Los dos problemas más comunes en una relación son totalmente contrarios el uno al otro

En cualquier relación existen problemas. No importa que estemos en la relación más sana y estable del mundo, siempre habrá circunstancias que den lugar a conflictos, desacuerdos o peleas. Y esto, cuando se resuelve de una forma constructiva, es bueno. Sin embargo, hay dos cosas en concreto que, si no sabemos cómo solucionar pueden acabar volviéndose en nuestra contra, suponiendo el fin de ese vínculo tan bonito que teníamos con otra persona.

En concreto, son dos cosas muy personales y, si sufrimos de una de ellas, deberemos resolver por nosotros mismos. La primera es el miedo al conflicto que nos hace evitar cualquier tipo de situación difícil. La segunda es el no saber gestionar nuestras emociones y el explotar en momentos en los que quizás no deberíamos hacerlo. Normalmente, casi todas las personas, en mayor o menor medida, tienen uno de estos rasgos.

El tener miedo a enfrentarnos a un problema o conflicto suele deberse al hecho de provenir de una familia en la que todos hacían lo mismo. Nunca vimos a las personas de nuestro alrededor lidiando con experiencias fuertes y, nosotros, inconscientemente, comenzamos a actuar de la misma forma. También puede haber ocurrido que nuestros padres hayan sido excesivamente críticos con nosotros y que ello nos hiciera no querer nunca alzar la voz.

Cuando somos así, tendemos siempre a intentar agradar a los demás y a preocuparnos más de su bienestar que del nuestro, guardándonos dentro todas nuestras opiniones y problemas. Podemos explotar en ciertos momentos, pero siempre acabamos sintiéndonos culpables.

Por otro lado, si no sabemos gestionar nuestras emociones, ello significará que somos todo lo contrario: no somos capaces de guardarnos nada y a la mínima explotamos. Solemos ir del 0 al 100 prácticamente de forma inmediata y sin previo aviso. Pero, a diferencia del primer caso, no nos sentimos culpables.

El problema llega sobre todo cuando en una relación, una parte de la pareja evita el conflicto y la otra no sabe gestionar sus emociones. De hecho, es muy común, porque son personalidades que, al complementarse, se atraen el uno al otro. El que evita cualquier enfrentamiento, suele ser capaz de aguantar los altibajos de quien no sabe controlar sus emociones.

Una relación así puede durar bastante tiempo, incluso años. Sin embargo, si cada uno no trabaja sus debilidades, lo más seguro es que el vínculo entre ambos vaya deteriorándose porque uno se cansará de ser siempre la víctima y el otro, de que su pareja no sea capaz de enfrentarse a situaciones difíciles.

Suele haber momentos que definen el futuro de la relación. Por una parte, podrán separarse y seguir su camino o, por otro, trabajarán realmente en mejorar la forma de controlar sus sentimientos y emociones para que la relación funcione. Uno tendrá que trabajar en exteriorizar sus problemas y, el otro deberá responsabilizarse de lo que siente y lo que hace. Así, podrán avanzar como pareja y ser felices realmente.

Pero, ¿cómo podemos comenzar a enfrentarnos a los problemas? Realmente si somos de este tipo de personas, tendremos que desaprender todo lo aprendido cuando éramos niños. Tendremos que empezar a hablar, a expresar nuestras opiniones y necesidades, gestionando la ansiedad que ello nos provoque.

Si somos de los que tenemos que aprender a regular nuestras emociones, lo primero es saber identificarlas pronto. Saber cuál es nuestro estado mental y emocional a cada momento y, así, poder evitar explotar ante la mínima inconveniencia.

Tener este tipo de problemas personales ya es difícil de forma personal e individual, pero, cuando nuestra pareja, además, actúa de una forma completamente contraria a la nuestra, es aún más complicado. Por ello, no solo es importante trabajar juntos para poder ser felices, sino hacer introspección y trabajar en nosotros mismos. Solo así conseguiremos que nuestra relación dure para siempre.