Una casa que actualiza el estilo Mid-century a través del color
Una pareja joven se hizo de una casa de dos plantas de 1955 en Corte Madera, California. Al tener grandes personalidades, los propietarios querían un diseño igual de llamativo que le dé nueva vida a la residencia.
Convocaron a la interiorista Katie Monkhouse, quien se encargó del proyecto que duró 15 meses, y se completó en conjunto con el despacho CMAC Construction. La remodelación implicó prescindir de algunos muros (incluyendo una gran pared en piedra), para lograr “una mejor fluidez y funcionalidad” en los recorridos de la casa. Sin embargo, su actualización contemporánea no podía opacar el estilo de mediados del siglo XX de la casa original, que enamoró a sus propietarios.
La cocina y comedor conforman un espacio íntimo y sofisticado.
La cocina en gris y azul se convirtió en el ambiente favorito de la diseñadora.
Rescatar la huella
Para ser fiel a la historia y el espíritu Mid-century de la casa, Katie Monkhouse identificó aquellos elementos que lo representaban. El techo de madera de la sala, ligeramente inclinado y con sus listones y barras completamente restaurados, fue uno de los puntos de partida. La interiorista decidió extender este techo de secoya hasta el comedor y la cocina abierta, en paralelo a un piso en madera color miel.
Justamente, optar por maderas en tonos cálidos fue otra de las decisiones que se tomaron para hacer un guiño al estilo original de la casa. Adicionalmente, se mantuvieron las ventanas de vidrio texturizado en la fachada principal.
Un agregado importante del nuevo interiorismo fue colocar, en medio del área social, una chimenea de dos caras, flanqueada por portales que van develando los espacios, con sus cambios de luz y color.
La chimenea de doble cara también da hacia el comedor, aportando más textura.
Ambientes privados en color salmón y muebles estilo Mid-century.
El poder del color
Principalmente, Monkhouse quiso lograr una reinterpretación del estilo a través del color. La idea fue encontrar una paleta que tenga coherencia con la arquitectura, y que consiguiera expresar el estilo de vida contemporáneo y la personalidad vibrante de sus ocupantes.
El color favorito del esposo es el morado: de ahí que la puerta principal recibe con esa tonalidad inesperada. Eso coincidió con un largo deseo de la interiorista de probar un lino ciruela, que utilizó para el sofá de la sala. Ahí, una butaca verde hace la combinación de color, que se repite en la parte baja de la chimenea y que intensifica el efecto de la vegetación exterior.
El comedor y la cocina cambian de atmósfera por completo, a pesar de que también se alimentan de luz natural, por otra más íntima y abrazadora, con paredes en color gris y la parte baja de la chimenea terminada en charcoal.
Los baños y las habitaciones también tienen su propio uso del color, más ligero, alegre y lúdico. “El color realmente definió este proyecto”, explicó Katie Monkhouse. “Los distintos tonos funcionaron juntos porque son todos profundos y saturados. Cada espacio tiene un color dominante que lo aterriza, pero la casa se siente conectada y cohesiva debido a conexiones sutiles”.
Los baños fueron oportunidad para explorar tonalidades más audaces.
En los dormitorios, los textiles juegan con patrones y paletas lúdicos.
Juegos visuales
Además del color, la interiorista incluyó muchas superficies distintas para lograr una decoración visualmente rica y entretenida. La chimenea, por ejemplo, además de los colores en la base está hecha de losetas que forman una trama muy tupida. De hecho, la propia Monkhouse revela que su foco estuvo en la azulejería.
En la cocina, la veta envejecida del cuarzo azul del mueble y de la isla se contagia por la calidez que emana el techo de madera. La ebanistería repite los listones del techo en un color indigo que le da elegancia y peso al ambiente –que se convirtió en el preferido de la interiorista–. En búsqueda de mayor cohesión, Monkhouse suele repetir un elemento o material a lo largo del proyecto: en este caso, el cuarzo se usó también en el baño, así como en la sala familiar y el bar.
En el dormitorio principal, se “balanceó un poco de osadía” –por ejemplo, con la alfombra jaspeada azul y la manta con motivos geométricos– con un “telón de fondo más tranquilo”, compuesto por las paredes en suave salmón y las cortinas de lana fina en el mismo tono. La escena se complete con un rincón más clásico, con sillón y otomano en madera y cuero que vuelven a hacer referencia a líneas Mid-century.
“La casa es cálida y acogedora pero también atrevida, lo que creo que describe muy bien a nuestros clientes”, finalizó Katie Monkhouse. “Son jóvenes y divertidos, y querían una casa que se sienta diferente y única”.
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