Las 21 mejores canciones de Joaquín Sabina (más allá de las típicas)

Hacer una lista con las mejores canciones de Joaquín Sabina (que hoy cumple 74 años) es, de entrada, una misión imposible (además de absurda). Es como preguntar si quieres más a tu padre o a tu madre. Un disparate, vaya. Lo primero, porque ha escrito cientos. Lo segundo porque, gracias a Dios, la música es tan subjetiva que lo que te remueve a ti la entraña, a tu vecino lo mismo le da sueño. Así que vayan por delante nuestras disculpas por la tropelía que estamos a punto de cometer, y es que además somos reincidentes. Porque ya te hemos contado cuáles son, para nosotros, los mejores solos de guitarra de la historia del rock, las mejores canciones de los 80 y hasta nos hemos atrevido con los 25 mejores discos del mundo. Con un par.

Decía Sabina que una canción, para ser buena, debe tener una buena letra, una buena música, unos buenos arreglos, y “algo más que nadie sabe lo que es pero que al final es lo único que importa”. Pues bien, los 20 temas que aparecen en esta lista tienen ese “algo más”. Y, como el mundo está lleno de fans de Sabina, y Google repleto de listas con sus mejores canciones, hemos decidido no incluir obviedades en este ranking. Así que hemos dejado de lado las que ya conoces, seas seguidor o no del de Úbeda. No está 19 días y 500 noches, no está Quien me ha robado el mes de abril, ni Calle Melancolía, ni tampoco Princesa. Tampoco te vas a encontrar Peces de ciudad, ni Y sin embargo, ni Pongamos que hablo de Madrid.

las 21 mejores canciones de joaquín sabina (más allá de las típicas)

Joaquin Sabina

Lo que viene a continuación son 20 canciones que seguramente, si no eres sabinero, sabinero, no conozcas. Muchas de ellas están escondidas en lo profundo de sus álbumes. Algunas sonaron hace años y luego casi se evaporaron. También hay algunas rarezas. Hay incluso temas que no vas a encontrar en sus discos, sino en discos de otros. Y bandas sonoras de películas. Y varios homenajes a sus amigos. Esta es, en resumen, nuestra selección imprescindible si te apetece dar un pasito más en el inabarcable universo del jienense, que esperemos que se recicle pronto con el nuevo disco que Sabina anda tramando con Leiva en la producción. Que las disfrutes.

Ay, Calixto (Del disco Diario de un peatón, 2002)

Es sorprendente pensar cómo esta canción ha pasado casi desapercibida dentro de su obra. Incluida dentro de Diario de un peatón, un disco de ‘rarezas’ y canciones de esas que estaban en el cajón, es un merengue que escribió con la idea de cantarlo alguna vez junto a Juan Luis Guerra, cosa que hasta la fecha no ha sucedido. Es la historia de un padre (diputado del PP) que se enamora de la mujer de su hijo, acaban en la cama, el hijo les pilla, y llega el drama con disparo incluido. Pero, si por algo destaca, es por la descripción que Joaquín hace de la mujer sobre la que todo gira, el piropo más largo, sensual y morboso que uno pueda imaginar: «Volvió de luna de miel con un pastel de frambuesa, que te miraba y cortaba el hipo y la mayonesa, con ese tipo: su vacunita en el brazo, dieciocho añitos y esos malditos ojazos de gata en celo, y aquella mata de pelo como una hoguera y unas pestañas con telarañas de terciopelo, y esas caderas que estaban hechas para pecar por las escaleras, para enseñarle el pajar, para esperarla en la era, para mancharle el vestido, para cantarle al oído: “reloj no marques las horas”, para quitarse el sombrero. Caballero, qué señora. Caballero, qué señora. Caballero: ¡qué señora!»

Corre, dijo la tortuga

(Del disco Mentiras piadosas, 1990)

Sabina se marca aquí un temazo para hablar de las contradicciones que todos traemos de serie, de los distintos “yos” que pelean para hacerse hueco dentro de cada uno, incluido por supuesto él: “A ti te estoy hablando, a ti /que nunca sigues mis consejos, / a ti te estoy gritando, a ti / que estás metido en mi pellejo, /a ti que estás llorando ahí, /al otro lado del espejo, / a ti que no te debo / más que el empujón que anoche/ que me llevó a escribir esta canción”. Este tema, nos consta, está dentro de los favoritos del propio Sabina. Por algo será.

Dos mejor que uno (BSO de la película del mismo título de 1984)

Grandísima y muy desconocida canción de Sabina que nació como encargo para la banda sonora de la película del mismo título, dirigida por Ángel Llorente. Pasó sin pena ni gloria (como la propia película) y de hecho solo se editó en formato single, pero es puro ADN sabinero en la época en la que empezaría a despuntar, cuando el artista quemaba la vida a mitad de su treintena. Con cierto aire guitarrero entre el country y el folk, y una letra en la que ya se intuye al Sabina que estaba por llegar, es la historia de un triángulo amoroso en el Madrid de La Transición.

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Pongamos que hablo de Sabina

Yo me bajo en Atocha

(Del disco Enemigos íntimos, 1998)

Sin tener nada que ver (más allá de ser otro homenaje a la ciudad “invivible pero insustituible” que acogió a jienense) es como una segunda parte de la mítica Pongamos que hablo de Madrid. Menos canalla, más poética, más emotiva y, por lo menos para nosotros, mejor. De hecho, es de lo poquito rescatable del experimento frustrado con Fito Páez que fue este disco, que además les costó la amistad aunque después se reconciliaran. Fue un encargo del (por aquel entonces socialista) gobierno de la capital para un spot que se iba a emitir en Telemadrid sobre la Comunidad. La hizo en una tarde en su casa junto a sus inseparables Antonio García de Diego y Pancho Varona. A raíz de los atentados del 11-M, la canción cobró un significado especial, y el propio Joaquín colocó entre las flores y las velas que había en la estación aquellos días, un cartel dibujado por él mismo que rezaba: “Yo me bajo en Atocha, yo me quedo en Madrid. Siempre”.

Amor se llama el juego (Del disco Física y química, 1992)

Si creías que el amor dura toda la vida, casi mejor pasa a la siguiente de la lista. Y si tu pareja te acaba de dejar, también. Porque esta canción habla de cómo las relaciones antes o después se joden, y casi siempre está detrás los dos mismos culpables, el tiempo y la rutina: “No soy yo, ni tú ni nadie, son los dedos miserables que le dan, cuerda a mi reloj”. Una letra repleta de espinas, pero real como la vida misma: “Y cada vez peor, y cada vez más rotos. Y cada vez más tú, y cada vez más yo sin rastro de nosotros”.

Con la frente marchita (Del disco Mentiras piadosas, 1990)

Saltando entre el Río de la Plata y la agüita del mar andaluz, Sabina teje esta preciosa historia de amor con una chica que es, a la vez, un homenaje a Argentina, país con el que el cantautor mantiene un idilio desde hace muchos años. Numerosas citas al paisaje de Buenos Aires y a la historia del país hacen de este tema un clásico en los conciertos de Joaquín en Sudamérica, no así en nuestro país, donde hace bastantes años que no la escuchamos en directo.

De Purísima y Oro

(Del disco 19 días y 500 noches, 1999)

Cinco minutos de canción para hacer la mejor radiografía social de la postguerra española que jamás se ha escrito. Una canción que debería estudiarse en los institutos, tanto por su precioso valor literario como histórico. De esos temas que, tras escucharlos por primera vez, después te pasas toda la tarde buscando en internet las innumerables referencias que mete Sabina sobre aquellos años. Una canción que hizo llorar al mismísimo Serrat. Y eso es mucho decir.

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Peor para el sol (Del disco Física y química, 1992)

Si por algo el de Jaén tiene colgado el sambenito de crápula, es por canciones como esta. La historia de un ligue de una noche que empieza en un bar, sin amor de por medio, y que acaba en revolcón en casa de ella, casada para más inri: “Nos sirvió para el último gramo / El cristal de su foto de boda / No faltó ni el desfile de moda / De ropa interior”. Eso sí, al final él, aunque vaya de durito durante toda la canción, acaba soñando con un segundo encuentro. Y todo, contado de una forma exquisitamente canalla. Es el Sabina de principios de los 90 en estado puro. Un lujo.

Con un par (Del disco Mentiras piadosas, 1990)

Aquí se entrega a la salsa para contar la historia de El Dioni y la vidorra que se pegó gastándose los cientos de millones que se llevó del famoso furgón antes de que le trincaran, y lo cuenta con irónica admiración: “La de noches que he dedicado yo a planear / un golpe como el que diste tú con un par”. Un cachondo homenaje a este tipo que fue contra el sistema, pero que a él no le hizo mucha gracia. Por lo visto, el abogado de El Dioni demandó a Joaquín por haber publicado la canción sin su consentimiento, aunque posteriormente el propio Dioni retiraría la denuncia (aquí la historia completa del rifi rafe Sabina-Dioni) En este mismo disco, está también la muy recomendable Pobre Cristina, otro retrato sabinero, esta vez de Cristina Onassis, aquella que era tan pobre que no tenía más que dinero.

Lágrimas de mármol (Del disco Lo niego todo, 2017)

Es una de las joyas del último disco (hasta la fecha) de Sabina. Y que esta canción exista, se lo debemos a Leiva. Él mismo nos contó que encontró unos papeles olvidados con algunos versos escritos por Sabina, entre los que leyó: “Los pocos que me quieren no me dejan / Perderme solo por si disparato / No pido compasión para mis quejas / Que tocan arrebato / Acabaré como una puta vieja / Hablando con mis gatos”. Leiva le convenció para que siguiera tirando del hilo y juntos dieron forma a este magnífico tema sobre el paso del tiempo, de regusto más bien amargo: “Con la imaginación, cuando se atreve / Sigo mordiendo manzanas amargas / Pero el futuro es cada vez más breve / Y la resaca, larga”.

Tan joven y tan viejo (Del disco Yo, mí, me, conmigo, 1996)

Aunque no había cumplido ni 50 años cuando la compuso, se trata de una autobiografía cantada y, seguramente, es la mejor última canción de cualquiera de los discos de Joaquín. Al contrario que en Lágrimas de mármol, de la que hablábamos antes, el final es prácticamente opuesto, y aquí tiene más peso el futuro que el pasado, con homenaje a Dylan incluido: “Así­ que, de momento, nada de adiós muchachos / Me duermo en los entierros de mi generación / Cada noche me invento, todaví­a me emborracho / Tan joven y tan viejo, like a rolling stone”. Como curiosidad, y volviendo a Leiva, fue la canción que este eligió para que sonara en su funeral:

Pacto entre caballeros (Del disco Hotel, dulce hotel, 1987)

De nuevo, otra maravillosa canallada. Sabina se pone rockero para contar la historia de un atraco que sufrió en plena calle y, al ser reconocido por los chorizos, no solo lo indultaron sino que se lo llevaron de putas: “Me pillaron diez quinientas y un peluco marca Omega / Con un pincho de cocina en la garganta / Pero el bizco se dio cuenta y me dijo, “¡oye, colega! / Te pareces al Sabina, ese que canta”. ¿Historia real? Mitos hay muchos sobre esta canción pero su incondicional Pancho Varona ha confesado alguna vez que la parte del asalto es cierta, y que los atracadores reconocieron a Sabina. Pero de ahí a que acabaran la noche de farra… Temazo, en cualquier caso.

Todavía una canción de amor (Del disco Palabras más, palabras menos, 1995)

Estaba Sabina con papel y boli en la librería-bar Clásica y Moderna de Buenos Aires cuando se le acercó Andrés Calamaro: “Joaquín, ¿qué estás escribiendo?”. Y lo que estaba escribiendo era este pedazo de canción, al que después Calamaro, según ha confesado alguna vez, le puso música en cinco minutos y con la tele encendida. El resultado es un tema redondo. Como reza el título, una estupenda canción de amor que se quedaron finalmente Los Rodríguez para su tercer y último disco de estudio.

Doble vida

(Del disco Diario de un peatón, 2002)

De nuevo Sabina contando una historia con su principio, su nudo y su desenlace (cómo nos gustan ese tipo de canciones-relato y qué poco las frecuenta en los últimos años). En esta ocasión, aprovecha la historia de un matrimonio aparentemente ejemplar (él es juez, no te digo más) para poner el dedo en la llaga de esta sociedad de las apariencias, la doble moral e incluso el tráfico de influencias. Cuando él deja de repartir justicia se lo pasa teta en los puticlubs, mientras ella echa la tarde en un dúplex de Alberto Alcocer, “con un Rambo de esos que amortizan por horas los besos, que saben hacer que una dama cometa un exceso”. Una canción maravillosa que Sabina firma junto a José Nodar y Jaime Asúa, ex de los recordadísimos Alarma y habitual escudero de Sabina sobre el escenario, guitarra en mano.

Conductores suicidas

(Del disco Física y Química, 1992)

Es seguramente, junto con Peor para el sol, una canción bastante mainstream como para estar en esta lista, pero tiene detrás una historia quizás desconocida para los menos sabineros. El tema ‘ajusta cuentas’ con Manolo Tena, con el compartió mucho talento y mucha noche, y también una novia que, por lo visto, acabo mudándose de la casa de Joaquín a la de Manolo. Estuvieron años sin hablarse, pero ambos reconocieron después que acabaron firmando la pipa de la paz. La letra es meridianamente clara, y el propio Tena ha explicado en alguna ocasión el significado de unos versos en concreto: “tú que eras un maestro en el difícil arte / de no mojarte bajo un chaparón”. Al margen de lo evidente, hace referencia al mítico concierto de los Stones del 82 en Madrid, al que fueron juntos y en el que cayó el diluvio universal. Con las primeras gotas, Manolo Tena se quitó la camiseta y se la metió en el paquete. Cuando dejó de llover, se la sacó (la camiseta), se la puso de nuevo… y era el único que estaba seco. La madre de todas las metáforas.

¿Quién es Abel, quién es Caín?

(Del disco Mira que eres canalla, 2.000)

Para entender esta canción, recogida en un disco homenaje de varios artistas a Luis Eduardo Aute en el 2000, hay que remontarse antes al año 1.986, y en concreto al concierto que Sabina dio con su banda Viceversa (y que se editaría como disco en directo) en el teatro Salamanca de Madrid. Allí subió Aute al escenario, con un papel en la mano que acababa de escribir y aún no había memorizado, para cantar Pongamos que hablo de Joaquín, una deliciosa radiografía sobre Sabina. Pues bien, muchos años después, Sabina le devolvió aquel enjabonamiento y, sobre la misma música, le cambió la letra para cantar todas las virtudes de su íntimo amigo Luis Eduardo, una de las personas que mejor han encajado nunca dentro de la definición de artista en toda su inmensidad.

las 21 mejores canciones de joaquín sabina (más allá de las típicas)

Aute y Sabina, de copas en 1991. A juzgar por las caras, al menos uno de los dos llevaba ya unas cuantas…

A la orilla de la chimenea

(Del disco Física y Química, 1992)

Se ve aquí la versión del Sabina más tierno y menos canalla. Un tema donde el tipo duro se despelota sin ningún complejo. Una canción de amor en mayúsculas que si la hubiera escrito cualquier otro sería una cursilada de proporciones épicas. Lo que pasa es que en realidad ningún otro podría haber escrito versos de este calado: “Y si quieres también / Puedo ser tu abogado y tu juez / Tu miedo y tu fe / Tu noche y tu día / Tu rencor, tu por qué, tu agonía… O tal vez esa sombra / Que se tumba a tu lado en la alfombra / A la orilla de la chimenea / A esperar… que suba la marea”.

Menos dos alas (Del disco Vinagre y rosas, 2009)

Otro homenaje de Sabina a un amigo, esta vez el poeta Ángel González, con quien compartió su pasión por las letras, muchas horas de tertulia y quién sabe cuántas botellas de whisky. Le escribió esta canción con la colaboración del también poeta y amigo común Benjamín Prado, poco tiempo después de su muerte, y ya desde los primeros versos se puede que el homenaje es de todo menos lacrimógeno : “González era un ángel menos dos alas / González era un santo por lo civil / un dandy con un ojo a la funerala / tan rojo, tan Oviedo y tan zascandil”.

El joven aprendiz de pintor

(Del disco Juez y parte, de 1985)

Es curioso como Sabina reflexiona sobre el éxito que ya empezaba a tener, sin saber que lo que vendría después sería algo mucho más multitudinario, más intenso y más excesivo. Y lo hace a través de las reacciones a su buen momento de toda una corte de personajes que van desde la vecina hasta Monserrat Caballé, pasando por managers y críticos musicales. Es casi una canción visionaria de lo que estaría por llegar, y seguramente se equivocó en poco. Juez y Parte supuso su cuarto disco en solitario y el primer gran álbum de su carrera, que incluyó la mítica Princesa (no os perdáis la versión con Alejandro Sanz).

Como te digo una co te digo la o (Del disco 19 días y 500 noches, 1999)

Es la gran olvidada del disco más exitoso de Sabina, una magnífica trastada en forma de rap (perdonen la exageración) para aligerar el álbum más serio y rotundo de su carrera. No es más que una conversación entre dos mujeres (realmente es un monólogo en el que solo habla una) en la arena de cualquier playa de Levante y tratando todos los temas desde la perspectiva más cuñadil que te puedas imaginar. De la política a la literatura, pasando por el terrorismo, la religión… Un audio retrato de casi nueve minutos de una España que vas a reconocer, por mucho que hayan pasado más de 20 años.

Violetas para Violeta

(Del disco Vinagre y rosas, 2009)

Otro tema que demuestra el amor de Joaquín por Sudamérica y que supone un precioso homenaje a la cantante y artista chilena Violeta Parra, que dio a conocer el folclore y la música popular de su país desde una perspectiva cultísima. Violeta se suicidó en 1967, tan solo un año después de haber compuesto una de sus canciones más famosas: Gracias a la vida. Vaya paradoja.

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