"Los psicofármacos les pueden ayudar a tirar adelante, pero oculta una realidad social que está ahí"

Consumo de psicofármacos

El Ministerio de Sanidad trabaja ya en una guía para reducir la prescripción y el consumo abusivo de psicofármacos en España. “La prevalencia de consumo es alarmante, tanto en benzodiacepinas, como sobre todo en antidepresivos”, ha destacado en La Ventana la comisionada de Salud Mental del Ministerio. El objetivo de esta guía, como explcia, es que sea una herramienta dirigida a los médicos, que son los que tienen que supervisar la desescalada de prescripción de estos fármacos. También para los farmacéuticos que tienen un papel importante en el proceso como a los propios usuarios.

Lo que esconden estas cifras de consumo creciente obedece a un conjunto de factores: “Hay un problema cuantitativo, una prevalencia que es alarmante y que responde a un fenómeno global. En segundo lugar, no hay tiempo ni espacio en las consultas médicas para buscar otras soluciones. Detrás de muchos trastornos, hay problemas de trabajo, de vivienda, de desigualdad, y el facultativo se queda impotente ante esos problemas que no puede abordar en la consulta”.

Es por esto que, como apunta González, y ante la desesperación, los médicos tienen que hacer algo y acaban prescribiendo un fármaco que ayuda al paciente “a tirar adelante, pero eso puede ocultar una realidad social que está ahí y que necesitaría otros abordajes que no son sólo farmacológicos”.

La desigualdad social, uno de los factores

Según la comisionada, las cifras corroboran que estamos “medicalizando la desigualdad y las injusticias sociales”. La prevalencia del consumo de psicofármacos por episodios depresivos es ocho veces superior entre personas de renta baja que entre la población con rentas altas. Y en el caso de la esquizofrenia, el diagnóstico entre estratos sociales más desfavorecidos es hasta doce veces superior.

Por ello, la guía ofrecerá pautas a los profesionales para abordar la desescalada en la prescripción de estos psicofármacos, ya que se trata de un proceso muy complejo, que hay que realizar de forma cuidadosa y progresiva. Gónzález explica que debe ser así porque por un lado si se hacen consumos prolongados provocan síndrome de abstinencia y por otro, al ser fármacos que actúan sobre el síntoma, al retirarse pueden provocar la aparición de una clínica que simula la enfermedad pero que no lo es, con lo que a veces se interpreta como recaída y acaba con una prescripción de por vida. “Quitarlos directamente resulta imposible, por eso esperamos que la guía ayude a establecer pautas que ayuden a esa reducción en la prescripción y el consumo”, concluye.