El jardín del tiempo
-FOTODELDIA- Nueva York (Estados Unidos), 07/05/2024.- La actriz Zendaya posa con uno de los dos modelos que lució en la Met Gala de Nueva York (Estados Unidos) anoche. EFE/ Justin Lane
El lunes fue la gala del Museo Metropolitano de Nueva York, que quizás se ha convertido en el evento de moda más importante de nuestros tiempos. La gala se celebra desde 1948, va acompañada de una exposición de moda organizada por el Costume Institute, y el evento funciona como una recaudación de fondos. Empezó a hacerse más popular en 1974, cuando Diana Vreeland conectó la gala con un tema en específico, y empezó a invitar grandes celebridades como Andy Warhol o Cher. Desde 1999, Anna Wintour ha sido la anfitriona del evento, y su lista anual de invitados es un termómetro de quién es quién en el mundo del espectáculo. También es una gran vitrina para diseñadores, quienes tienen una oportunidad para dejar ir su imaginación y presentar construcciones opulentas que no tendrían lugar en ningún otro espacio. Además, la gala se ha convertido en un hito anual para las redes sociales, siempre hay imágenes provocadoras, chismes, y ese halo inalcanzable de ver a las personas más influyentes y poderosas desfilar en la capital del mundo y en medio de un lujo casi irreal.
Este año, el tema de la exposición en el museo, como sabe a pie juntillas todo el mundo en Internet, fueron las “bellezas durmientes”, una muestra de delicadas piezas de archivo que han sido preservadas con el mayor cuidado. El tema de la gala fue un famoso cuento de G. D. Ballard, El Jardín del Tiempo, publicado en 1962. Sin duda, Wintour lo escogió por ser uno de los cuentos más aesthetic de la literatura del siglo XX. Una pareja de aristócratas vive en un jardín hermoso en donde disfrutan de las más grandes bellezas naturales y humanas. En el jardín hay unas flores mágicas que detienen el tiempo al cortarlas. Afuera hay una “horda” de hombres y mujeres, sin caras y sin nombre, con raídos uniformes de guerra y el rugir del caos, que se acercan poco a poco al jardín. Para detenerles, el conde corta las flores del tiempo mientras la condesa toca un poco de Mozart. Con cada flor mágica, la pareja gana un poquito más de espera hasta que la inminente y bárbara amenaza llegue hasta su puerta. El tiempo del jardín está contado, pues las flores no son un recurso renovable, y cuando el conde corta la última y la masa llega hasta el jardín, solo encuentra un palacio en ruinas y descomposición.
No soy la primera en caer en cuenta y señalar la ironía. Mientras los invitados de la gala llegaban al jardín, la policía de Nueva York cerraba las calles para que grupos de protestantes en contra del genocidio en Palestina no llegaran hasta el Museo. Como la realidad tiene la mala costumbre de superar a la ficción, el mismo lunes comenzó una ofensiva aérea sobre Rafah, el mayor refugio de civiles en este momento en Gaza. Parece que Israel también cerró la frontera de Kerem Shalom, lo que puede desencadenar una situación de hambruna extrema. Frente a tanto horror, es difícil no querer mirar al Met Gala, gente perfecta con vestidos hermosos y sin problemas económicos. Sin hambre. Personas que jamás quedarán atrapadas en medio de una guerra.
Por supuesto que la culpa directa de lo que pasa en Gaza no es ni de las celebridades ni de la moda. La moda puede ser arte, y en tanto arte, ser un testimonio del ingenio la creatividad y la sensibilidad humana. Tampoco es cierto que todas las personas que siguieron la Met Gala se negaran a ver lo que sucede en Gaza; podemos verlo todo al tiempo, tenemos un Aleph en el celular. Lo que sí es cierto es que tenemos que preguntarnos por esa aparente desconexión, o por la oposición entre ese mundo pulcro, brillante, “civilizado”, el “nuestro”, frente a la barbarie de “lo otro”. Como espectadores desde nuestras casas, asumimos casi que instintivamente el punto de vista del Conde. Pero, entonces, ¿quiénes acechan tras la paredilla?