Djokovic le mete dos roscos a Mannarino e iguala marcas de Nadal y Federer

El final del segundo set de su partido contra Novak Djokovic, Adrian Mannarino hizo un gesto mirando al box de su equipo, que provocó carcajadas. El francés, de 35 años y 19º del mundo, se puso los dedos en los ojos simulando que llevaba gafas. Acababa de encajar un segundo rosco. El serbio, implacable, le ganó 13 juegos seguidos antes de perder el primero, en ruta hacia una de las victorias más contundentes de su carrera en Grand Slams: 6-0, 6-0 y 6-3 en 1h44. “Fue difícil para él, pero también para mí no pensar en el triple rosco”, reconoció el número uno.

El martes se las verá en cuartos, ronda que alcanza por 14ª vez en el torneo y 58ª entre todos los Grand Slams (iguala a Nadal en el primer caso y a Federer en el segundo) con el estadounidense Taylor Fritz, que apeó al finalista de 2023, el griego Stefanos Tsitsipas. “Espero que jueguen cinco sets, seis horas, con interrupciones por lluvia, fallos de luz, el techo, lo que sea… y que tengan que continuar mañana”, dijo, socarrón, Novak. No fue así, el encuentro clausuró en cuarto sets (7-6 (3), 5-7, 6-3 y 6-3) y tres horas y un minuto.

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Más cuartos en Grand Slams

“Tengo que decir que sí, obviamente (sobre si este fue su mejor partido en la presente edición del Open de Australia). Los dos primeros sets han sido los mejores que he jugado en un tiempo. Realmente quería perder ese juego en el tercero, porque la tensión estaba aumentando en el estadio y necesitaba quitarme eso de en medio y enfocarme en lo que tenía que hacer para cerrar el partido”, bromeó Nole, que no era la primera vez que se manejaba con tanta contundencia en un major. En otros cinco partidos de su exitosa trayectoria, el balcánico concedió solo dos juegos a sus rivales. En el US Open de 2011 le hizo un 6-0, 6-0 y 6-2 al argentino Berlocq (14 juegos seguidos de inicio) y en 2012, en Australia, le metió una bicicleta al italiano Lorenzi (16 juegos seguidos entre desde el 2-2 de la primera manga).

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Genialidades y trastadas

“Jugué genial, del primer al último punto ante Adrian, que es un jugador muy poco ortodoxo, que usa los ángulos muy bien y tiene uno de los reveses más planos y consistentes del tenis. Tenía que endurecer de alguna manera los intercambios largos y correr por la pista como hice. Saqué muy bien, en los momentos que necesité entrar con primeros. Gran actuación”, añadió Djokovic, una máquina cada vez más engrasada. En su debe, lo de casi siempre, sus rifirrafes con el público cuando le abuchearon por reclamarle algo a la jueza de silla cuando ganaba por 6-0 y 2-0, y un momento de zozobra durante el segundo set en el que amago con vomitar, que la cosa se quedó en un par de arcadas. Es el mejor, pero en líneas generales, no cuenta con el amor incondicional de la gente. “Que gane cualquier otro”, comenta un empleado con 35 años de experiencia en el torneo.

Poco le importa a Djokovic, tan poco como jugar de día por primera vez tres años (“De la manera en la que lo he hecho, me da igual. Aunque no es ningún secreto que me gusta el horario de las siete aquí, no ha estado mal”, afirmó). No le faltaba razón: 17 aces para un total de 31 golpes ganadores y solo 15 errores no forzados, muchos menos que en sus anteriores partidos en esta edición del torneo. Así, a ver si alguien puede parar al campeón.

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