La justicia en juicio: la Suprema Corte en la mira del pueblo

Israel Zamora Guzmán

El jueves pasado se celebró el primer Foro de los Diálogos Nacionales para la Reforma del Poder Judicial, con la participación de los 11 ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). Sorprendentemente, ninguno de ellos defendió a la figura de los ministros ni contraatacó la propuesta de elección por voto directo y secreto. ¿Es tan indefendible el comportamiento de la Suprema Corte que solo un par de ministros, Jorge Pardo y Luis María Aguilar, se atrevieron a comentar al respecto? Incluso la presidenta de la Corte, Norma Piña, permaneció en silencio al respecto, dejando pasar la oportunidad de defender institucionalmente la figura que representa y el método actual de elección de ministros.

Durante su intervención, la ministra Lenia Batres declaró que “las puertas del Poder Judicial están abiertas al tráfico de influencias y cerradas al pueblo de México”, subrayando que este poder “es independiente de la ciudadanía, no de los poderes fácticos”.

El foro evidenció que la estrategia para enfrentar la reforma constitucional propuesta por el Presidente Andrés Manuel López Obrador será evitar la elección directa y secreta de jueces y magistrados por parte del pueblo mexicano, argumentando que esto destruiría la “carrera judicial” y se elegirían perfiles sin experiencia. Este argumento fue replicado en nado sincronizado por los opositores de la reforma y los partidos PRI, PAN, PRD y MC.

No obstante, omiten mencionar que el actual sistema de selección, administrado por el Consejo de la Judicatura y encabezado por la presidenta de la SCJN, es profundamente sesgado y machista. En este sistema, el mérito, la antigüedad o la experiencia no siempre son prioritarios. ¿Cómo se justifica que solo 3 de cada 10 jueces sean mujeres? Esto refleja un sistema ineficiente y discriminatorio, que inicia en la cabeza del poder judicial, la SCJN, donde en 200 años solo ha habido 15 ministras, cuatro de ellas designadas por el presidente Andrés Manuel López Obrador, un hecho sin precedentes.

Es evidente que los jueces y magistrados están siendo utilizados como carne de cañón por una cúpula judicial conservadora que ahora se disfraza de defensora de sus derechos ante la inminente desaparición de sus privilegios y la falta de argumentos para sostenerlos. Por ejemplo, el ministro Juan Luis González Alcántara Carrancá afirmó: “la ciudadanía vota usualmente por propuestas, pero no evalúa resultados”. ¡Qué equivocado! El 2 de junio, el pueblo de México citó a los 3 Poderes de la Unión a la audiencia constitucional más implacable de todas. Ya no era momento de exigirles cuentas o analizar sus resultados; era tarde para mostrar arrepentimiento, prometer resultados o un cambio. Ahora era tiempo de escuchar la sentencia, emitida por el poder soberano disperso en los 129 millones de mexicanos. La dictada en contra del poder judicial parece definitiva e inapelable.

Nunca está de más recordar lo que dice el artículo 39 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, especialmente ante los argumentos de quienes se oponen a que el pueblo mexicano elija por voto directo y secreto a los ministros, magistrados y jueces: “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno.”

Aquellos que pretenden conservar el 'status quo' del poder judicial olvidan el verdadero origen de esta reforma, que al igual que muchas revoluciones, nace del hartazgo del pueblo. En este caso, es la respuesta a la ignominia de un poder judicial ciego y sordo a las necesidades de la ciudadanía. La percepción de un poder alejado del pueblo, elitista, prepotente y alineado con los intereses de unos pocos influyentes, llevó a millones a votar el 2 de junio por la Dra. Claudia Sheinbaum, líder del movimiento reformista. La “expertise” y la “vasta carrera judicial” que defienden los conservadores son invisibles para el pueblo soberano que clama por una urgente y necesaria reforma.

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