Las 'tripas' del ciclismo

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La alimentación es importante en todos los deportes, aunque tal vez en el ciclismo va todavía más allá. Horas y horas sin parar, en muchos casos durante 21 días (Giro, Tour y Vuelta) con apenas dos jornadas de descanso, sobre la bicicleta, rodando por carreteras a altas temperaturas en pleno verano y, en otras ocasiones, en montañas (Alpes, Pirineos…) con frío y lluvia. Todo afecta al ciclista, pero también todo está cada vez más controlado y monitorizado. La nutrición no es solo un componente en el ciclismo, es la piedra angular. Cada detalle cuenta.

Los carbohidratos (más pequeños que los azúcares) son parte importante en la ‘gasolina’ del pelotón, con numerosos avances en los últimos años, especialmente en la década más reciente. Azúcares, almidón y fibra son los tres tipos principales. La ingesta de los citados carbohidratos es la base principal de la nutrición de los ciclistas, ya que son los que más resisten. Arroz, pasta, nueces, frutas, lácteos… son algunos de los más utilizados sobre la bicicleta y también antes y después de los esfuerzos. En un día de competición, un ciclista puede llegar a quemar hasta 5.000 calorías.

También son relevantes las proteínas, ya que participan en los procesos de recuperación y regeneración de la masa muscular. El peso es relevante, cambiante y también medidor para los esfuerzos de los corredores, cuyo en muchos casos lo calculan en la relación vatios-kilos. Entre 6 y 7 w/kg es la medida que corresponde a un corredor profesional élite. Además de recuperar y mantener, la alimentación también tiene otra ‘misión’: prevenir el agotamiento. Es habitual ver desfallecimientos sobre la bicicleta, habitualmente causados por un error o una falta en la alimentación. Todo está estudiado al máximo.