt en un vídeo casero de la visita de Kennedy a Dallas abriendo y cerrando el paraguas en el momento exacto en el que el presidente de los Estados Unidos era asesinado, Witt no habría pasado a la Historia como el hombre del paraguas. Desde ese momento en adelante se convirtió en objeto de deseo por parte de los amantes de las teorías de la conspiración: que si dio la orden de disparar, que si avisó de que la misión se había llevado a cabo con éxito, que si el paraguas llevaba dentro un lanzador de misiles, que si llevaba dardos con narcóticos incorporados, que si era un paraguas-pistola…
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El 25 de septiembre de 1978 Witt declaró ante el Congreso de los Estados Unidos. Cuando le preguntaron si el paraguas había llevado alguna vez un misil dentro o dardos tranquilizadores, Witt, que había sido acosado desde el mismo momento en que se difundieron las imágenes por conspiranoides y medios de comunicación, respondió: “No, señor”.
“¿Llevaba una pistola o algún otro tipo de arma en el paraguas?”, le preguntaron. La prueba 405 del caso, el paraguas, estaba a escaso metro y medio del testigo.
“¿En este paraguas?”, dijo y se detuvo mirando fijamente al inofensivo paraguas. “No señor”, añadió.
En su comparecencia Witt no recordaba haber abierto y cerrado el paraguas, pero sí recordaba el estado de sorpresa en el que se sumió cuando se dio cuenta de que no eran “fuegos artificiales”, sino disparos. “Me senté. No podía dejar de pensar en que era una broma pesada que yo estuviera allí para protestar… con un paraguas”, dijo.
Al finalizar su testimonio, Witt le dijo al el presidente de la comisión del congreso:
Creo que no tengo nada más que decir. Realmente no puedo pensar en nada más que pueda ofrecer a la comisión que pueda ser de alguna ayuda para ellos. . . La única otra cosa que me gustaría decir es que creo que si el Libro Guinness de los Récords Mundiales tuviera una categoría para las personas que estaban en el lugar equivocado en el momento equivocado, haciendo lo incorrecto, yo me llevaría el primer puesto, sin siquiera un subcampeón cercano.
Witt no volvió a hablar con nadie después de comparecer ante el Congreso. Falleció el 17 de noviembre de 2014.