La vieja canción que Sam no tocó de nuevo

la vieja canción que sam no tocó de nuevo

La vieja canción que Sam no tocó de nuevo

Ella le pide que toque esa canción. Él dice no recordarla y ella la tararea. Entonces sí, comienza una de las escenas más famosas y peor recordadas de la historia del cine –y de la música–. Y una de las canciones más bellas entre las que el jazz hizo suyas aunque, en este caso, una de las menos interpretadas. Apenas 568 versiones registradas en disco –la mayoría ignotas y muchas de ellas de artistas ya decadentes, en giras por Japón o en sellos de ese país– contra las 1835 de “All The Things You Are” o las 1735 de “Autumn Leaves” –la versión estadounidense de “Les feuilles mortes”, de Kosma y Prévert–.

Nadie dice allí “Play it again, Sam”.  Y la canción “As Time Goes By”, frecuentemente traducida como “Según pasan los años” –aunque el sentido es, en el contexto, “aunque pase el tiempo”–, no fue especialmente compuesta para el film Casablanca, dirigido por Michael Curtiz en 1942, sino rescatada del olvido, a regañadientes, y finalmente utilizada como uno de los núcleos musicales del film –el otro es “La Marsellesa”– por el compositor Max Steiner. Esos son apenas algunos de los misterios que rodean a esa pieza que, como suele suceder en el jazz, tiene una primera estrofa –en la que se habla de la incertidumbre ante el progreso y “la teoría de Einstein”– que muy pocos cantan. Para Casablanca, y para la historia posterior, la canción empieza cuando ya, en realidad, todo ha empezado. “Play Sam, play”, pide Ingrid Bergman. “Play ‘As Times Go By’”. Dooley Wilson, en el papel de Sam, lo hace. Y nada volverá a ser como antes después de ese largo, larguísimo, primer plano de Ingrid Bergman que precede a la entrada en escena de Humphrey Bogart. “Te dije que nunca volvieras a tocar esa canción”, le espeta Rick, su personaje, a Sam y recién entonces repara en la presencia de ella.

“Debes recordarlo, un beso es todavía un beso, un suspiro es exactamente un suspiro, y lo fundamental sigue vigente aunque el tiempo pase”, comienza el pianista, allí donde la mayoría de los intérpretes lo hará para siempre. Antes, la omitida introducción, habla precisamente del paso del tiempo: “Estos días, este tiempo en el que vivimos, es causa de aprensión. Con velocidad y nueva invención, y cosas como la tercera dimensión, estás un poco cansada con la teoría de Einstein, así que cada tanto hay que volver a la Tierra, relajarse y aliviar la tensión…los hechos simples de la vida son los que son, no pueden ser  borrados”. Y allí es donde viene lo de que un beso sigue siendo un beso.

La canción había sido creada en 1931 por Herman Hupfeld –un autor de relativo éxito que entonces tenía 37 años– para una comedia musical llamada Everybody’s Welcome (Todos son bienvenidos). En el libreto de Todos vienen al café de Rick, una obra de teatro nunca representada en la que se basó Casablanca, se mencionaba la canción y una de las primeras escenas que se filmó fue la de Ingrid Bergman con Dooley Wilson. Max Steiner quiso cambiar la canción por otra compuesta por él ­–la cuestión de los derechos de autor que podrían cobrarse si la canción se convertía en un éxito no era un detalle menor– pero para ese entonces la actriz ya se había cortado el pelo para encarnar a María en Por quién doblan las campanas y la escena no podía volver a filmarse. Ante grandes problemas, grandes soluciones: Steiner basó entonces toda su música en la vieja canción.

En 1931, “As Times Goes By” fue grabada varias veces. Y la versión más famosa fue la de Rudy Vallee. Pero la verdadera historia comenzó once años más tarde con la película. Y, en particular, con una interpretación ejemplar, la de Billie Holiday para el sello Commodore, realizada el 1 de abril de 1944 con la orquesta de Eddie Heyward.

Una bella versión del gran pianista y arreglador Teddy Wilson –que había sido el director de la orquesta de Billie Holiday–, en trío con Billy Taylor en contrabajo y Keg Purnell en batería, junto con Kay Penton como cantante, registrada en 1947, la notable Lee Wiley con la orquesta de Ralph Burns en 1956, una extrañísima versión de 1959 en que el trombonista Bob Brookmeyer toca el piano y lo hace a dúo con Bill Evans (los acompaña la base del Modern Jazz Quartet, Percy Heath en contrabajo y Connie Kay en batería), y, claro, la de Frank Sinatra incluida en el álbum Point of No Return, publicada en 1962, están entre lo más destacado de las décadas siguientes. André Previn en piano, en 1970 y, ese mismo año, Ella Fitzgerald en vivo en Budapest, Mark Murphy, en 1972, en una inusual versión rápida e incluyendo la introducción, con una banda fantástica en que se destacan el contrabajo de Ron Carter, el saxo de Michael Brecker, la trompeta de su hermano Randy y el órgano de Pat Rebillot, y, en 1978, la extraordinaria interpretación del cuarteto del saxofonista Dexter Gordon con Georges Cables en piano, Rufus Reid en contrabajo y Eddie Gladen en batería que abre el álbum Manhattan Symphony preludian tres grandes versiones cantadas, todas registradas en 1986, la de Chet Baker, con la boca –y la dicción– destrozada, la trompeta insuperablemente melancólica y un trabajo genial de John Burr en contrabajo, junto con Harold Danko en piano y Ben Riley en batería, la de Carly Simon –que obviamente lleva la canción hacia otro puerto y lo hace muy bien– y de la Helen Merrill con un grupo de ensueño: Stephane Grappelli en violín, Steve Lacy en saxo soprano y Gordon Beck en piano.

El matrimonio de Tuck Andress y Patti Cathcart, conocido como Tuck & Patti, tuvo una cierta notoriedad en la década de 1980 y hoy ha sido poco menos que olvidado. Aunque más no fuera por su magnífica “As Times Goes By”, grabada en 1991 e incluida en su disco Dream, debería ser recordado. Natalie Cole es otra de quienes la grabó completa y lo hizo en 1993 con arreglos del legendario Marty Paich, Paul Bley deslumbra, como siempre, en su interpretación para la serie francesa Jazz in (e) motions (pirateada en Spotify con el título Emotions) y, más recientemente, la cantante sueca de origen ruso Viktoria Tolstoy junto con el pianista finlandés Iiro Rantala, Nils Landgren en trombón, el guitarrista  Krister Jonsson, Mattias Svensson en bajo y Rasmus Kihlberg en batería registró una bella versión en 2016 y, dos años después, la vieja canción que Sam nunca tocó de nuevo fue iluminada por el dúo del clarinetista Gianluigi Trovesi y el acordeonista Gianni Coscia.

Diego Fischerman es autor del blog El sonido de los sueños: https://xn--sonidodesueos-skb.com/

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