El estrepitoso y muy previsible batacazo del nuevo engendro que José Pablo López parió este sábado en La 1 entre las 13.30 y las 15 horas debería importarnos poco o nada si no fuera porque el director General de Contenidos de RTVE no paga de su bolsillo a Anne Igartiburu y Jordi González. En televisión, debemos admitir un margen de equivocación, pero una cosa es buscar la innovación o arriesgar en busca de un acierto con el sistema PRUEBA / ERROR y otra desperdiciar el dinero de nuestros impuestos para comprobar que en el Polo Norte hace más frío que en el Ecuador o que sustituir a Cary Grant en Historias de Filadelfia por el Pato Donald no va a mejorar el original. Innecesario y muy caro. Cn apenas un 6% de audiencia, salvo sorpresas, no puede durar mucho.
Jordi González destroza el corazón de La 1 en su estreno junto a Anne Igartiburu y hunde la audiencia
La incalificable pifia que supone cambiar el clásico de Corazón de TVE de toda la vida, con Igartiburu solita, leyendo las entradillas del cotilleo que le escriben, como si no fuera con ella, ha supuesto en su estreno una bajada a los infiernos, una bofetada de la audiencia pero también un desperdicio económico porque el invento cuesta dos o tres veces más que el formato clásico. Los datos sentencian el programa por encima de cualquier epíteto. Para entendernos, el anterior espacio, el de siempre, titulado Corazón Fin de Semana, marcó un 8.6% el último sábado que fue emitido, y atrajo a 747.000 espectadores. El estreno de Anne y Jordi juntos, con debate y colaboradores como Gloria Lomana, marcó un 6.1% y apenas 400.000 espectadores. Pero es que para colmo es mucho más caro. Es decir, Jordi lo ha vuelto a hacer: ha destrozado una franja horaria de TVE con un magacín como hizo con La Plaza. Este sábado, en medio de coentarios políticamente correctos, el presentador comentó si la operación de la princesa de Gales es porque “se está poniendo las tetas”, literal.
Alguien dirá: pero el anterior Corazón TVE duraba media hora y el formato nuevo ocupa 90 minutos, el triple. Pues bien, la hora de diferencia, la que va de 13.30 a 14.30, la ocupaba hasta ahora Españoles en el mundo. La última entrega, la del sábado 13, dedicada a Riga, marcó un 7.3%. Y hablamos, por supuesto, de una reposición.
Este sábado, con similar duración, a la misma hora y también con el cotilleo corazonero como elemento vertebrador, Telecinco emitía su Socialité, que ha cambiado de productora y sustituido a María Patiño por María Verdoy. La cadena privada marcó, un 10%, casi cuatro puntos más que el gran estreno de Anne y Jordi, con programa notablemente más barato (el de Mediaset no se hace con dinero público). En número de espectadores, Telecinco firmó 660.000 frente a los 400.000 de La 1. Pero tal vez el dato más revelador, el que sentencia el estreno, es que, frente al 31% de fidelidad de Socialité, Igartiburu, Lomana y Jordi provocaron la fuga de espectadores a borbotones, una hemorragia de personas que prueban a ver cómo es el espacio y huyen despavoridos: eso es lo que quiere decir una fidelidad del 18%. Demoledor.
Pero, ¿qué fue lo que espantó a la audiencia?
Si con Anne sola rozaba el 9% y con Jordi apenas rebasa el 6%, ¿a qué conclusión debemos llegar? Para empezar, cuesta comprender cómo los popes y genios que deciden qué contenidos deben ocupar la parrilla de una cadena publica a la hora del aperitivo llegaron a la insólita idea de cambiar la media hora del clásico de corazón amable de Igartiburu, que se puede seguir casi como la radio, sin estar sentado y atento, como el que ve una serie, por 90 minutos de cotilleo con debate, gente sentada en plató, mucho más caro. Pero ya el colmo es que decidieran que con una presentadora no bastaba y pusieran a su lado a Jordi González, cuyo anterior estreno en La 1, denominado La Plaza, y también con personajes tipo Terelu Campos en plató, fue un fracaso de tal calibre que no duró ni dos semanas.
Y la verdad es que técnicamente el programa no está mal resuelto, los temas están elegidos con buen criterio, como repaso semanal, el plató es aceptable, los vídeos entran clavados, las sintonías funcionan, las locuciones son amables y están bien construidas y trabajadas. El problema, es muy grave, es que, por mucho que se empeñen en negarlo, Jordi González y Anne Igartiburu son agua y aceite. No desprenden nada de química y si los conductores del espacio espantan, dan sensación de impostura permanentemente, da igual todo lo demás. ¿Es necesario poner a Jordi, poner plató y que dure hora y media, además de gastar el triple?
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