Liz Taylor, abuela con solo 39 años: la historia más entrañable de la estrella de Hollywood

No tenía los ojos violeta ni falta que le hacía. Todo lo que rodeaba a Elizabeth Taylor era puro glamour, una estrella que fue mito y leyenda incluso antes de desaparecer. Su figura representa lo más glorioso de la época dorada de Hollywood. Fue la primera actriz en cobrar un millón de dólares (una cifra desorbitada para la época) por una película, ‘Cleopatra’, rodada en 1962 y en la que trabajó con el que fue el gran amor de su vida, Richard Burton.

La abuela más joven de Hollywood

Pero Richard Burton, con el que se casó dos veces y del que se divorcio otras dos, no fue su único marido. Liz Taylor ostenta la marca en Hollywood de haber contraído matrimonio en ocho ocasiones y, aunque a su muerte, en 2011, se encontraba divorciada, nunca perdió la fe en el amor. La actriz, además, logró otro récord en la meca del cine: convertirse en la abuela más joven de Hollywood, ya que su primera nieta llegó al mundo cuando ella contaba solo 39 años.

Michael, hijo de Liz Taylor, hizo abuela a la célebre actriz.

Richard Burton lo celebró como siempre, cubriéndola de joyas

El feliz acontecimiento tuvo lugar en 1971. La condición de abuela le llegó a Liz gracias a su hijo mayor, Michael, fruto de su matrimonio con el actor Michael Wilding, el que fue su segundo marido. Nada más conocer la noticia, Richard Burton, que en esos años seguía casado con Liz, lo celebró como siempre, cubriéndola de joyas. Así, le regaló un collar de oro y diamantes conocido como el Van Cleef & Aspels Barquerolles Lion.

La primera nieta de Liz Taylor, en brazos de su madre, Beth. Detrás, Michael, el hijo mayor de la actriz.

“Richard y yo habíamos deseado con todas nuestras fuerzas tener un hijo, pero ya que no nos fue posible, el destino nos ha concedido ahora esta nieta”, declaró la célebre actriz.

“Hace tiempo mi hijo anduvo algo descarriado”

Michael, el feliz papá, y su esposa, Beth, vivían como dos hippies y decidieron criar a su hija entre alfombras árabes e inciensos. La propia Liz, quizá, hubiera preferido que la pequeña se criada más al estilo occidental, pero el nacimiento de la niña le acercó algo más a su hijo mayor. “Michael tiene el pelo largo y viste de manera extraña. Hace tiempo anduvo algo descarriado, pero ahora ha sentado la cabeza”, declaró Liz con satisfacción.

La protagonista de ‘¿Quién teme a Virginia Wolf?’ también tenía palabras para su nuera. “Beth es una muchacha adorable y la nuera más encantadora del mundo”.

Liz y su hijo Michael.

Ser abuela a los 39 años no la hizo sentirse algo más mayor. Todo lo contrario. “¿Quiere decir si me siento más vieja?”, respondió, airada. “No tengo ningún miedo a la vejez. Podría ser hasta bisabuela, pero mi partida de nacimiento habla bien claro: tengo 39 años. ¿Le parece que a esa edad una mujer deja de ser joven?”.

“Ser madre es bonito, pero ser abuela es maravilloso”

Liz Taylor tuvo cuatro hijos, Michael (nacido en 1953) y Christopher  (1955), hijos de su segundo marido; de su tercer esposo, Mike Todd, nació su primera hija, Liza (1957), y en 1964, estando casada con  Burton, adoptó a María, una niña alemana nacida en 1961.

Liz Taylor y Richard Burton, con sus cuatro hijos.

“Ser madre es bonito, pero ser abuela es maravilloso”, dijo Liz, quien tenía diez nietos y cuatro bisnietos cuando murió.

Por sus declaraciones tras el nacimiento de su primera nieta, da la sensación de que la vida de Liz Taylor fue casi un cuento de hadas. La verdad es que ella hizo siempre lo que quiso, pero no es menos cierto que sufrió mucho por amor. Apasionada en sus trabajos en el cine, también vivía así su vida real.

Liz, nacida en Londres el 27 de febrero de 1932 –este mes hubiera cumplido 92 años–, comentaba no con poca sorna, su predestinación al matrimonio. “Mi madre decía que no abrí los ojos durante ocho días después de nacer, pero que, cuando lo hice, lo primero que vi fue un anillo de compromiso y me quedé hechizada”.

Siete maridos, siete

La larga lista de maridos de Liz Taylor es de sobra conocida, pero nunca está de más un pequeño repaso. A los 17 años se casó con Nicky Hilton, heredero de la prestigiosa cadena de hoteles y un playboy redomado. Bebía lo que no estaba escrito y le propinaba severas palizas a Liz, de modo que ese matrimonio solo duró ocho meses.

“Hay que amar a un mal hombre al menos una vez en la vida para luego sentirte agradecida de encontrar uno bueno”, decía la actriz. Su siguiente marido fue Michael Wilding, con quien se casó en 1952. Con él tuvo a sus dos hijos mayores, pero las numerosas infidelidades de él acabaron con el matrimonio.

Muy poco después –de hecho, un mes después del divorcio de Wilding–, Liz se casó con el productor Mike Todd, con quien tuvo a su primera hija. Un accidente aéreo la dejó viuda en marzo de 1958. Fue el único marido del que no se divorció. Liz lo pasó mal con la muerte de Todd y, con los años, afirmó que fue uno de sus tres grandes amores, junto con Richard Burton y las joyas.

Liz se ganó la fama de ‘robamaridos’

Muy amigo de Mike Todd fue el cantante Eddie Fisher, casado,  a su vez, con una de las mejores amigas de Liz, Debbie Reynolds. Fisher fue el hombro en el que se apoyó Liz al enviudar y tanto apoyó el hombro que ambos se enamoraron, para disgusto de Debbie que estuvo años sin hablar con su amiga.

Ese romance y posterior matrimonio le supuso a Liz Taylor ganarse la fama de ‘robamaridos’. Muchos años después, Liz y Debbie se reconciliaron y recobraron la amistad perdida.

Liz Taylor y Eddie Fisher.

Burton, el amor de su vida

Tras Eddie Fisher, del que Liz se divorció en 1964, apareció en la vida de la actriz nada más y nada menos que Richard Burton. La película ‘Cleopatra’ los unió y aunque ambos estaban casados la pasión que surgió entre ellos traspasó la pantalla. En cuanto obtuvieron el divorcio de sus respectivos matrimonios se casaron en 1964. La historia de amor entre Taylor y Burton fue de todo menos apacible. Su relación fue calificada como volcánica y tóxica. Grandes aficionados al alcohol, mantenían violentas discusiones.

Liz Taylor y Richard Burton se casaron dos veces y se divorciaron las dos.

“Creo que tener una pelea escandalosa y ridícula es uno de los mejores ejercicios de unión matrimonial”, decía Liz. En cierta ocasión, Liz apareció en el set de rodaje con dos ojos morados y la nariz hinchada. La noche anterior había tenido un altercado con Burton, pero ella atribuyó sus heridas a un accidente de coche. Se divorciaron en 1974 y se volvieron a casar al año siguiente. Este segundo matrimonio solo duró un año.

Tras Richard Burton, Liz se casó dos veces más. Una, con el político republicano John Warner, del que se divorció en 1982. Y la última, con el obrero de la construcción Larry Fortensky, al que había conocido en la clínica Betty Ford, donde ambos se trataban su adicción al alcohol. Se casaron en 1991 y se divorciaron en 1996.

Una mala salud de hierro

Liz Taylor pasó sus últimos años en silla de ruedas por los fuertes dolores de espalda que sufría desde pequeña, pues, según desveló, de niña tenía escoliosis. Durante años tuvo serias enfermedades respiratorias –en 1960 tuvieron que realizarle una traqueotomía de urgencia–, problemas cardiovasculares, se sometió a dos implantes de cadera; en 1997, le extirparon un tumor benigno en la cabeza; en 2002 tuvo cáncer de piel y en 2004 le diagnosticaron insuficiencia cardíaca congestiva.

Liz Taylor sufría de muchos achaques de salud.

Si a todos estos achaques le sumamos que Liz no renunció a sus cinco (¡cinco!) cajetillas de cigarrillos al día y a los excesos que cometió con el alcohol, que le llevaron a ingresar varias veces en la clínica de rehabilitación Betty Ford, hay que reconocerle a su organismo sus inmensas ganas de vivir. Sobrevivió a su gran amor, Richard Burton, fallecido en 1984 a los 58 años, y a sus grandes amigos Rock Hudson, muerto de sida en 1985 a los 59 años, y Michael Jackson, fallecido por una sobredosis de calmantes en 2009 a los 50 años.

Un fallo cardíaco acabó con la vida de la inolvidable Liz Taylor el 23 de marzo de 2011, cuando contaba 79 años. Ah, lo de sus ojos violeta, en realidad, fue el resultado de un efecto óptico que, al usar el incipiente Technicolor en ‘Cleopatra’, sumado al maquillaje, daba la impresión de que sus espectaculares ojos azules eran de color violeta. Pero qué más da, la leyenda es más bonita.