Columna de Pablo Ortúzar: ¿Súmate al cambio?
La Tercera
El Presidente Boric parece haber dado con tono y temas que le funcionan. Tono y temas que son básicamente los mismos a los que aspiró su antecesor, el fallecido Presidente Piñera. Gobierno de unidad nacional (“actuemos con unidad y generosidad”). Cambio, futuro y esperanza (“ser patriota es preocuparse en Chile por el bien de su gente, con propuestas en positivo..., contagiando esperanza, no odio”). Sentido de urgencia (“cambios que mejoren la calidad de vida ahora”) y gobierno de los mejores (“hablemos de gestión”). Delincuentes, se les acabó la fiesta (“los perseguiremos por cielo, mar y tierra”). Y, por cierto, agenda valórica progresista y Chile, líder mundial en la agenda verde.
Así, casi todos los conceptos centrales de la renovación frenteamplista son conceptos piñerísticos karamanizados. La sombra de este giro es obvia: Boric y sus amigos, antes de llegar al poder y recién llegados a él, declaraban que todo en Chile estaba mal y era terrible. La Norcorea del neoliberalismo. Y con ese mantra odioso y revanchista hicieron la vista gorda al violentismo extremo del octubrismo, montaron una oposición obstruccionista durante la pandemia, promovieron retiros inflacionarios e hicieron campaña por una propuesta constitucional que destrozaba a Chile. Sólo derrotada esa infamia apreció este nuevo discurso, que, entre otras cosas, hace borrón y cuenta nueva de su pasado inmediato, ofreciendo una dulce amnesia y mirar para adelante.
La liviandad e impunidad de este giro obviamente genera indignación moral en los adversarios del gobierno. A cualquiera lo enoja una trayectoria tan abusiva. ¿Tanta destrucción y ruido para terminar alabando lo mismo que pisoteaban? Pero por algo la moral y la política son esferas relacionadas, pero distintas: el poder organizado es una necesidad. Y, por eso, tiene cara de hereje. En política, lo mejor es enemigo de lo bueno, y aspirar a lo perfecto normalmente termina engendrando lo peor. Por eso, la virtud central del político es la prudencia, la conciencia en la medida de lo posible.
La derecha, entonces, tiene dos opciones frente al giro político de la coalición de gobierno: reconocerlo y legitimarlo o desconocerlo e impugnarlo. La primera abre una ruta de vuelta a la política de los acuerdos, intentando capitalizar el giro del gobierno hacia el centro y presionar desde ahí, mientras que la segunda fija una confrontación del todo o nada. Esta última opción busca una revancha antioctubrista que pase a Boric y su gobierno todas las cuentas por cobrar. Necesariamente, por lo mismo, tiene un discurso centrado en el pasado, la memoria y las injusticias impunes. Y no puede reconocer nada bueno en los actos presentes del gobierno sin denunciarlos de inmediato como farsa. Son el Javert de un Valjean, que quemó la panadería y terminó de panadero.
їQuГ© opciГіn es mejor para Chile? Por doloroso que sea, lo mГЎs probable es que la primera. Tal como la transiciГіn democrГЎtica exigiГі renuncias y pactos durГsimos, proteger y poner nuestra democracia a la altura de los desafГos presentes parece demandar abrir rutas de colaboraciГіn con la nueva izquierda gobernante, antes que impugnarlos para siempre por su trayectoria. La democracia no funciona sin grandes acuerdos, y hay que arar con los bueyes que hay. AdemГЎs, la mejor manera de mantener a la izquierda en su nueva postura es validarla, en vez de desconocerla, aumentando asГ los costos de otra voltereta (el antioctubrismo, en cambio, asume esa voltereta futura desde el principio, creando una profecГa autocumplida). El horizonte programГЎtico de la derecha tiene mucho que ganar, y ha ganado ya mucho, siguiendo este camino: Boric ha aprobado y defendido una agenda de seguridad impensable para un gobierno de derecha. Jaime GuzmГЎn siempre destacaba que lo importante no era estar en el gobierno, sino el dominio de las ideas.
їSignifica esto hacer realmente borrГіn y cuenta nueva al Frente Amplio y aceptar la amnesia? No lo creo. Destrabar los acuerdos en sede polГtica, como mostrГі la ConcertaciГіn durante la transiciГіn, no demanda borrar la memoria y la historia, sino desplazar en lo posible el trabajo con ellas al plano mГЎs reflexivo y duradero del arte y la cultura.