La crisis alemana condena a su PIB a quedar estancado todavía en 2024
El motor económico de la UE no se encuentra en su mejor forma. La economía alemana empieza a levantar cabeza tras un año difícil, pero lo hace tímidamente. El producto interior bruto (PIB) germano ha experimentado un avance del 0,2% en el primer trimestre del año y coge cierto aire, tras una recesión en 2023 que se tradujo en una contracción del 0,3% del PIB. Lastrada por el impacto de la crisis energética, la caída del consumo interno y de las exportaciones, la primera economía del euro es ahora la que menos crece de entre las grandes.
En sus previsiones económicas de primavera, la Comisión Europea se mostraba cauta respecto a las perspectivas para Alemania. A esa contracción del pasado año, le seguirá un estancamiento en 2024, con un ligero rebote del PIB del 0,1%. La cifra se sitúa sustancialmente por debajo del 0,8% que pronostica Bruselas para la eurozona y del 1% de expansión del PIB de la UE.
"La demanda interna se recuperará lentamente en 2024 y 2025, a medida que se reanude el crecimiento de los salarios reales", analizó la Comisión Europea. Bruselas prevé que las exportaciones continúen debilitadas en 2024 y se recuperen lentamente en 2025. Impulsado por la demanda interna, el crecimiento del PIB aumentará moderadamente en 2025.
En las exportaciones y en la demanda interna confluyen dos de los factores que han lastrado al motor económico de la UE, junto con la crisis energética. Cierto es que la guerra de Ucrania y la consecuente tensión de las relaciones entre la UE y Moscú han supuesto un duro golpe para Berlín, cuya industria era altamente dependiente del gas natural ruso.
A medida que el Kremlin fue cortando su suministro al bloque comunitario, como medida coercitiva, y la UE rompiendo sus dependencias de Rusia, el modelo económico alemán se fue debilitando. No en vano, su estructura industrial pivota principalmente en el sector químico y automovilístico, ambos intensos consumidores de energía. Así es que la escalada de precios de la electricidad repercutió dura y negativamente sobre la economía germana.
Ahora los precios de la energía empiezan a dar signos de alivio y el cambio de política del Banco Central Europeo, con la reciente bajada de tipos en junio, permitirán que Berlín pueda ir soltando lastre y cogiendo aire. "Se espera que la inflación siga disminuyendo, por lo que los ingresos reales de los hogares seguirán recuperándose. Todo ello combinado con una mejora de la confianza de los consumidores apunta a que el consumo privado vuelva a niveles prepandémicos en 2025", estimó el Ejecutivo comunitario.
Entra también en escena, en este punto, la inflación salarial que registra Alemania. En el primer trimestre del año, los sueldos por convenio registraron un repunte del 6,3%, unos niveles poco compatibles con el objetivo del BCE de llevar la inflación a niveles del 2% y que condicionará la política monetaria en los próximos meses. La cifra supera con creces el 3% de Francia, Italia o España y podría verse influenciada por la escasez de mano de obra.
Comercio exterior
La fórmula de crecimiento alemana está fuertemente vinculada al comercio exterior. Si marzo confería cierto alivio a Berlín con un aumento del 0,9% de las exportaciones, era tras la caída del 2% registrada en febrero. Y es que el hecho la economía alemana se apoye en el comercio exterior la hace especialmente sensible a la incertidumbre geopolítica que siembran los conflictos en Ucrania y Oriente Medio.
"No se prevé que el comercio apoye el crecimiento en 2024 y sólo tendrá una contribución menor en 2025", apuntaba Bruselas en sus previsiones el pasado mayo. La razón principal que esgrimía era la pérdida de competitividad en algunos sectores, principalmente los que consumen mucha energía.
Las crecientes tensiones comerciales entre China y la UE dejan a la economía alemana en una tesitura compleja, considerando que Berlín es el socio comercial de Pekín más importante en el Viejo Continente y viceversa. Según dos datos del Ejecutivo alemán de 2022, el comercio bilateral entre ambos países rozó los 300.000 millones de euros. Las exportaciones germanas al gigante asiático ascendieron a 107.000 millones de euros y las exportaciones de Pekín a Alemania se elevaron a 192.000 millones de euros.
Bruselas ha decidido plantar cara a Pekín por sus prácticas comerciales y ha anunciado, esta misma semana su intención de elevar hasta el 38,1% los aranceles que aplica a las importaciones de vehículos eléctricos chinos. Si bien la tasa varía en función del fabricante, Pekín no se tomó la noticia con mucha alegría. La derivada que tome ahora el diálogo con Pekín podría tener grandes implicaciones para Berlín.
En todo caso, Alemania muestra unas finanzas saneadas para los próximos años. Bruselas estima que el déficit se situará en torno al 1,5% y la deuda sobrepasará ligeramente ese umbral del 60%, una situación envidiable para otras economías del euro. "En 2024, se espera que el déficit público disminuya al 1,6% del PIB, como resultado de la supresión gradual de las medidas para mitigar el impacto de los elevados precios de la energía", estimaba la Comisión Europea. Sin embargo, advertía que, con el freno a la deuda de nuevo en vigor a partir de 2024, las posibilidades de gasto del Gobierno "serán más limitadas en los próximos años".
A principios de 2024, quiso mandar un mensaje de tranquilidad el ministro de Finanzas alemán, Christian Lindner, en el Foro Económico Mundial que se celebró en la localidad suiza de Davos: "Sé que algunos de ustedes estarán pensando: 'Alemania es un hombre enfermo'. Alemania no es un hombre enfermo. Tras un periodo muy exitoso desde 2012 y estos años de crisis, Alemania es un hombre cansado. Tras una noche corta. Las expectativas de bajo crecimiento son, en parte, una llamada para despertar. Ahora tomaremos una buena taza de café, que implica reformas estructurales. Y, luego, continuaremos teniendo éxito económicamente".
La ultraderecha, segunda fuerza
Las elecciones europeas del pasado domingo dejaban al Gobierno semáforo de Olaf Scholz en un escenario de aguas turbulentas. No es solo que la CDU (en la que se inscribe la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen) se erigiera como primera fuerza política, sino que, quizás más relevante, la extrema derecha de Alternativa por Alemania (AfD) se convertía en la segunda formación más votada por delante de los socialistas de Scholz. El canciller alemán descartaba emular los pasos del Ejecutivo galo y convocar elecciones anticipadas. Sin embargo, tal decisión estribará en gran medida en cuánta fortaleza pueda mantener ahora el gobierno de coalición considerablemente dañado por el descontento de la ciudadanía. Todo ello considerando que ningún a de las tres fuerzas que lo conforman han sido las más votadas en los comicios.