Análisis del 2x03 de 'La casa del dragón': la serie de HBO firma su episodio más importante gracias a un emocionante reencuentro
'La casa del dragón' ha levantado el vuelo y no solo a lomos de Danzarina Lunar. Si la semana pasada expresábamos nuestras dudas sobre si la serie de HBO estaba entrando en zona de peligro, y ese peligro era el de aburrirnos con una eterna calma chicha antes de una guerra que nunca termina de arrancar, esta semana nos ha cerrado el hocico. Y no porque haya empezado la guerra, aún no, sino porque ha demostrado que explayarse en las motivaciones de los personajes siempre es la mejor forma de ensanchar el relato y darle profundidad. La conversación final del capítulo, ay, qué conversación, lo ha sido todo.
la casa del dragon
¡Spoilers del 2x03 de 'La casa del dragón' a continuación!
Pero antes de llegar a ese punto que nos aboca a la inevitable tragedia, detengámonos un momento en los otros muchos puntos interesantes por los que ha transitado el episodio, lleno de referencias al pasado y anzuelos al futuro. Empezamos en la región de Tierra de los Ríos, donde asistimos a la enemistad entre las casas Blackwood y Bracken, largamente enfrentadas, que con el pretexto de apoyar un bando u otro dan rienda suelta al odio que sienten entre sí. Es una batalla que no vemos, solo el antes y el después, lo cual quizá decepcione a algunos espectadores, pero es una decisión que puede entenderse: realmente, no son actores principales en la guerra.
Pero en esa pugna de los verdes y los negros por poner de su lado a cuantos más señores de Poniente sean posibles, la clave está en la llegada de Daemon a Harrenhal, que nos recuerdan que es el castillo más grande de todo el continente, pero también uno hecho polvo. Un punto estratégico, pero también un símbolo de la decadencia de las altas casas y de los costes de la guerra. Aquí Damon llega para lamerse las heridas, escenificando ante el señor local, Simon Strong, todas sus taritas mentales. Dolido por ser repudiado por Rhaenyra, manteniéndose en sus aires de grandeza (no parece ceder en su autopercepción monárquica) y queriendo dar pasos que no le corresponden. Daemon se debate entre la ira, el orgullo y la locura Targaryen, lo cual deriva en una de las claves del episodio: tiene en sueños una visión que le anuncia que morirá en este lugar. ¿Se cumplirá?, ¿sucederá pronto? Veremos.
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Las hijas de Daemon con Laena también han sido relevantes en este episodio e, incluso, tenemos la sensación de que nos las han presentado por primera vez con enjundia, aunque ya las hubiésemos visto antes. La dupla la componen dos personalidades opuestas con destinos cruzados. En Baela podemos ver a una chica inteligente y leal, pero irritada porque, al no tener dragón, no se le dé más tarea que la de cuidadora de los churumbeles menores de Rhaenyra (que, repasamos, son Joffrey, hijo de Laenor Velaryon/Harwin Strong, y los dos de Daemon, Aegon y Viserys). Rhaena, en cambio, es una chica más temperamental pero tener un dragón adulto le confiere poder en la corte.
Con ellas, también se apunta hacia algo que será decisivo en el transcurso de la historia: los dragones como arma. Mientras Rhaenyra insiste en que tanto ella como el bando enemigo son conscientes de que no todo es tan sencillo como liarse a dragonazos, también sabemos que es un arma no infalible pero sí muy potente. Cuantos más, mejor. Y si Rhaena tiene consigo a Danzarina Lunar, además hay que tener en cuenta a los pequeños Tempestad y Tyraxes, pero también a los huevos. Esos que Baela mira con la esperanza de que alguno sea para ella. Si de ellos salen dragones fuertes podría depender la batalla.
Tenemos también una breve mirada hacia el posicionamiento del matrimonio Velaryon, que lleva un tiempo aceptando estar en un lugar secundario, pero cuya fuerza no hay que subestimar. El vínculo de Rhaenys con Rhaenyra, o su lealtad hacia ella, parece ya más que incuestionable, pero eso no significa que ella no mire también por su propio legado y discute con Corlys sobre quién debe ser el heredero de Marcaderiva. Rhaenys es tan inteligente como para seguir fiel al bando escogido, pero siempre y cuando quien esté al mando demuestre estar a la altura.
Por otro lado, en Desembarco del Rey también encontramos información valiosa y momentos. Por ejemplo, la presentación de un hombre que dice ser hijo de Baelon Targaryen (hermano bastardo de Viserys) y, por tanto, el primo de Rhaenyra. Descubriremos si es alguien relevante o no con el tiempo, pero nos introducen el concepto de "las semillas del dragón", es decir, hijos bastardos de los Targaryen, cuyo valor radica en su potencial como jinetes de dragones. Su escena es cortada por la irrupción de Aegon, cuyo retrato como rey impetuoso y maleable se sigue perfilando.
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Aegon no es un buen rey, es claro a todas luces, y no solo por su falta de experiencia. Aegon tiene una herida por no haber sido visto y querido lo suficiente por su padre y necesita probar constantemente su valía. Que no es un niño, que sabe lo que quiere y que puede conseguirlo. Lamentablemente, no es así y con apenas unas frases Larys Strong le tiene comiendo de su mano. También es digno de detenerse su encuentro con Aemond, más allá del full frontal, porque sitúa a los dos hermanos en polos opuestos: Aemond carece de esos aires de gallito de corral y esconde cierta fragilidad, pero también es explosivo de una manera totalmente diferente (que le pregunten a Luke).
Y, ahora sí, llegamos hasta la iglesia (la de San Francisco Javier en Cáceres, para más señas, pero con la fuente del Patio de los Leones de la Alhambra delante) donde se reunen Rhaenyra y Alicent. El plan de la reina de Rocadragón es arriesgado, pero sabe que este es el último cartucho a quemar si quiere frenar una matanza. El reencuentro es muy emotivo, no ya por la intención, que sabemos que será infructuoso, sino por todo lo que supone para ellas. Verse, por fin, una vez más, quizás la última. Tratar de tender puentes, cerrar heridas, perdonarse.
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Si bien el hacha de guerra no llega a enterrarse ni la paz se materializa en forma de abrazo, hay algo de perdón en sus miradas y en la breve tregua que establecen. Rhaenyra confianzo, Alicent no delatándola. Y, sobre todo, porque ambas pueden comprender que la motivación de la otra no era mezquina. Se desvela el malentendido de las últimas palabras de Viserys, referidas a Aegon el Conquistador y no a su hijo Aegon, y así Rhaenyra no solo descubre que su padre no la traicionó sino que la usurpación del trono de Alicent no era una deslealtad sino fruto de un equívoco de esta, quien se mantuvo fiel a lo que creía que era la voluntad de su esposo.
Ni Alicent ha fallado a Rhaenyra ni Rhaenyra ha fallado a Alicent, a pesar de todo. Lo trágico viene después: no se trata de que la reina madre no acepte la oferta de paz, sino que ya es tarde y no se encuentra en posición de tomar decisión alguna. Como Rhaenys advirtió previamente, y también remarcó Simon Strong en referencia a los motivos de la enemistad de los Blackwood y los Bracken, unas razones van solapándose con otras en una espiral de odio. Y, por mucho que Alicent desee esa tregua que le propone Rhaenyra, el testigo ya ha pasado a la generación siguiente. Ahora son Aegon y Aemond quienes tienen el poder en el bando de los verdes y Alicent, mortificada por su error, no podrá hacer nada para parar la masacre. Solo ver el mundo arder desde su torre de marfil y llorar las inevitables pérdidas, sean sus hijos en su bando o sea su amiga del alma con la que, de algún modo, se ha reconciliado.
la casa del dragon temporada 2 poster