La reforma pensional (I)
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La reforma pensional (I)
Colombia transita silenciosa y gradualmente hacia un régimen de pensión universal ciudadana, y esto es bueno.
Marcela Meléndez
He estado leyendo con cuidado el texto de la ley que reforma el sistema de protección para la vejez en Colombia, que, en mi opinión, tiene dos bondades. La principal es la eliminación de los subsidios a las pensiones altas. Se eliminan los subsidios a las pensiones de los trabajadores asalariados que ganan más de 2,3 salarios mínimos (2’990.000 pesos en 2024). En el caso de los trabajadores independientes, los subsidios se eliminan para aquellos que cotizan sobre más de 2,3 salarios mínimos (y ganan más de 5,75 salarios mínimos). Los trabajadores independientes que ganan entre 1 y 2,5 salarios mínimos deben cotizar sobre 1 salario mínimo, y los que ganan más, sobre el 40 % de su ingreso. Esto es igual que antes.
Esto quiere decir que se reducen significativamente los subsidios para el 11 % de los trabajadores con ingresos más altos, que ahora recibirán subsidios solo sobre el primer tramo de su pensión, de 1,5 salarios mínimos (este es aproximadamente el valor que resulta de la tasa de reemplazo de 64 % que aplica a las pensiones de más de un salario mínimo en el régimen de prima media). Para el resto de las pensiones, entre 1 y 1,5 salario mínimos, los subsidios se mantienen. Con los parámetros actuales de edad, semanas de cotización, tasa de contribución y tasa de reemplazo, mi cálculo es que una pensión de un salario mínimo recibe un subsidio equivalente a 4 veces el ahorro del trabajador. Para las pensiones más altas el subsidio es menor, del orden de 2 veces el ahorro del trabajador. El 49 % de los trabajadores colombianos se encuentra, por sus ingresos mensuales, entre los que podrían recibir estos subsidios al momento de pensionarse.
El 40 % restante de los trabajadores gana menos de un salario mínimo y por tanto no es elegible para cotizar en el sistema contributivo de pensiones (los asalariados de tiempo parcial, que podrían cotizar por semana, son solo 1/7 de estos últimos). La segunda bondad de la reforma es proponer un esquema para que estas personas no caigan en condiciones de pobreza y dependencia en la vejez.
Hay que celebrar la eliminación de los subsidios a las pensiones altas como un paso hacia una sociedad más equitativa. Y, en el mismo espíritu, hay que celebrar la decisión de volcar los subsidios hacia los más desfavorecidos, con todas las imperfecciones que haya en ese proceso. Veo a algunos colegas manifestar preocupación por las rentas vitalicias subsidiadas, de 0,8 salarios mínimos por mes, para los adultos mayores pobres y vulnerables pertenecientes a grupos étnicos minoritarios, al campesinado y a las víctimas de la violencia. No entiendo la preocupación. Este es un uso infinitamente mejor de los recursos públicos que los subsidios a las pensiones altas, que nunca preocuparon tanto.
Hay que celebrar la eliminación de los subsidios a las pensiones altas como un paso hacia una sociedad más equitativa
Y hay otros elementos de rediseño del sistema que también son positivos. Por ejemplo, las devoluciones de fondos para aquellos que no cumplan las condiciones para obtener una pensión incluirán ahora una rentabilidad anual de 3 %, y no serán ajustadas solo por la inflación. Y las pensiones de 10 salarios mínimos o más pagarán una pequeña contribución para financiar las pensiones solidarias.
Colombia transita silenciosa y gradualmente hacia un régimen de pensión universal ciudadana, y esto es bueno. La reforma no va más lejos a resolver los problemas del sistema contributivo, que hoy por hoy cobija solo a 4 de cada 10 trabajadores y pensiona a 2 de cada 10, posiblemente porque vislumbra la posibilidad de que algún día este desaparezca por completo, y sea sustituido por un sistema de pensión universal financiado en su totalidad por impuestos generales. Por supuesto, en el camino hay un reto fiscal por resolver, pero no creo que el hueco que se abre sea peor que el que traíamos.
Esta reforma pensional es un paso adelante y deja al país mejor que donde estaba, al menos en estas dos dimensiones. Espero que la Corte no la tumbe. En mi próxima columna les cuento lo que no me gusta de lo que quedó en la ley.
MARCELA MELÉNDEZ ARJONA
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Marcela Meléndez
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