La paradoja de identificarse con los ricos
En la vorágine del capitalismo contemporáneo, la identificación de los trabajadores con los ricos y la lógica del sistema económico dominante es un fenómeno profundamente arraigado. Mark Fisher, en su análisis en obras como Realismo capitalista (2009) o la recientemente publicada Deseo poscapitalista (2024), ambas en Editorial Caja Negra, revela cómo este fenómeno se manifiesta y cuáles son sus implicaciones en la sociedad occidental moderna.
El éxito de Fisher reside, especialmente, en haber logrado aunar sus lecturas en una interpretación muy particular del mundo contemporáneo y de cómo el capitalismo realmente existente impacta en nuestras vidas. La obra del inglés está profundamente influida por una amplia gama de corrientes teóricas y pensadores, como el psicoanálisis, especialmente la obra de Jacques Lacan, el marxismo, en particular la crítica de la Escuela de Frankfurt a la industria cultural.
Los medios de comunicación, la cultura popular y la publicidad desempeñan un papel fundamental en esta internalización. Nos inundan con imágenes de riqueza, poder y éxito asociadas con los ricos, presentándolos como modelos a seguir y como personajes dignos de admiración. Los reality shows, con ejemplos como The Apprentice –conducido por el mismísimo Donald Trump durante sus primeras catorce temporadas–, glorifican la acumulación de riqueza y promueven la competitividad y el individualismo como virtudes supremas, moldeando así nuestras percepciones de lo que constituye el éxito.
La narrativa del emprendedurismo también alimenta esta ilusión de ascenso social. Se nos dice constantemente que el camino hacia el éxito y la realización personal es a través de la creación de empresas y la acumulación de capital. En este escenario, los trabajadores adoptan la mentalidad de los ricos, aspirando a convertirse en empresarios exitosos como una vía hacia una vida mejor.
La cultura del consumo refuerza aún más esta identificación con los ricos. La publicidad y el marketing nos bombardean con imágenes de productos y estilos de vida asociados con la riqueza y el estatus, generando en nosotros un deseo insaciable de adquirir estos bienes materiales como símbolos de éxito y pertenencia.
En la sociedad contemporánea, el emprendimiento se presenta como una panacea para todos los problemas, y los empresarios exitosos son celebrados como héroes culturales. Lo vemos mucho en la Argentina del siglo XXI donde miles de pibes nos explican cómo ganar “25k al mes”. La publicidad y el marketing constantemente nos bombardean con imágenes de productos y estilos de vida asociados con la riqueza y el estatus. Eso se ve mucho en Instagram y en Tik-Tok, particularmente en la Argentina del ethos libertario.
Pero esta identificación con los ricos es, en última instancia, una ilusión. La realidad del capitalismo es que la mayoría de los trabajadores nunca alcanzarán la riqueza y el estatus que tanto anhelan, al menos, no mediante el esfuerzo y el trabajo duro. La promesa de ascenso social a través del trabajo duro es una falacia que perpetúa la explotación y la desigualdad inherentes al sistema.
En lugar de fomentar la solidaridad de clase y la lucha colectiva contra la opresión, el capitalismo alimenta la competencia y la división entre los trabajadores. Nos convierte en participantes involuntarios en un reality show interminable, donde el sistema es el juez omnipresente que nos dice quién es digno de éxito y quién no lo es.
En última instancia, para liberarnos de esta ilusión y construir un mundo más justo y equitativo, debemos desafiar activamente las narrativas capitalistas y buscar formas de resistencia y solidaridad colectiva. Solo entonces podremos romper el hechizo del capitalismo y construir un futuro donde la riqueza y el éxito no estén reservados para unos pocos privilegiados, sino compartidos por todos.
Como en The Apprentice, es el sistema el que aparece como un Donald Trump tan eterno como omnipresente y te dice “estás despedido” de formas sutiles todos los días.
* Abogado y analista internacional.