Antiguo Egipto: qué buscaban los saqueadores de tumbas y cuáles eran las trampas que dispusieron los faraones

En el Antiguo Egipto, la muerte no era el fin, era un nuevo comienzo. Los faraones y nobles eran enterrados con una gran ceremonia, rodeados de tesoros y objetos de valor. Se creía que les serían útiles en la vida después de la muerte.

Sin embargo, en esta época, la costumbre de inhumar riquezas junto a los difuntos atrajo a múltiples saqueadores de tumbas, quienes desafiaban las advertencias y maldiciones que prometían castigos divinos.

¿Qué hicieron los egipcios evitar el robo y el hurto en las tumbas del Antiguo Egipto? ¡Conocé todo sobre esta historia fascinante!

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Las ingeniosas defensas contra los saqueadores de tumbas: así eran las trampas en el Antiguo Egipto

Según un artículo de Historia de National Geographic, los antiguos egipcios sabían la codicia que despertaban las riquezas enterradas con sus faraones. Por eso, emplearon métodos ingeniosos para proteger las tumbas de los saqueadores.

Los arquitectos de los faraones idearon:

• Complicados cerrojos
• Laberintos de falsos pasadizos
• Trampillas deslizantes de piedra
• Pozos ocultos llenos de cascotes
• Trampas para ahuyentar a los invasores

Todos estos inventos fueron pensados para atrapar o incluso sepultar vivos a los intrusos. Sin embargo, a pesar de estas precauciones, la historia nos muestra que fueron pocas las tumbas que lograron escapar al expolio.

En un caso particular, la eficacia de estas trampas quedó demostrada de manera macabra cuando, miles de años después, un arqueólogo descubrió los restos de un ladrón bajo el peso del techo de una tumba. El mismo se derrumbó justo cuando intentaba robar la momia, cortándole los brazos y acabando con su vida al instante, según National Geographic.

No obstante, las crisis sociales y políticas incrementaban la frecuencia de estos robos, especialmente durante periodos de inestabilidad como el primer período intermedio, cuando la autoridad central se debilitaba y el desorden se apoderaba del país.

Un texto de la época, Las admoniciones del sabio Ipuwer, menciona que los saqueadores estaban por todas partes y que las pirámides, antes llenas, ahora estaban vacías a causa del constante robo de tumbas.

Curiosamente, no todos los intentos de saqueo terminaban en éxito. Durante el reinado de Ramsés IX, el descubrimiento de una vasta red de saqueadores reveló hasta qué punto el robo de tumbas se había institucionalizado. Esto implicó a miembros de la administración y generó un escándalo que sacudió el gobierno de la época.

Los papiros Abbot, Amherst y Leopoldo II expones el trabajo de las autoridades para desentrañar y castigar a los involucrados. Entre los testimonios recogidos, se destaca el de un albañil llamado Amenpnufer, quien confesó haber participado en el robo de la tumba de Sobekemsaf II.

“Tomamos nuestras herramientas de cobre y entramos en la pirámide. Luego atravesamos los cascotes y hallamos al faraón que yacía en la parte de atrás de su tumba. La noble momia estaba completamente adornada con oro y plata, por dentro y por fuera, y con todo tipo de piedras preciosas incrustadas”, mencionó según lo publicado en National Geographic.

Curiosidades del Antiguo Egipto: ¿por qué ocultar a los faraones para proteger su legado?

Ante el incesante problema del saqueo de tumbas, los egipcios tomaron una medida drástica durante la dinastía XXI (1076-944 a.C.): decidieron trasladar las momias de los faraones de sus sepulcros originales a escondrijos más seguros, lejos del alcance de los ladrones.

Este intento de preservar la integridad de sus antiguos reyes condujo a la creación de verdaderas cámaras ocultas donde las momias reales fueron depositadas juntas, en un esfuerzo por protegerlas de los continuos expolios.

Uno de estos refugios, descubierto en Deir el-Bahari en 1871, se convirtió en uno de los descubrimientos más significativos para la egiptología, revelando un tesoro de información histórica y cultural que de otra manera se habría perdido para siempre.

Sin embargo, la estrategia de esconder a los faraones no fue suficiente para detener el fenómeno del saqueo. Para cuando los arqueólogos comenzaron a explorar Egipto en el siglo XIX, se encontraron con un panorama desolador: prácticamente no quedaba ni una sola tumba intacta.

La magnitud del saqueo a lo largo de los milenios borró gran parte del legado funerario del antiguo Egipto, dejando a los investigadores modernos con fragmentos dispersos de lo que alguna vez fue una práctica religiosa y cultural de enorme importancia.

En este contexto, figuras como Auguste Mariette, quien lideró el Servicio de Antigüedades de Egipto entre 1858 y 1881, se esforzaron por poner fin a los saqueos y las excavaciones ilegales que todavía plagaban el país.

La visión de Mariette, según National Geographic, era preservar los monumentos egipcios para la generación presente y para las futuras, asegurando que dentro de quinientos años, Egipto todavía pudiera mostrar a los eruditos los mismos monumentos.