Gregorio Perez Companc cultivó el bajo perfil y fue coleccionista de Ferrari
Gregorio Perez Companc cultivó el bajo perfil y fue coleccionista de Ferrari
Una iglesia en medio de la nada, perdida en algún lugar de Argentina. Una iglesia de aspecto sencillo, casi rural, que con una cruz no dejaba duda alguna de lo que era. Esa imagen era lo primero que veían en el video que, a comienzo de los años 90, mostraban en la empresa de los Perez Companc a quienes ingresaban, sobre todo en puestos de cierta relevancia. Los negocios eran –y son– importantes para la compañía, la Iglesia –con mayúsculas– también.
Ese podría ser el “rosebud” de Gregorio Perez Companc. Si algún realizador llevara al cine su vida, la famosa escena que Orson Welles popularizó en El ciudadano, en el caso del empresario que murió ayer, su “rosebud” sería una esfera que tendría arena en lugar de nieve, y dentro, una iglesia. O por qué no una Ferrari.
Estilo. A Gregorio “Goyo” Perez Companc le faltaban tres meses para cumplir 90 años. Si en el cenit de vida como empresario era de un perfil más que discreto, luego de ceder el control de su holding a sus dos hijos mayores, el “no estar” fue su sello. Hay más información de él –incluso con fotos– en artículos sobre autos y carreras que sobre economía o política. Y en ese modo de vida tuvo de aliada a su mujer, María Carmen Sundblad Beccar Varela, con quien tuvo ocho hijos. Por eso, llamó la atención cuando ella dio su primera entrevista que, obviamente, no hubo palabra alguna sobre la economía, o cómo era ser la mujer de –en ese entonces– el hombre más rico de la Argentina, o cosas por el estilo. La nota se publicó en una sección de Campo (en La Nación) y para hablar de sus preciadas vacas en la previa del lanzamiento de las heladerías Munchi’s (su apodo familiar).
La ostentación era una palabra prohibida. Se sabía de su colección de autos, de sus Ferrari y del circuito que había construido para correr carreras, afición que siguieron los dos varones mayores, y el menor.
Adoptado. Si bien el empresario nació en Buenos Aires, el 12 de octubre de 1934, recién fue anotado el 23 de agosto de 1945 con el nombre de Jorge Gregorio Bazán López, hijo legítimo de Benito Bazán y Juana Emiliana López, un matrimonio muy humilde, que lo dio en adopción cuando tenía la edad de 11 años. Eso dice la historia oficial. La adopción se formalizó en 1946, por parte de Margarita Companc de Perez Acuña, quien eliminó su apellido para darle el de Perez Companc. Allí se sumó a una familia con tres hermanastros: Jorge Joaquín, Carlos y Alicia. Antes de morir, su madre adoptiva hizo jurar a sus tres hijos mayores que a Gregorio le corresponderían los mismos derechos hereditarios. Pero no hubo discusión alguna: los tres fallecerían sin dejar descendientes, y el “adoptado” heredó todo.
Su período empresarial va de 1966 al 17 de diciembre de 2009, cuando comunica a la Bolsa de Comercio la cesión de sus negocios a sus hijos Jorge, Luis, Pablo, Rosario, Pilar, Cecilia y Catalina, con el rearmado de sus empresas en una nueva sociedad –Santa Margarita–, creada en Delaware, Estados Unidos. En esos cuarenta y tres años, su apellido está en el negocio naviero, petrolero, financiero, forestal, agropecuario, bodegas y alimentario. Y vía su esposa, suma Munchi’s y Temaiken. Este año, sus hijos Luis, Rosario y Pilar les compraron a sus otros hijos, Jorge, Cecilia y Catalina, las acciones que tenían en Molinos Río de la Plata, Molinos Agro y Pecom, tres de las principales empresas del grupo.
A sus pares. La enumeración en una línea de los negocios que involucran directamente a los Perez Companc no le hace mérito al poder que concentran y el carácter casi monopólico que tienen, por ejemplo, en la góndola del supermercado. O también ilustra ese poder el haber sido incluido en 2003 en el ranking de millonarios de la revista Forbes. Ese año fue el primero en que se incluyó a un argentino y ese fue Gregorio Perez Companc, quien por entonces rankeó en el puesto 356, con US$ 1,6 mil millones. En 2024 Forbes lo ubica con más dinero –US$ 4,2 mil millones– pero en el puesto 809. A nivel mundial, los ricos argentinos cotizan lejos de los superricos globales.
Pero ese 2003 Goyo Perez Companc es noticia por algo más: opinó. El 12 de mayo, en la sección Campo, el periodista Cristian Mira titula: “Perez Companc criticó el afán excesivo de lucro... Condenó al empresariado argentino”. En la nota, agrega que “por pensar solo en su caja, nos condujeron a este desastre”. Pero no mencionó a quienes se refería.
(Informe: Fortuna).