¿Reforma o retroceso?
La reforma a la educación en Colombia no se debe centrar en la pugna por la existencia exclusiva de lo público frente a lo privado, ni viceversa.
El sistema educativo debe ser revisado de cara a las necesidades y expectativas.
El sistema de educación mixto, que permite la coexistencia del público con el privado, ofrece la gran posibilidad de escoger diferentes enfoques educativos, proporcionando no solo una gran flexibilidad y variedad en la oferta (relativo a lo filosófico, a lo religioso, a lo cultural…, por mencionar solo algunas de las diferentes opciones), sino que promueve la innovación y el incremento de la cobertura, a partir de la libertad y posibilidad de adoptar e implementar nuevas metodologías y tecnologías educativas.
Desde luego que ello lo puede hacer también, por sí sola, la educación pública. De hecho, existen notables ejemplos como los de Finlandia y Singapur, solo para nombrar a dos de los cinco modelos universales de mayor calidad educativa, según Forbes. Lo que sucede es que la dinámica económica global y la urgencia competitiva de cerrar brechas frente a países de mayor desarrollo tecnológico, exige iniciativas y realidades asociativas que catalicen la entrada de más y nuevos recursos, al igual que aplicaciones y metodologías en los diferentes niveles de educación, especialmente en el superior.
Es claro que además de permitir el aumento de la inversión en infraestructura, especialización y contribuir a la elevación de los niveles de excelencia académica, la educación privada puede ayudar a aliviar la carga económica que debe proveer el estado, en un país en el que otras necesidades y derechos fundamentales (salud, vivienda, seguridad social…) también demandan altísimos recursos.
Tampoco es menos cierto, que si el estado prioriza la educación privada sobre la pública, y la enseñanza se convierte simplemente en un negocio –en el que la rentabilidad constituya el único factor de evaluación para la continuidad y éxito de colegios y universidades-, pues no solo se pone en riesgo el nivel formativo de buena parte de la población (permitiendo la proliferación de “garajes” cuya idoneidad y calidad son altamente cuestionables), sino que indirectamente puede ocasionar desvíos de fondos públicos, para subsidiar instituciones privadas.
Pero esa no es la esencia de un sistema mixto de educación. Así como resulta sesgado afirmar que lo público es equivalente a ineficiencia, (tan citado por ciertos sectores resultantes de la polarización política), aseverar que la existencia y el desarrollo de la educación privada tiene como consecuencia el deterioro de la pública, es infantilmente dogmático. Lo que ha deteriorado la educación pública ha sido la corrupción y la mala gestión, que la han caracterizado desde hace varias décadas. El problema no es el modelo mixto, el problema ha sido su conducción desde hace varias décadas.
La reforma a la educación en Colombia no se debe centrar en la pugna por la existencia exclusiva de lo público frente a lo privado, ni viceversa. Eso es reducir a niveles demasiado primarios, una problemática de la que desde hace años hemos venido insistiendo: que el sistema educativo debe ser revisado de cara a las necesidades y expectativas, tanto de equidad como de competitividad de nuestro país, y bajo un sistema mixto equilibrado. (como lo expresa la carta dirigida a la actual ministra de educación y el congreso, que apoyé junto a otros 199 firmantes).
Creo que se equivocan aquellos que creen que la reforma a la educación en nuestro país se debe fundamentar en estatizarla.
*MBA DBA. Consultor Internacional. Máster en Gestión de Empresas de la Universidad Ramón Llull Barcelona y estudios doctorales en administración. ([email protected])