Crítica de 'El salto': por un mundo y un cine mejores

Crítica de 'El salto': por un mundo y un cine mejores

Una versión menor de otras muchas películas sobre la inmigración y el paso de fronteras de los últimos 20 años. El activismo cinematográfico y la lucha por los derechos humanos siempre tendrán sus valores, pero solo con eso no se hacen buenas películas. Y la grandeza del tema no va acompañada de calado más allá de la ilusión de los personajes, por muy cerca que nos toque: el salto de la valla de Melilla.

Con guion de la novel en cine Flora González Villanueva y diálogos adicionales del propio director, Benito Zambrano, el primer tercio de la escueta El salto (qué elipsis tan extrañas) es un recitado de lugares comunes sobre los empresarios, la policía, los abogados y las ONG españoles, en torno a la expulsión de un maliense sin papeles. Ni un matiz en unos u otros. Y lo peor: todo se explica. Los personajes parecen hablar para dar información a los espectadores, no para comunicarse entre ellos, hasta tal punto que los intérpretes tienen problemas con la naturalidad. Tras la expulsión y los deseos de vuelta, la historia mejora un tanto en el campamento marroquí, pero al clímax del asalto a la frontera le falta vértigo y le sobra sentimentalismo. La película más discreta de la sólida carrera del autor de Solas.

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