Cuando no se puede
Hacer factible lo imposible es oficio de algunos. Son a veces ilusiones ópticas, vivezas en otros. Hay quienes construyen falsas realidades buscándole, como dicen, la comba al palo. Pero, a nuestro modo de ver, lo que no se puede, sencillamente no se puede. La cuadratura del círculo.
Viene a cuento el haber escuchado la otra noche al amigo Álvaro Leyva Durán, excanciller de Petro y antiguo laureanista (como su padre, uno de los precandidatos presidenciales de Laureano el año 57, en terna con Belisario Betancur y Alfredo Araújo Grau). Porque Leyva habló insistentemente en la entrevista de un “sí se puede”, refiriéndose al asunto de la Constituyente, cuya obligatoriedad de ejecutoria le pareció haberla encontrado en los Acuerdos de La Habana del 2016.
Lorenzo Madrigal
Ya está muy debatido este tema, contra el cual se argumenta que en aquella ocasión no se trató de pactos internacionales o de tratados públicos que bien pudieran valer por encima de las normas de la Carta Política. Conocedores de muy alta calificación así lo han considerado. En consecuencia, puede anotarse que la sola bendición y plácet de Naciones Unidas, haciendo las veces de garante de la firma del 16, no son suficiente respaldo al punto de convertir un acuerdo interno en norma pétrea, que pudiera alterar la Constitución vigente (en este caso la del 91).
Álvaro Leyva divulgó por cuanto medio pudo, en tiempos de campaña presidencial, que él tenía la llave, dicho así de modo sugestivo. ¿Llave para qué? Pues para cambiar esto, dando a entender el estado de cosas o, si se quiere decir, el Statu quo. Por supuesto que la consigna de “sí se puede” ya pertenecía al candidato Belisario Betancur para alcanzar la presidencia en el año 82 e, incluso, en otro ámbito y, este del Norte, lo usó el gran Barack Obama en su periplo, cuando ya habíamos olvidado a Belisario y Barack hacía célebre su “Yes, we can”.
Yo respeto a Leyva y en general respeto a los seres políticos, cuántos son y serán. Sin embargo, tras escucharlo en la entrevista con Hollman Morris y, según observé, dejándolo a éste un tanto confundido en varias ocasiones, me pareció que excanciller ignoró que el famoso acuerdo de La Habana, sometido por el presidente Santos a la aprobación popular, tuvo un resultado estruendosamente negativo. Caso frecuente en plebiscitos.
Desde otros muchos aspectos, la aproximación a un acuerdo nacional no puede ser llamando a los opositores a que adhieran a la opinión de quienes gobiernan. Si hay un desacuerdo y este es radical, sencillamente no se puede. Es preciso conseguir, no la unanimidad, como una especie de pax romana, pero sí un acuerdo muy consolidado en que se respeten los resultados electorales y se esté de acuerdo con la justicia. Qué es la justicia y quién o quiénes la determinan es en lo que hay que ocuparse de primera mano.