Los milagros también se entrenan
El Real Madrid ha hecho que lo extraordinario parezca cotidiano y así, milagro a milagro, se ha metido en una nueva final de la Champions League, donde peleará el 1 de junio en Wembley por levantar la 15ª. Ante el Bayern lo hizo con una nueva remontada en los minutos finales, cuando parecía que el gol de Davies (no exento de ironía; todo indica que será madridista la temporada que viene) daría el pase a los bávaros, apareció Joselu para sentenciar con dos goles de ariete puro, ese que el Madrid no suele utilizar esta temporada y que aparece en momentos concretos. En este caso, para sacar billete para una nueva final de Copa de Europa.
Esta remontada, como tantas otras, da una nueva muestra de la maestría del cuerpo técnico que dirige Carlo Ancelotti. Ante el Bayern, el italiano le dio la vuelta al partido en dos fases. Primero, retirando a Kroos y Tchouameni en el centro del campo para dar energías nuevas en el centro del campo con Modric y Camavinga, al mismo tiempo que variaba el esquema dejando a Vinicius mucho más inclinado hacia el extremo izquierdo, donde demostró que domaba a Kimmich cada vez que se enfrentaban.
Diez minutos más tarde tocó modificar el ataque, con la entrada de Joselu y Brahim por Rodrygo y Valverde, pasando a un dibujo más propio de tiempos pasados que, en este caso, dio perfecto resultado: el Madrid recuperó por momentos el 4-3-3, con Brahim y Vinicius en las bandas y con Joselu en la punta, mientras que Bellingham perdió algo de protagonismo en ataque y lo sumó en el medio. Con este dibujo, llegó la remontada, con Joselu de principal protagonista.
Fue el mayor, aunque no el único. El delantero anotó dos goles en sus dos remates, intervino diez veces, ganó dos duelos aéreos y dio dos pases buenos de cuatro. Lo suyo fue quirúrgico. Brahim, por su parte, meneó el árbol por la derecha y tuvo en sus botas el gol, pero se topó con un defensa; estuvo aun así certero con balón (seis pases buenos de seis) y le dio tiempo a recuperar tres balones. Mientras, Modric y Camavinga dieron empaque al medio, sobre todo el francés con su dinamismo (dos duelos aéreos ganados), mientras que el croata robó el balón que terminaría en el 2-1 de Joselu.
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Es fácil caer en el argumento de lo inexplicable a la hora de valorar lo que está logrando este Madrid, pero un milagro no puede serlo tanto si es habitual, y en el caso del Madrid de Ancelotti empieza a serlo. La colección ya es amplia: en la 2021-22 remontó ante PSG, Chelsea y City, y en la final sobrevivió a un bombardeo del Liverpool, con nueve paradas de Courtois; la pasada campaña se levantó de un 2-0 en Anfield para acabar 2-5, y en Copa remontó un 0-1 del Barça con un 0-4 en el Camp Nou que valió, de facto, un título copero; y este curso suma esta remontada ante el Bayern, eliminatoria en la que ya había logrado en la ida empatar un duelo que perdía, además del 3-3 del Bernabéu ante el City, tras ir perdiendo 0-1 en el primer minuto de partido, y del 1-1 en el Etihad tras soportar un meneo de dominio durante la gran parte de los 130 minutos que duró el choque.
Ancelotti no termina de explicárselo, aunque lo intente. Y mientras, pide una fiesta este domingo para recordar que la temporada del Madrid, pase lo que pase en Wembley, ya es un éxito: “Ha pasado otra vez. Un campo fantástico, jugadores que no paran de creer… Es algo mágico. Hemos jugado bien. Fue complicado. Tuvimos buen control del partido y después tuvimos la fuerza de no perder la cabeza. Hay que agradecer a la afición y al club. Y a los jugadores, porque han hecho una temporada que nadie esperaba. Yo tampoco. Llegar a la final es un éxito, pase lo que pase. Si pienso en los días para llegar a la final, lo pasaremos muy bien. Celebraremos la Liga. Pido celebrar para ir a Cibeles. La felicidad contagia el ambiente y a los jugadores”.
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